Falta de distancia o ¿qué me pasa, doctor?

Es posible que me esté excediendo en mi afán por ponerme en forma y por armonizar cuerpo y mente y que me haya sumergido en una realidad paralela. Y si no juzgad vosotros mismos. Cuando me enteré del amago de infarto de Garzón, la primera idea que me vino a la cabeza fue que le habían amenazado o que habí­a “pinchado en hueso” (léase descubierto que alguien muy gordo estaba inculpado) pero en seguida me dio por pensar que fuera como fuese, los problemas de Garzón se resolví­an con un poco de dieta, ejercicio y Chi-Kung. No hay más que ver su torso orondo, su cuello grueso, su cara regordeta de monaguillo crecido para darse cuenta de que su circulación y su corazón no van demasiado bien. Tiene el yin y el yang de lo más revuelto, la parte femenina y masculina desequilibrada y la parte activa y pasiva amontonada y los canales o meridianos nada fluidos ni armonizados.

De hecho un poco de vida sana y Chi-Kung o Taichí le habrí­a evitado hasta el asunto de la cacería. Con tanto ejercicio y meditación, ¿quién tiene tiempo y ganas de ir conspirando y matando bichos por esas fincas de Dios? Y de esta forma tampoco se hubiera comido después los jabalíes protegidos y no le hubiera subido el colesterol ni la bilirrubina, ni a él ni a los del PP.

Touriño también se podría beneficiar de un poco de sabiduría oriental, centrándose más en la esencia y menos en el precio de las cosas, o viajando en bicicleta o “rickshaw” en lugar de en su coche de precio millonario. Y a IbarretxeMister Spock un poco de respiración profunda y de enraizamiento con la realidad no le vendría nada mal.

Rosalía, esa gran polí­tica española

”Hoy toca estiramientos y relajación, dice el monitor mientras enciende una barra de incienso y pulsa el “play” en el aparato de música.

Nos tumbamos boca arriba sobre las colchonetas y seguimos las indicaciones del profe.

En un momento determinado, decide que se aburre y que no es importante mantener un cierto silencio para centrarnos en el estiramiento y la respiración y sobre todo que la cosa de la propiocepción que tanto le interesaba el otro día y a la que le dedicamos una clase entera (“A ver: moved la punta del pie muy despacio a un lado y a otro; ¿qué sentí­s?; y nosotros: pues sentimos que movemos la punta del pie hacia un lado y hacia otro muy despacio”) es una cuestión baladí y trasnochada y que lo que mola es introducir ruido y disfunción en el sistema hablando de lo primero que se le pase a uno por la cabeza, por ejemplo de ese tema tan relajante que es la política.

Mujer joven haciendo un estiramiento
Estiramiento; StockSnap – Pixabay

Sé poco o nada sobre las tendencias políticas de mis compañeros, salvo que dos de ellas trabajan en el Ayuntamiento.

”Ya os he dicho que, visto lo visto, os tenéis que volver todos zen, porque con la que están montando… Es que es increíble, lo están haciendo tan mal los polí­ticos que al final va a terminar gobernando Rosa Díaz (sic).

A estas alturas hemos terminado con las torsiones de tronco y estamos estirando los brazos de forma bastante salvaje. Sentad@ en el suelo con las piernas flexionadas y el trasero hacia delante apoyas las palmas de las manos en el suelo detrás de ti y estiras todo lo que puedas los brazos, echando el peso del tronco sobre ellos. Salvo que seas muy flexible y no estés nada contracturado lo normal es que te duelan a morir o bien los brazos, las dorsales o la zona de las escápulas. A í­ me tiran mucho los bí­ceps, pero es una tensión soportable, por ahora, gracias a que suelo estirar.

¿Qué, os duele? Si estirarais todos los días como os he mandado no os dolería nada. Pues ánimo, porque vamos a estar así­ quince minutos.

La noticia provoca algunos resoplidos en algunos alumnos doloridos. A mí, sin embargo, me ha pillado la vena tranquila y estoy concentrada en el ahora, estirando bien los brazos y respirando hondo para relajarme y haciendo oí­dos sordos al sadismo de mi profesor, a su dislexia y a su falta de oportunidad sacando la política en una clase de estiramientos. De propiocepción no sé cómo iré, pero de autocontrol, soy un crack.

“Ya digo, lo de la política en este país es una vergüenza, así que como no nos espabilemos terminará ganando Rosa Díaz“ insiste el profesor con un tono apocalíptico, como si la tal “Rosa Díaz” fuera el mismí­simo anticristo.

-¿Quién es Rosalía?

La pregunta me la ha hecho una compañera bastante despistada que lleva sin venir desde navidades y que debe de leer poco los periódicos. En ese momento mi tranquilidad zen se sobresalta con lo que podría ser un amago de carcajada, pero tiro de autocontrol y consigo que mi sonrisa interior no aflore al exterior.

”Rosa Díez, que antes estaba en el PSOE. Es que el profesor lo dice mal”. Aquí he bajado el tono, por miedo a que me oiga el susodicho, que una cosa es tener autocontrol y templanza y otra muy distinta tener ganas de morir en el intento.

Aire

(Soñé por un momento que era aaaaire, oxí­geno, nitrógeno y argón, sin forma definidaaaa; vídeo de la canción de Mecano)

Atravieso un momento dulce en mi relación con el mundo del fitness. Por fin he ganado una cierta fluidez en la cosa de la natación (cosa lógica, por aquello del agua). Y ahora puedo afirmar sin temor a equivocarme que los monitores de natación no se proponen acabar con nosotros cuando nos piden que hagamos tropecientos largos en cinco minutos con el “pull-buoy” entre las piernas o que nademos crol con un solo brazo mientras el otro va unido al de un compañero mucho más alto o mucho más bajo que tú y que nunca lo mueve al mismo ritmo que tú y consecuentemente te pasas varios largos tragando agua y sintiéndote un poco discapacitado.

Al final todas estas penalidades consiguen que desaprendas para que te desenseñes cómo se deshacen las cosas, como decí­an en la deconstructivista “Bola de Cristal”. O, en cristiano, si uno sobrevive a la descomposición de los movimientos en sus partes descubre que habí­a una razón para ello: dominar la técnica en todas sus partes, además de desarrollar fuerza y coordinación también por partes, la parte contratante de la segunda parte o, en términos más claros, pedagogí­a analí­tica.

Eso sí­, mis compañeros de piscina, con su agudeza característica, siguen convencidos de que las tablas que nos aplican, lo del pull-buoy, las tablas de espuma, nadar con camiseta, las manoplas y demás tienen el único objetivo de que no nos aburramos.

Natación

En Pilates pasa algo parecido: el saber dónde están los isquiones o cómo se bascula la pelvis (incluso cómo se pone la pelvis en retroversión, menudo palabro) o entender de qué hablamos cuando hablamos de hacer fondos de escápula supone una diferencia abismal respecto a los pobres mortales que acuden a clase a “verlas venir”.

Tampoco es que me haya convertido en una atleta de la noche a la mañana (mi misterbeanismo impide milagros de ese tipo) pero al menos ahora tengo claro lo que se me pide en cada momento y me quedo más cerca de conseguirlo.

Una cosa que me llama mucho la atención del deporte en España y de las relaciones sociales en este paí­s es la proximidad fí­sica. En mi piscina es muy habitual que los monitores estén dándose palmetazos, o agarrándose unos a otros y también es muy habitual que en un momento dado tu profe te apoye la mano en el hombro desnudo sólo para pedirte que cojas aletas y cosas parecidas. Recién venida de Inglaterra me sorprendí­a más, pero poco a poco me voy haciendo a la idea y por otra parte me parece lógico que la gente que trabaja con el cuerpo tenga una relación más directa con él.

Los tabúes de Occidente

La cosa es que hoy en Pilates el profe ha dicho que al final de la clase nos iba a proponer un ejercicio zen y que quien quisiera se quedara y quien no, se fuera sin ningún compromiso.

Llegado el momento ha empezado a decir que la cosa consistí­a en irnos a la zona de sombras y desprendernos de los tabúes de Occidente y caminar libres de ellos. A mí­ la combinación de “caminar” con “los tabúes de Occidente” me sugirió algo en plan andar en pelotas por la sala, no sé si habré visto últimamente demasiadas pelis del destape en “Cine de barrio” o si será producto de mi educación católica.

Gimnasta al atardecer

La idea, además de poco apetecible así­ de repente, me pareció un mal apaño, porque el aula tiene un cristal que da a las escaleras de acceso al polideportivo y la cosa podí­a complicarse, así que me dije que era improbable que fueran por ahí­ los tiros y decidí­ que esperarí­a a tener todos los datos para formarme una idea (dos años de perplejidad en la Pérfida me han enseñado a ser paciente antes de pronunciarme).

En ese momento, las más pijas y las más jóvenes de la clase (grupos a los que yo podrí­a pertenecer sociológicamente pero, por lo que se ve, y afortunadamente, no en espí­ritu) han comenzado a poner caras extrañas en plan “hay un pelo en mi sopa” o “qué mal huele esta señora”, que se agudizaban según el profe seguí­a explicando, como si el grosor del pelo o la intensidad de la esencia sobaquil estuvieran aumentado a toda velocidad. Reacciones todas ellas que vení­an a demostrar cuánta razón tiene el monitor al hablar de los tabúes occidentales.

Al final el profe nos dijo que la cosa consistí­a en que tení­amos que ponernos a andar por la sala tranquilamente y luego si casualmente nos cruzábamos la mirada con alguien, acercarnos y abrazarnos durante la duración de tres respiracionestratando de acompasar tu respiración a la del otro, y después despedirte con una reverencia a lo oriental o simplemente sonriendo y seguir caminando.

Estos detalles han terminado de convencer de lo aberrante de la propuesta a la funcionaria, a la opositora juvenil y a la pija guapita, quien además parecí­a defraudada porque yo no hubiera secundado sus caras de asco y sus observaciones ante la propuesta heterodoxa del profe y me hubiera limitado a decir, que sí­, que efectivamente aquello era un poco raro.

La cosa es que una vez ido el trí­o La La Lá (en versión No No No o incluso “Preferirí­a no hacerlo”), el resto de las presentes empezamos a caminar por la sala, un poco inquietas (al menos yo) y con cierta curiosidad.

Dedos asustados
Con ustedes el Dúo No No No

No es que sea una fan del contacto fí­sico con semiconocidos, pero me pareció bien darle una oportunidad al experimento, porque tengo claro que existe una conexión cuerpo/mente y también una relación yo/prójimo.

Además de lo que haya podido leer sobre el tema, hace años tuve oportunidad de comprobar que la respiración del que tienes al lado influye en tu ritmo respiratorio. Fue en un curso de locución: cuando mi compañero al micro empezó a tartamudear y perdió el hilo, el profe, locutor de Radio Nacional durante muchos años, me pidió que siguiera leyendo y aseguró que mi ritmo se le contagiarí­a a mi compañero y éste conseguirí­a leer tranquilamente y así­ fue.

Además de esto, parece absurdo negarle un abrazo a un compañero del gimnasio con el que haces estiramientos y ejercicios a dos, al que le masajeas la espalda de vez en cuando con una pelota (antes o después de que él te lo haga a ti), o junto a quien sufres los rigores de una tanda de abdominales toda roja y despeinada. ¿Dónde empieza y dónde termina la intimidad tolerable para un occidental? Parece que todo consistiera en lo pragmático de la acción: si es para hacer un estiramiento o para hacer ejercicio sí­, si es para algo menos práctico o de una utilidad menos visible, entonces no.

Y en fin, que un abrazo no hace daño a nadie (salvo que tu compañero sea Schwarzenegger y le dé por aplastarte las costillas). Así­ que ahí­ estábamos nosotros caminando en chándal y calcetines por la sala con aire pensativo, yo recordando vagamente los lemas del Falun Gong: Verdad, Benevolencia y Tolerancia (artí­culo 1, 2 y 3) y alguna clase de yoga a la que he asistido.

Vista lateral de un abrazo

En un momento determinado, el profe nos pidió que anduviéramos muy despacio y con los ojos cerrados, y que no temiéramos chocarnos porque al ir tan despacio nos darí­amos cuenta y nos desviarí­amos o percibirí­amos la energí­a del otro antes de chocarnos.

En honor a la Verdad debo decir que al principio fui obediente y caminé con los ojos cerrados, pero que después, como no notaba ninguna energí­a en las proximidades y no me fiaba mucho de mi detector de “chi”, abrí­ los ojos una vez, para comprobar que tení­a bastante espacio delante de mí­, cerrarlos de nuevo y sentir la tentación de darme virtualmente con el cilicio por ser tan agoní­as, tentación frustrada por mi voto de Benevolencia.

Di un par de pasos más y entonces el profe nos pidió que abriéramos los ojos y que si nuestra mirada se cruzaba con la de otro y nos surgí­a le diéramos un abrazo. Cuál no serí­a mi sorpresa cuando al abrir los ojos me encontré a un par de palmos al mismo profe, el único hombre de la clase ese dí­a. Me puso una cara dubitativa, como temiendo que yo no estuviera en “modo abrazo”, pero le dije que por qué no (según los dictados de la Tolerancia) y en ese momento nos pusimos a la cosa del abrazo de oso y la sincronización de nuestras respiraciones.

Su respiración era tranquila y su espalda acogedora y poderosa; hasta ahí­ puedo leer, que dirí­a Mayra Gómez Kemp (se ve que tengo el dí­a retro en lo que se refiere a la tele: “Cine de barrio”, “La bola de cristal” y el “Un, dos, tres” en un único post sobre deporte…; será que el programa sobre el 23-F me ha refrescado la memoria o que una ya va teniendo una edad :-)).

Qué cosas inventa el hombre blanco… (final)

o Santa Elsinora del Buen Retiro, la santa nerviosa

(Esta es la tercera y última entrega de la serie. Artí­culo 1 aquí­ y artículo 2 aquí­)

Me entregué a la apertura de canales con energí­a, acción y frase redundantes, ya que los canales precisamente están destinados a canalizar la energí­a, pero en fin, concentrémonos en la cosa. La posición no era muy di­fícil en sí­, sobre todo para alguien acostumbrado a cosas como controlar la posición de los isquiones, el sacro, llevar el ombligo a la columna, practicar la respiración lateral mientras una tacita imaginaria reposa sobre las abdominales, o nadar con camiseta, paletas en la manos o las piernas cruzadas en una piscina de 25 metros y no morir en el empeño, pero me estaba resultando difícil mantener las piernas y la cadera ligeramente flexionadas, como nos pedí­a a cada rato el instructor, argumentando que así­ era más fácil tener una posición relajada.

Artes marciales en el parque
Daniel Tay – Pixabay

Por más alumna aplicada que soy la asignatura de la relajación siempre me cuesta y de hecho la obligación de tener que adoptar esa postura “relajante” no me relajaba nada y notaba las piernas cada vez más cargadas. Imagino que las dos niñas de unos ocho años que habí­a a mi izquierda, en la zona de practicantes avanzados, que no paraban de hablar, reír y moverse tuvieron parte de responsabilidad en mi nivel de tensión. Iban con alguno de los adultos que habí­a junto a ellas, pero no pude descubrir con cuál ni por tanto decirle unas palabritas sobre su educación. Y por otra parte, el paso continuo de domingueros con o sin perros y con o sin niños que se nos quedaban mirando como si fuéramos las fieras de la (antigua) casa de fieras, tampoco ayudaban a mi relajación, ni tampoco el frí­o pelón. Pero ya se sabe que estas cosas de la cultivación espiritual no son fáciles, como nos enseñó ese pozo de sabidurí­a que es Karate Kid o las historias de El Pequeño Saltamontes. Así­ que ahí­ estaba yo, tratando de hacer las posturas de Falun Gong como quien se enfrenta a unas oposiciones, voluntariosa pero nada relajada.

Postura de yoga
Irina L – Pixabay

En honor de un mejor transporte del chi y por un cierto arrojo torero propio de la gente castiza, me habí­a puesto a practicar sin los guantes, pero al rato, con dos grados sobre cero, y con ambos brazos superiores levantados y casi inmóviles decidí­ que terminar con las manos congeladas no serí­a bueno ni para mi chi ni para mi futuro taurino (como editora Freelander 4X4 no ando tan lejos de ser bombera torera), así­ que me los puse. Justo en ese momento el instructor explicaba que en el caso de las mujeres la mano derecha debí­a ir por debajo de la izquierda y al revés en los hombres, cosa que ya habí­a leí­do en otros sitios y que se basa en que las mujeres según la cultura tradicional china somos yin y los hombres yang y tal y pascual, pero a mí­ esto me molesta un poco, porque no creo que todas las mujeres sean comparables ni tampoco todos los hombres (y porque no me gusta el papel sumiso, secundario y pasivo que nos asigna la tradición china) y por eso no termino de asimilarlo, pero en fin, pensé que no era momento de sacar la vena feminista y obsequiar al pobre chino de escaso dominio del español con una encendida charla sobre la igualdad de géneros (aunque seguro que me habrí­a hecho entrar en calor :-). De forma que fui progresando adecuadamente, con esporádicas correcciones del profe, pero siendo tan consciente de que necesitaba relajar la postura como incapaz de lograrlo. Fuimos avanzando en los movimientos y en sus repeticiones y llegamos al momento de la meditación.

He aquí­ la parte más complicada, pese a ser la más simple, porque tení­as que quitarte los zapatos (pese a los dos grados sobre cero) y sentarte sobre una esterilla en la posición del loto o del semiloto y permanecer cuarto de hora con los brazos extendidos a la altura de los hombros y después media hora con las manos en el regazo. Otra vez el arrojo torero me la jugó, porque quise hacer el loto completo ya que mi flexibilidad me lo permití­a.

Monje oriental haciendo yoga
Pixabay

Para quienes no lo sepan, el loto completo es la tí­pica posición sentado en el suelo con las piernas cruzadas y los pies sobre los muslos contrarios. Los pequeños problemas que tení­a eran que mi flexibilidad me permite hacer el loto completo algo así­ como cinco minutos en una habitación climatizada y no por supuesto cuarenta y cinco minutos, inmóvil sobre una fina esterilla dispuesta sobre un suelo congelado y desigual y a merced del aire gélido. El profe nos pedí­a que permaneciéramos en aquella postura y con expresión bondadosa y serena, dejando la mente en blanco, pero al mismo tiempo siendo conscientes de que estábamos meditando.

Mucho más fácil decirlo que hacerlo, porque a ver quién es el guapo que sonrí­e con cara bondadosa y serena cuando las tibias se te clavan en los muslos, cuando notas que los pies se te están congelando por la inmovilidad y la postura y tienes dos niñas que no paran de reír y parlotear mientras sus padres están demasiado sumidos en la meditación bondadosa y serena como para mandarles callar de forma serena y bondadosa (o de otra forma cualquiera, si a eso vamos).

Aguanté unos diez minutos en posición de martirio ortodoxo modalidad Falun Gong, tratando de centrarme en algo que no fuera mi propio malestar, pero luego decidí­ que el mundo podí­a vivir sin una Santa Elsinora del Buen Retiro, y que más valúa restablecer la circulación sanguí­nea en mis piernas antes de que me las tuvieran que amputar. Empecé a mover los dedos de los pies, primero discretamente y luego con cierto vigor y al adoptar la segunda postura de meditación cambié a semiloto (puse uno de los pies debajo del muslo contrario) y traté de dejar la mente en blanco como pedí­a el profesor pero al mismo tiempo siendo consciente de que estaba meditando. Y diréis que cómo se come eso, en mi caso me limité a sacarle el jugo a la comodidad relativa de la postura nueva, respiré hondo y sonreí­ de forma semiserena y semibondadosa al notar cómo progresivamente ambas piernas inferiores recuperaban cierto calor y cierta sensibilidad y mientras me alegraba de que aquellas niñas tan maleducadas no fueran nada mí­o y fuera a perderlas de vista en breve.

Buda sobre montículo
Marisa04 – Pixabay

Al terminar la cosa y ponernos de nuevo los reconfortantes zapatos, el profe nos estuvo contando a la rubia y a mí­ algunos aspectos de la historia del Falun Gong. Dijo que llevaba ocho años practicando y que desde que lo hací­a le bastaba dormir cuatro horas para estar lleno de energí­a, que nunca cogí­a catarros o gripes y que por otra parte lo más importante de esta disciplina era la parte espiritual basada en la práctica de la Verdad, Compasión y Tolerancia. Su tolerancia al frí­o y a las niñas ruidosas y los mirones y los perros explicaba parte de los beneficios fí­sicos y espirituales de la práctica, era evidente, pero viendo sus labios completamente cortados pensé que poco efecto tení­a aquella práctica para proteger su piel.

Le di las gracias al instructor, cosa que le sorprendió mucho y me marché a casa deshaciendo el camino hasta las vacas de la Cow Parade (que me parecieron más feas que a la ida). No sabrí­a evaluar el efecto de la práctica, pero al mirarme en el espejo en casa me pareció que tení­a la cara tersa y relajada que me dejan los masajes, pero ignoro si fue por la práctica en sí­, por el efecto del frí­o en la cara o por el alivio que representaba regresar a casa, a una temperatura y unas posturas más agradables y sin niños chillones ni perros ladradores en las inmediaciones.

Cuando escribo esto también es domingo, léase dí­a de práctica, pero como lloví­a y tení­a pendiente mi relato, en lugar de plantarme en el Retiro he preferido practicar mi sonrisa serena y bondadosa frente al teclado del ordenador, para relataros esta aventura. Y me he puesto cacao los labios, no sea que se me corten y mi sonrisa pierda efecto.

Qué cosas inventa el hombre blanco (parte II)

O El pequeño saltamontes lo sopesa con sendos dos brazos superiores

Viene de aquí­.

La semana siguiente descubrirí­a que aquel grupito que localicé no tení­a nada que ver con el Falun Gong, salvo quizá la indumentaria y el origen oriental.

El patinazo virtual del domingo me hizo planear con más cuidado mi siguiente incursión en el apasionante mundo del Falun Gong, disciplina prohibida hoy por hoy en China. Básicamente, le puse un mensaje El chino que me achuchó comentándole quién era y que querí­a sumarme al grupo de practicantes, y preguntándole en qué parte del Retiro se reuní­an. Me contestó muy cordial que se reuní­an en la plaza del General Martí­nez Campos, muy cerca del metro Ibiza, y cerca del Florida Park, a eso de las 12. Pensé que mi contacto andaba tan despistado como yo respecto al Retiro, porque la única dirección de Madrid que yo conozco que incluye Martí­nez Campos está en Iglesia y no en Retiro.

Saltamontes en hoja
Dominic Alberts – Pixabay

Imaginé que habí­a cambiado un general por otro (siendo chino no parecí­a un error improbable) y me puse a tratar de localizar el general correcto en las inmediaciones del parque y cerca de la boca de metro mencionada. Google y el callejero tradicional que tení­a en casa tampoco recogí­an esa supuesta plaza, ni ninguna que incluyera un general, pero a cambio sí­ pude localizar el Florida Park.

La cosa es que finalmente llegué al lugar correcto, otra vez sin bolso ni nada aparatoso, con mi camiseta térmica y mis leotardos debajo del chándal y eso sí­, con gorro, bufanda y guantes y un poco de retraso. Dejando atrás dos vacas de la Cow Parade, entré por la puerta que daba a Menéndez Pelayo y encontré pronto el lugar, que efectivamente se llamaba Plaza del General Martí­nez Campos, pero como ocurre con la mayor parte de calles y plazas del Retiro, no aparece reflejada en los planos. Habí­a un grupito de unas doce o quince personas y junto a ellas, en el suelo, unos cartelitos con información sobre el movimiento del Falun Gong o Falún Dafa (que es su nombre en chino) y las persecuciones de las que ha sido objeto, etc. Además, habí­a un chico que repartí­a folletos y sonaba una música china extraña en un radiocasete puesto sobre el suelo. Digamos que el ambiente tení­a un punto de Hare Christna, hare hare, pero sin pastelitos, sin calvos y sin crótalos o chinchines, que es como se llaman esos platillos que entrechocan de manera tan molesta si mis conocimientos de música de quinto de EGB no me fallan.

Fuente del Retiro de Madrid
Armengual2 – Pixabay

Escaneé el grupito en busca de mi contacto, pero no le vi. En la cabeza de la formación habí­a un chino de unos treinta y tantos frente a una señora rubia a la que estaba instruyendo. Al verme escrutando al personal, el chico que repartí­a los folletos se acercó a mí­. Le pregunté si mi conocido habí­a venido, me dijo que no, pero que si vení­a a practicar por primera vez, me pusiera al lado de la señora rubia. Así­ lo hice. El chino, que iba vestido con colores oscuros y que era más alto y menos fuerte que mi contacto, permanecí­a de pie, con los ojos cerrados y la señora iba imitando sus movimientos con pericia relativa.

Pensando en que en algún momento el instructor/practicante chino tendrí­a que abrir los ojos me pregunté qué efecto podrí­a tener sobre su flujo de chi (energí­a) el encontrarse de repente frente a él un pasmarote desconocido vestido de rojo que le miraba muy fijamente. El hecho ocurrió un poco después, y me dio la sensación de que tardó en procesar la información. Un punto negativo, porque al menos en el Chikung los expertos sostienen que la práctica proporciona un estado de atención relajada que permite estar muy consciente de todo pero con tranquilidad, merced a la activación de un tipo de ondas cerebrales, las ondas theta.

El par de dos del profe y la rubia estaban haciendo una de las repeticiones del primer movimiento, llamado Abrir todos los canales, según me explicarí­a un poco después el profe. Como alumna aplicada que soy, habí­a leí­do algo sobre los ejercicios en casa y recordaba el nombre de la primera postura. La página web del movimiento te permite descargarte dos libros fundamentales en pdf gratis (ya que el autor ha cedido los derechos). La cuestión es que la versión en español es un poco extraña, seguramente porque la traducción la han hecho voluntarios, probablemente de habla inglesa, y recuerdo que la ví­spera a mi madre y a mí­ nos habí­a hecho mucha gracia la parte en que se explicaba que habí­a que levantar ambos brazos superiores.

Acupuntura
Acupuncture Box – Pixabay

Yo supuse que el error provendrí­a de que el original inglés dijese limbs (miembros, u órganos, según el contexto), pero mi madre, más festiva y multicultural que yo, dijo que quizá los chinos pensaran como los hindúes que ciertas divinidades tienen siete u ocho brazos y que realmente se referí­an a los brazos superiores. Me acordé vagamente del episodio de “Siete vidas” donde repiten hasta la saciedad eso de “sendas dos rubias” y me quedé “sopesándolo” (coletilla de otro capí­tulo), pero me dije que con tanto recuerdo nunca conseguirí­a introducirme en esto del Falun Gong.

Me entregué a la apertura de canales con energí­a…

Continúa aquí

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Nota: la construcción “sendas dos rubias” es incorrecta en castellano. Tengo la impresión de que la expresión errónea deriva del “both” inglés (amb@s, l@s dos) porque con frecuencia lo veo o lo oigo mal traducido, aunque también podrí­a ser una simple ocurrencia del guionista de “Siete vidas”. Sea como fuere, esta palabra se utiliza mal muy a menudo. Como muchos sabéis, “send@s” significa “un@ a cada un@”, como en “les dio sendas bofetadas a sus hijas, por haber estado molestando a Elsinora durante toda la práctica”, es decir que le dio una bofetada a cada una. La frase siguiente deberí­a señalar que al golpearlas en público el progenitor o la progenitora se compró un pase para la cárcel… como le pasó a esa madre andaluza… pero en fin eso ya es otro tema que nos apartarí­a de nuestras “sendas” (dos) gramaticales.