Tutto fatto, tutto posto

(… ¿tutto Pavarotti?)

Ayer fue la entrega de los cuentos del Javier de Mier. La parte presencial del concurso no estuvo muy concurrida, pero parece que se han recibido bastantes cuentos por email. Ahí­ estábamos unos cuantos escritores, más o menos feúchos, en La Feúcha, en plena Latina, sin el sobre blanco DIN A4 de antaño (con la ilusión que hací­a aquel trají­n) conteniendo nuestro cuento recién sacado del horno (al menos en mi caso) firmado con seudónimo y junto a él un sobre pequeño con una plica, cerrado. Lo habí­amos mandado por emilio, de forma más sencilla y menos táctil.

Hací­a una noche primero cálida, luego huracanada (los altos árboles de la Plaza del Humilladero se sacudí­an de lado a lado) y luego verdaderamente gélida (para ir vestido con ropa para 35º), con sus 13º, como queriendo acompañar a esta XIII edición del famoso concurso de cuentos.

Finalmente creo que mi corazón no terminó partí­o y que conseguí­ armar un texto medianamente bueno (y que respira como una liebre, retratada con detenimiento y no con una Polaroid) y cuya redacción en cierta forma se benefició de la práctica de escribir varios post semanales, y no puedo contar mucho más hasta que pase el concurso por aquello de que quienes leen el blog no descubran cuál es mi relato (aunque este año está chupado hacerlo).
El viernes que viene se reparten los cuentos, de nuevo en La Feúcha, y las votaciones son el 4 de julio, así­ que quienes quieran ser jurados populares de Elsinora, favor de irse manifestando…

Quienes se hayan quedado con las ganas de participar, disponen de un año entero para ir preparando su cuento para la edición próxima… No digáis que no os aviso con tiempo . Cuento de tema libre, de más de 5 páginas y menos de 12, en Times New Roman de cuerpo 12.

Palabras, palabras, palabras

Ando enfrascada en mi Javier de Mier (JdM) , como alumna aplicada (aunque tardía) que soy, pero no querí­a dejar pasar la oportunidad de dejaros el link a la web en la que se votan palabras como favoritas o se proponen nuevos vocablos para la sección de Ficcionario. Es ésta.

(“Malevo” es una palabra chula, ciertamente, pero ¿qué tal “alevoso“? ¿Tienes alguna favorita de entre las existentes? ¿Y alguna palabra de nueva creación que proponer?)

La iniciativa esta de las palabras, gestionada por el Instituto Cervantes, se va a hacer coincidir con el Dí­a del Español, que se celebrará este sábado día 20, simultáneamente en 73 centros de todo el mundo para conmemorar la mayorí­a de edad de los Cervantes como institución. Más datos aquí.

El dí­a 20 también es la fecha de entrega del cuento del JdM de este año, así que de nuevo me quieren dejar con el corazón partí­o (por cierto, ayer en la recapitulación para el último episodio de “La chica de ayer” volvieron a poner esa escena en la que el marido le recita a su enfadada mujer parte de la canción de Sanz como si fuera un poema). Pero en fin, que todo sea que uno tiene dificultades para acudir a cosas apetecibles que coinciden en el tiempo…

Literatura y blog: Corazón partí­o

Estos días publico con poca frecuencia no tanto por falta de tiempo o por exceso de carapantallismo sino porque el concurso de cuentos Javier de Mier es inminente (el día 20; todavía estás a tiempo; ¡anímate!) y algunas ideas que se me ocurren podrían desarrollarse en forma de post o en forma de cuento y en caso de duda las dejo reposar, porque el blog no precisa atenerse a una fecha, pero el concurso sí.

Muchas de esas ideas probablemente no se convertirán ni en cuento ni en blog, pero de momento me parece importante crear un espacio entre la inspiración y la expresión/creación para ver cómo respira esa inspiración y en qué quiere convertirse cuando sea mayor, si quiere más a mamá-literatura o a papá-blog o al tito proyecto X, si tiende a 0 o a infinito, si se esponja y sube como una novela o si se vuelve fibroso y compacto como un relato o un haiku. Y en fin, soy consciente de que en mi caso la vía del blog tiende a quitarle gas a la vía literaria, porque llevar una bitácora es como perseguir liebres con una Polaroid: con frecuencia regresas con una imagen curiosa, original y fresca, pero a menudo también te pierdes el contexto de la cosa, los matices, y su complejidad porque ya se sabe que una instantánea deja muchas cosas fuera.

Ahora que lo pienso, esta técnica de dejar un espacio entre estí­mulo y respuesta es la misma que se aplica en Técnica Alexander (mediante la inhibición, las órdenes, y el control primario), o en las teorías de Eckhart Tolle enunciadas en El poder del ahora (buscando el silencio, reparando en el espacio, centrándote en el presente y en la presencia; suena muy místico pero en realidad es bastante sensato e intuitivo) o incluso en Pilates, en plan mucho más fisiológico, permitiendo que haya espacio entre vértebra y vértebra y permitiéndote aislar el músculo o músculos implicados en un determinado movimiento. Y en los tres casos, en definitiva, ese evitar dejarse llevar por el impulso consigue afinar la percepción en sentido amplio y mejorar la comunicación con uno mismo, tras limpiar esa especie de gafas sucias por las que nos hemos acostumbrado a mirar y que nos llevan a no repartir el peso del cuerpo convenientemente o tensarnos, preocuparnos por cosas que realmente no importan o que todavía no han ocurrido y a desconectarnos de nuestros músculos y articulaciones y nuestra respiración.

Así que, aunque en la Biblia de todo bloguero la impulsividad es uno de los mandamientos básicos, a veces está bien salirse del guión y descubrir a dónde le podría llevar ese impulso si se lo deja en una especie de cuarentena, simplemente en observación y sin juzgarlo, como se hace en las tormentas de ideas. Seguir un buen rato a la liebre sin hacer ruido y sin hacer ninguna foto e ir dejándose empapar por lo que uno se encuentre antes de ponerle colores a la sensación o a la experiencia o antes de decidir quién es el protagonista de la historia.

A Londres sin razón aparente (II)

Primera parte del texto aquí.

Frente al Big Ben está el monumento a Boudica, una enorme noria a la que llaman el ojo de algo, no está claro porque no termino de entender el inglés, por no decir que no entiendo nada en absoluto, salvo palabras sueltas como yes y no, y frases hechas, útiles para momentos de emergencia, como “Kiss my ash”. He de mencionar que los ingleses hablan inglés de un modo tan radical que resulta ininteligible, aunque eso no supone problema, siempre y cuando lleves libras en el bolsillo. Si no llevas libras, el inglés es sólo uno de tus problemas, así­ que tampoco hay que preocuparse.

Y en este recorrido por la ciudad constaté una serie de hechos:

1 las pelirrojas existen;
2 las inglesas no son ni mucho menos gordas y rubias como vacas, tal como nos han hecho creer, probablemente para quedárselas todas;
3 en Londres hay una cantidad de ingleses muy inferior a lo que se sospecha, dado que la mayoría de los que veí­amos por la calle eran o bien españoles, o bien de cualquier otro sitio, desde hindúes a negros. (De hecho, si alguien quiere ver ingleses, es mejor ir a Benidorm, lugar en el que también he estado, aunque ese es un viaje fascinante que tendré que narrar en algún blog dedicado a Benidorm).

Llegamos a Trafalgar Square, donde hay un monumento a Nelson. No lo pueden poner a caballo porque era hombre de mar, pero luce mucho. En esta plaza está la librería más grande de Europa (según mi guí­a de viajes) donde entré sobrecogido como si entrara a un templo, imaginando las maravillas que contendrí­a, todas a precios asequibles.

Tuve que salir corriendo antes de que me diera una apoplejí­a, dado que todas esas maravillas, que si las habí­a, estaban en un idioma completamente ininteligible y probablemente bárbaro. Allí tuve que dejar un ejemplar de Finnegans Wake, que nunca se ha traducido al español, por increí­ble que parezca, o una recopilación casi completa de los poemas de Seamus Heaney, hechos ambos que me partieron el alma, pero era como el gallego que se encuentra una sirena y la vuelve a tirar al mar, preguntándose, ¿y por dónde?

(Aquí­ el lector se preguntará si soy tan cándido como para no comprender que las librerías inglesas contienen libros en inglés, a lo que debo decir que sí, lo sabí­a, pero tengo tal talento para la esperanza y el autoengaño que no acababa de creérmelo, y me obligué a constatarlo).

En cuanto a la arquitectura de la ciudad, es sorprendente. No hay una zona histórica que recorrer, ya que Londres se quemó de parte a parte allá por 1700, según mi guí­a de viajes. Pero da igual. Es grande, variada, cosmopolita. Todos los edificios son singulares, todos son distintos, y sin embargo, situados unos junto a otros dan sensación de armonía. Londres da sensación de Metrópoli global, de ser el sitio donde PASAN las cosas. No quiero ni imaginarme cómo será Nueva York.

Bien, allí sobre las ocho hora local me empecé a sentir fatal, en el sentido que de que ya no podí­a dar un paso, porque creo que habí­amos caminado la misma distancia que separa en lí­nea recta París de Detroit, por lo menos a nivel subjetivo. Aunque me callé, para evitar que mi encantadora esposa pensara que se habí­a casado con un hombre débil, hipocondrí­aco y permanentemente agotado. Diez minutos estuve callado, pero ya no pude más, y le dije, por dios te lo pido, esposa de mis amores, llévame a comer algo caliente antes de que me dé un desmayo.

En este punto debo decir que Caléndula es una persona contradictoria, en el sentido de que le gusta viajar a lugares exóticos y lo más lejanos posible, y sólo admite alojarse en hoteles buenos o muy buenos (lo que va en consonancia con su belleza) PERO luego protesta porque gastamos en ello mucho dinero. Así­ que poco menos que pretendí­a mantener este cuerpo serrano que descubrí­ en los espejos a base de sándwiches baratos, y este cuerpo, cueste o no cueste, precisa para mantenerse de buenos alimentos, y a ser posible calientes.

Así­ que logré convencerla de que fuéramos a un japonés, donde pedí­ una especie de sopa nutritiva, y luego, fortalecido, fuimos a tomar una cerveza local en un pub local, que resultó ser una cerveza que sabí­a exactamente igual que la Mahou y el pub era igual que los de aquí, salvo por el hecho de que no dejaban fumar.

Tras esto caí­ tronchado en la cama, y a la mañana siguiente corrimos al British antes incluso de que abrieran y tras un rápido vistazo volvimos volando para Madrid junto a una familia del Opus completamente consternada (o trastornada) porque el avión no aterrizarí­a antes de la misa de las nueve. Hubo un momento de estupor cuando descubrimos al comandante de la nave sentado entre la familia del Opus contando chistes, pero se ve que eran todos de La Obra, y el avión estaba en manos de Dios, ¿en qué manos mejor?

He de decir que allí­ con mi pelo rubio estaba completamente camuflado y nos paraban a menudo para preguntarnos por calles, momento en que les decía, hablen con mi joven esposa. Sólo un inglés se esforzó por hacerse entender cuando se dirigió a mí­, y fue el tipo que me vendió dos botellas de whisky de quince años cada una en el aeropuerto. En un momento en que me solté de la mano de mi mujer, cosa que evitaba hacer por si me pasaba precisamente esto, el tipo corrió a acosarme cuando estaba con las botellas entre los brazos, y tras quince minutos de diálogo en que él me hablaba en perfecto inglés y yo le contestaba en perfecto español alcancé a entenderle que lo que pretendí­a decirme es que podí­a llevarme hasta diez botellas de ese tipo a España. Ten bottles, ten bottles.

Ah, cómo derriban barreras lingüí­sticas el interés y los porcentajes de comisión, cómo allana el dinero todas las diferencias culturales, se llame libras o euros.

Qué hermoso es el capitalismo y la globalización.

Y qué cara de doloroso estupor se le quedó a Caléndula cuando consultó el saldo de la cuenta, momento en que la amé desmedidamente, precisamente por ser contradictoria, y también por apaciguar su dolor.

Javier Arriero Retamar

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Notas de la editora:

El monumento a Boudica, reina guerrera de la tribu celta de los icenos, se encuentra en Westminster Bridge, cerca de la noria London Eye, pero no son la misma cosa como se puede inferir del texto. Aquí se pueden ver distintas imágenes del monumento en cuestión. Para los freakies de la historia he encontrado este foro/chat/juego de rol, para (imagino) entretenerse y quizá hacer amigos (o todo lo contrario, hacerse mala sangre y labrarse enemigos).

El incendio de Londres que se menciona es el Great Fire de 1666, originado por el fuego en una panaderí­a/tahona situada en Pudding Lane. La columna de Monument situada a unos 60 metros del lugar que ocupaba la tahona conmemora el lugar donde se iniciaron las llamas. Más info aquí­. El incendio fue dos años después del inicio de la llamada Great Plague o peste negra, en cuya época más virulenta llegaron a morir 14.000 personas a la semana.

Del Finnegans Wake de Joyce, que Borges creí­a intraducible por el momento en castellano sólo existen traducciones parciales, entre las que las más conocidas son la de Garcí­a Tortosa (uno de los traductores del Ulises a quien seguí­ en mi tesina) y de Ví­ctor Pozanco. Información que sirve de introducción a la obra aquí, ejemplo de lo titánica que puede ser esta tarea aquí; una aproximación más digerible (dentro de lo que cabe) en este documento.

Más información sobre traducciones de textos de Joyce aquí­.

Y si a Javier le dieron una especie de Mahou es porque pidió una lager y no una riquísima stout Samuel Smith (que por cierto yo descubrí­ en Madrid tras vivir dos años en La Pérfida). La próxima vez será.

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Nota final: como bien señala Simoneta, la grafí­a correcta de “ass” (culo, asno, persona estúpida etc) es ésta y no “ash”. Lo había dejado tal cual porque precisamente lo gracioso del personaje es que no sabe inglés y no conoce aquella cultura. Pero es cierto que hay que marcar de alguna manera la desviación de la norma y por eso ahora lo he puesto en cursiva.

Viajes, animales y cuentos

Bueno, mis viajeros “itchy feet” parece que están ya bien embarcados en sus respectivos viajes: Metrolando uno NYish, que vendrí­a a significar en el rango de lo cercano a Nueva York; y don Igna en otro, tipo Willy Fog; podría haber jugado con el foggish y sus connotaciones de niebla, pero no habrí­a sabido si duplicar la g como en inglés o usar la grafí­a española, así que la correctora corta las alas de la narradora y nos quedamos con la versión neutra que no da problemas.

Yo, por mi parte, me he embarcado en un viaje Elsie géneris, que consiste en haber recuperado parte de mi energía pero estar sumida en una alergia masiva que me tiene a un pañuelo pegada, amén de antihistamínicos y colirios, con esporádicas subidas a superficie para tratar de pensar algún tema para mi Javier de Mier, picoteo de cuentos clásicos de ayer y de hoy a ver si se me pega algo (estoy con la antologí­a “Cazadores en la nieve” de Tobías Wolff, traducción de Maribel de Juan; Alfaguara, 1989), y la casi convicción de que el presente carapantallismo (ahora como traductora) terminará chupándome esa energía que estaba recuperando a fuerza de paseos bajo el sol, descanso y visualizaciones de la energía cósmica introduciéndose por mis chakras superiores 😉 (si les parece cómica la frase es que han practicado poco la sonrisa interior últimamente).

Pero en fin, no está el panorama laboral para andar quejándose del exceso de curro de un@ y además en mi condición de freelance (o freelander, según otros) no me queda otra que aplaudir las (supuestas) vacas gordas y guardar cual hormiga para cuando lleguen las flacas, por muy agradable que pudiera ser ejercer un poco de cigarra con este calor (menudo zoo te monta la sabiduría popular a la mí­nima, ¿no?; mientras no haya polen, que es a lo que yo le tengo alergia…).

Pues eso, que supongo que no voy a poder actualizar muy a menudo en los próximos dí­as, pero que sigo aquí­, con mi detector de escaqueadores del Javier de Mier encendido y apuntando en tu dirección :-), por si sirve de algo.