Francia, oh là  là 

Siempre me han encantado la cultura y el idioma franceses, cosa que no me impide ver sus contradicciones y defectos. Supongo que más allá de que me resulte atractivo el tono y la pronunciación influye el hecho de que lo aprendí siendo muy pequeña y que su cadencia se ha quedado grabada en una zona de mi cerebro muy vinculada a las emociones.

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Pinceladas berlinesas

Berlí­n es una ciudad muy grande, y compleja, en cambio constante y sobre la que se podrí­an decir muchas cosas, así que por el momento, mientras digiero el viaje (y descargo las pocas fotos que he hecho), sólo reproduciré algunas reflexiones, en plan impresionista.

Bajaremos del tren cuando haya suelo“, frase pronunciada por la misma Elsinora que viste y calza, volviendo la primera noche al hotel en Savignyplatz, en medio del entramado de S-Bahn (ferrocarril por superficie) y U-Bahn (subterráneo) mientras miraba muy seria por las ventanas de los dos lados del vagón hacia la noche sin farolas, sin conseguir ver nada.

Estación de tren en Berlin

Bicicletas asesinas apareciendo a toda velocidad por la espalda o de frente, dentro y fuera de los carriles correspondientes.

Una misión imposible: conseguir un simple café con leche que no sea de medio litro -El café latte era una especie de copa gigante con leche cremosa, especie de copa Chamburcy con sabor a café con leche-. Lo conseguimos sólo en el Marché del aeropuerto.

Avispas hambrientas revoloteando por todas partes, preferiblemente sobre tu cerveza rubia, tu zumo de manzana o tu vino blanco. (La Paulaner, por cierto, me resultó demasiado fuerte; me gustaron muchas otras rubias como la Jever o la Krombacher y me encantó la negra Kästritzer, con su regusto a café).

Al comprobar las raciones de comida tipo Picapiedra (muy grandes) entendemos por qué hay tantas bicis y por qué conducen con tanta energía. La afición cervecera quizá explique la fijación de los ciclistas por llevarse por delante a los turistas a la menor oportunidad.

Grupo de turcos rezando el domingo en el jardín del Präter en dirección a la Meca, separados de sus mujeres, a unos quinientos metros de otra zona donde algunos berlineses tomaban el sol desnudos.

Reichstag en Berlín

La última noche, entonando melodías cubanas y latinoamericanas que cantaba un grupito en un restaurante llamado La Batea, en medio de un lugar invadido por los insectos, las velas que se caen y los bichos que se caen en las velas y la cera que se cae en los jerseys. A medida que el diluvio se apropiaba del exterior, la ocupación y la algarabía interiores aumentaban hasta que el lugar parecía cualquiera de los de España.

Y para que no os baje la tensión demasiado con el calor, aquí va un pellizquito de sal gorda, en forma de adivinanza o chiste malo. ¿Qué cantarí­a María del Monte si en lugar de andaluza fuera alemana del mismo Berlín? ¡A la sombra de los tilos!. Si no te ha hecho gracia el chiste, a lo mejor es que no sabes que Unter der Linden, el infinito bulevar berlinés que parte de la Puerta de Brandenburgo del lado ex comunista significa en español “Bajo los tilos” o que la ciudad (y otras poblaciones como Potsdam) está cubierta en muchas partes por este frondoso árbol.

Los tilos también aparecen en títulos de obras literarias alemanas de autores importantes, como en el caso de Christa Wolf. De la Wolf leí­ hace mucho tiempo y aún conservo en mi biblioteca “Noticias sobre Christa T”, una novela envolvente, poética y que a ratos corre más que el lector. La publicación en 1967 de este texto hizo que el órgano central del partido comunista de Alemania Oriental la reprobara y también contribuyó mucho a que su reputación literaria se afianzara en Occidente, según explica la contraportada del libro, editado por Seix Barral; en definitiva, un libro recomendable y cortito, con sus 158 pags.

Debo confesar que su novela “Casandra” (1983) no la entendí­ apenas y que me acabó desalentando; creo haber leído “Lo que queda” (1989) y/o “Muestra de infancia” (1972), pero quizá sólo leyera fragmentos para la clase de Literatura de la universidad, tiempo ha, porque mis recuerdos son inconexos.

Aunque también es posible que supieras todo esto del famoso bulevar y el chiste sobre tilos/pinos no te hiciera gracia. Qué le vamos a hacer, la sal gorda es lo que tiene, no es apta para todos los metabolismos… 🙂

Por cierto, hablando de metabolismo, la currywurst me gustó, pero no tuve oportunidad de probar el famoso kebab berlinés.

Tratando de recordar los nombres de las cervezas he dado con esta página sobre el idioma y la cultura alemanas…

Con B de Berlí­n

Tenía pensado escribir un post-acertijo de Wallysinora dando pistas para que tuvierais que andar deduciendo mi destino de vacaciones, mencionando pelis, o canciones, o personajes vinculados a ella, pero visto el calor que hace y que aún no he hecho la maleta prefiero reservar las (pocas) neuronas que me quedan de servicio en este momento para rematar los preparativos en lugar de a andar documentándome y a construir un texto curioso con esa información.

muro de Berlín

Así que así es. Elsinora se marcha una semana a Berlín, a partir de mañana jueves. Si hay que creer en la estadística de los círculos sociales inmediatos cabe afirmar que medio Madrid está allí y que un tercio de España también, pero bueno, como yo respeto mucho los planes “parejiles” (perejiles dice el corrector de Word; ¿qué narices será un plan perejil?, ¿una nueva dieta?), parte de ese medio Madrid que está allí­ puede contar con conservar su independencia.

Así­ que sed buenos, disfrutad todo lo que podáis y nos leemos a la vuelta.
P.S. Si alguien tiene una sugerencia berlinesa, favor de transmitirla ahora o callar para siempre 🙂