Aurora La Iluminada o No juzgues el libro por la portada

Este mes de julio mi clase intensiva de natación vení­a con sorpresa como los huevos Kinder. En lugar de “mi” guapo y competente Iker Casillas, al que esperaba tener, he tenido como profesora a una tipa muy peculiar, de unos cuarenta y muchos años o cincuenta, coja, estrábica y con escaso interés por los beneficios estético-higiénicos de la depilación de piernas y axilas llamada Aurora.

Bañista atlético
Mi profe de natación habitual es de este tipo (Foto de Pexels – Pixabay)

A las caracterí­sticas anteriores hay que añadir también un peculiar estilo pedagógico consistente en hacer las correcciones a voces cuando estás en medio de la piscina, con lo cual no sabes si las voces van contra ti, o bien en el borde de la piscina sin fijar la mirada en nadie en especial (por aquello del estrabismo).

La cosa es que esta misma Aurora fue la que me hizo la prueba de nivel al matricularme, hace ¿un par de años? (cómo pasa el tiempo), ¿cómo olvidar sus axilas peludas asomando bajo los tirantes de la camiseta?, así­ que tengo  sensación de estar cerrando un ciclo.

Aunque la estampa y las maneras de Aurora apabullan, al mismo tiempo es una de las mejores profesoras que he tenido: tiene un ojo clí­nico y dedica el tiempo a machacar los fundamentos, que es lo que casi todo el mundo sigue haciendo mal, por mucho que estés en el nivel 2 de natación y que nades muy rápido. De hecho sus clases parecí­an una adaptación hispana de las carí­simas y sofisticadí­simas clases de natación-Técnica Alexander de Steven Shaw, un nadador profesional inglés y profesor acreditado de Técnica Alexander. El tal Shaw, con su pulcritud extrema y su cabeza rapada, y sus indicaciones detalladas en un inglés impecable y cortés, está en las antí­podas de Aurora en el aspecto y en la gama económica de los cursos, pero en realidad el enfoque es muy parecido, más allá de las formas castizas de nuestra peluda profe.

Sea como fuere, Aurora nos ha tenido el mes aprendiendo a flotar boca arriba y boca abajo (increí­ble lo mal que flotamos) y a deslizarnos, ha insistido mucho en la importancia de estar relajados para nadar, mantener el cuello suelto (como si fuera una experta en Técnica Alexander) y en respirar con soltura. Casi todos los alumnos tienden a nadar de forma acelerada por la creencia errónea de que si no lo hacen, se hundirán; más concretamente, que las piernas se hundirán. La cosa es que en una piscina es realmente difí­cil no flotar, sobre todo si eres mujer (el tejido adiposo es menos denso que el músculo y por tanto flota más) pero con frecuencia parece que lo olvidamos.

Chica nadando en piscina
Daniel Perrig – Pixabay

Uno de los dí­as, como si fuera persona del circo, y nosotras sus aprendices, Aurora nos hizo ilustrar un antes y un después de la relajación: nuestros “muertos” más o menos dubitativos y renqueantes cambiaban radicalmente en cuanto relajábamos realmente el cuerpo: muy pronto emergí­a la tripa y después los pies. En algunos casos tuvo que sostenernos por los hombros y el cuello hasta lograr que la aspirante a “flotarina” relajase del todo cabeza y cuello. Y en lo que a mí­ respecta me resultó curioso ver que floto mucho mejor boca abajo que boca arriba, simplemente porque yendo boca abajo tengo sensación de controlar la situación porque veo lo que tengo delante, mientras que al flotar de espaldas me inquieta lo que pueda haber unos metros más allá. Siempre habí­a pensado que era mucho más fácil flotar boca arriba por aquello de la respiración y porque la espalda es lo más parecido a una tabla que tenemos… En todo caso, en el momento en que te das cuenta de lo que ocurre te resulta mucho más fácil corregir lo que hací­as mal. La cuestión es recordarlo todo el tiempo.

Y respecto a Aurora, supongo que su cojera le ha supuesto la necesidad de aprender a nadar y a coordinar sus movimientos de forma mucho más consciente y razonada que los atletas naturales como Iker Casillas, y que se ha acostumbrado a ser más analí­tica y a fijarse mucho más en los fundamentos de la natación que otros monitores más dados a la sonrisa y a la mera aplicación de tablas.

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El tí­tulo de este post no emplea un español demasiado ortodoxo. Una opción más normal hubiera sido “Aurora La Iluminada o Las apariencias engañan”, pero me apetecí­a meter la expresión inglesa “Don’t judge a book by its cover” (cuya traducción literal serí­a “no juzgues un libro por su portada”) porque me hace gracia disponer de una frase hecha o idiom basada en el mundo editorial.

Para que os hagáis una idea del margen de presupuesto en el que se maneja Steven Shaw, el profe sofisticado de natación basada en la Técnica Alexander del que hablaba, un taller de un dí­a para aprender a nadar a braza (unas 8 horas, que incluyen los descansos) cuesta 150 libras cuando a mí­ todo el mes de julio, nadando 3 dí­as 45 minutos me ha costado unos 35 euros…

Si andáis acalorad@s daos una vuelta por este link o por éste a ver si os refrescáis un poco. El segundo enlace tiene una animación gusanil de un nadador haciendo mariposa que a mí­ me hipnotiza…

What You See Is What You Get (Or Is It?)

Lo que ves es lo que hay… o quizá no.

Últimamente ando inmersa en mis lecturas y experiencias relacionadas con la anatomía y la percepción, porque esos temas me interesan y porque por fin estoy yendo a clases de Técnica Alexander. Ayer, tras tener la segunda sesión práctica, que consistió básicamente en observar durante 30 minutos cómo estoy de pie y cómo me siento sin juzgar ni intervenir, bajo la supervisión de la profesora y bajo las ligerísimas modificaciones de la postura que ésta me iba haciendo aplicar simplemente con las yemas de los dedos, al pisar la calle y volver a moverme, correcta o incorrectamente, pero sola, como una escultura exenta a merced de los vientos en medio de Plaza Castilla con sus Torres KIO y su extraño obelisco de Calatrava in progress (ahora es como una cosa horrible con escaleras) y las diversas torres de reciente construcción de esa zona (más info y fotos aquí), decidí comprar el último número de Esquire (Man At His Best) versión española, que he descubierto hace poco.

La cosa es que como todo está conectado, al abrirla me topé con unas fotos-radiografía de un esqueletillo sentado en una silla con su portátil en el regazo en plan “no escondas tus bones” que tenía un aire muy familiar a las fotos de seres humanos vestidos y con carne de los libros de Técnica Alexander que había estado leyendo.

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(Nick Veasey; reproducida en Esquire, Junio 2009, p. 16)

La revista incluía otra foto que mostraba un edificio en plan 13 Rue del Percebe, en versión algo más civilizada, con una pareja de esqueletillos desayunando mientras leen la prensa del día, dos individuos de puro hueso que chocan las manos descarnadas para cerrar un trato en el tercero, otro huesitos agachado poniéndole papel a la fotocopiadora en el bajo, un ascensor que funciona y todo y nadie ha querido alquilar como habitación o al que nadie le ha cortado las cuerdas como hubiera ocurrido en el tebeo español.

13 Rue del Percebe con esqueletos

(Nick Veasey; Esquire, Junio 2009; p. 93; reproducido aquí en virtud del derecho de cita)

Como ves, faltaban el moroso de la azotea, la loca de los animales, y el habitante de la alcantarilla, pero supongo que el autor de las fotografías, un tal Veasey, tampoco quería que le acusaran de plagio 🙂

Nick Veasey es un artista gráfico y publicista inglés, con premios y exposiciones a sus espaldas, al que no conocía (a lo mejor debería ver menos la tele… léase carapantalla) y al que a partir de ahora pienso seguir de cerca. En su página web se puede ver parte de sus trabajos pinchando en la parte de Work. Enjoy!

Y en fin, creo que la revista Esquire ha elegido bien su lema, al menos para este número que incluye el trabajo de Veasy, que reza “Man at His Best”, algo así como “el hombre en su mejor faceta”, “la mejor vertiente del hombre” o algo parecido.

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El rincón del inglés de Elsie

La expresión What you see is what you get (o wysiwyg en versión abreviada) se refiere esencialmente a que la diferencia entre la imagen de algo y ese algo es mínima (o, para los amantes de la precisión y la ontología, que las apariencias de algo presentan pocas diferencias apreciables). Se popularizó en los ochenta aplicado a los ordenadores con el significado de que lo que aparecía en pantalla era lo mismo que se vería en la página impresa, pero previamente se había utilizado en la prensa estadounidense de los 60 para referirse a un tipo de publicidad directa y honesta que no prometía imposibles. También se utiliza para decirle a tu pareja que no piensas cambiar, que “esto es lo que hay”, “me tomas o me dejas”. La explicación detallada, en inglés, aquí.
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Nota sobre ergonomía o fisiología del movimiento. Si F. M. Alexander (un hombre muy radiofónico 🙂 levantara la cabeza y mirara la imagen del hombre sentado con el laptop sobre el lap diría que el cuerpo tiene una cierta gracia en general pero que comete dos errores imperdonables: cruza las piernas (la izquierda sobre la derecha) y pone el portátil demasiado abajo, forzando la cabeza y el cuello a adoptar una postura incómoda. Es posible que señalara otras cosas imperdonables que ahora mismo, a la altura de mi segunda clase práctica, no soy capaz de detectar.

Y bueno, respecto a los personajes de la 13 Rue del Percebe en versión inglesa, cualquiera que lleve una madre dentro se apresuraría a recomendarles que se pongan algo encima, que van a coger frío y que vale que el nudismo esté bien visto en la esfera íntima, eso de sentirse más libre y que la piel respire bien y tal (¿aunque dónde está la piel, por cierto?) pero anda que ir por la oficina en bolas y cerrando acuerdos con clientes también en bolas

Todo está conectado

Como dicen los autores zen, es cierto que todo está conectado. El día siguiente a la emisión de Life en España (ya sabes, la serie norteamericana cuyo protagonista es Charlie Crews, un poli que pasó 12 años en la cárcel etc etc ) me tropiezo en el metro con dos personas que van leyendo libros sobre zen (Zen básico dice la portada de uno de ellos), a uno de ellos creo que incluso le conocí­a: si no me equivoco, era el novio inglés de una amiga de una amiga, de nombre James como tantos ingleses, de piel rosada, alto y tí­mido sobre sus zapatos Clarks, pero como no estaba muy segura, ya que le he visto sólo un par de veces y hace años no me acerqué a saludarle y revelar nuestra (probable) conexión.

Item más, a los pocos días de haberme reunido con Ignacio en vísperas de su vuelta al mundo y haber estado hablando de su experiencia en la capital de Japón, veo en Cuatro el reportaje de Callejeros por el mundo que transcurre precisamente en Tokio. Gran parte de lo que vi me recordó a mi propio viaje a Japón hace unos años y a las observaciones de Don Igna y a las de mi antigua alumna de Español, Yoko (de la que por cierto hace mucho que no sé nada). No pude ver el programa completo, porque era domingo por la noche y los domingos por la noche si estoy en casa veo La chica de ayer , una serie basada en otra realizada por la BBC inglesa (de tí­tulo Life on Mars, aquí­ y aquí­ y aquí ­ información en inglés sobre la versión americana) y que en La Pérfida no me enganchó, porque la pillé ya muy avanzada y el look general no me atraí­a (para lo estático soy poco nostálgica, se ve; aunque también puede ser que la nostalgia British no sea la mía). Pues bueno, la cosa es que el lugar que hace de comisarí­a en la serie es el edificio de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense, lugar en el que estudiaba la amiga de la amiga del novio inglés que leí­a un libro sobre zen. Además, como sabréis, el tí­tulo de la serie, La chica de ayer también es el nombre de una de las canciones más conocidas de Antonio Vega, recientemente fallecido (llevaba años muriéndose).

Vídeo del tema La chica de ayer interpretado por Nacha Pop en el programa 300 millones, ahí­ es nada.

Hay otra línea de conexiones recurrente, la línea rusa: primero la Eurovisión el sábado, el domingo representación en el Pequeño teatro estudio de Chejov de la obra La Gaviota (sobre escritores que dudan de su talento y tienen crisis creativas, como algunos que yo conozco todas las vísperas del concurso de cuentos Javier de Mier :-), una versión muy peculiar porque en lugar de que la adaptación parta de una traducción previa, lo que se ha puesto en escena es la traducción directa del texto por parte del director, un antiguo niño de la guerra; y la semana siguiente el reportaje en la CNN sobre el famoso director de orquesta Valery Gergiev (director artí­stico del teatro Mariinski desde hace décadas; más aquí en inglés) un tipo talentoso y malhumorado, y finalmente el principio de la vuelta al mundo de Ignacio precisamente en Rusia.

Y ya para terminar de cuadrar la cosa, anoche veo en El hormiguero un experimento cientí­fico que explica la teorí­a del caos, según el cual cuando aplicamos energía al caos, éste se ordena. Había dos ejemplos, uno de energía cinética manual con un montón de tapas de plástico y otro con energí­a electromagnética (imanes muy potentes en este caso). Y, claro, no pude dejar de acordarme de lo que nos contaba la profesora de Técnica Alexander el sábado sobre que la técnica lo que hace es introducir orden en los hábitos desordenados, organizarlos. Así­ que me fui a dormir con un libro que se titula El cuerpo recobrado, de Michael Gelb, comprado tras esta clase, y que cuenta que una vez uno desaprende para desenseñar cómo se deshacen las cosas; qué frase más caótica ésta de la ochentera Bola de cristal, empecemos de nuevo: que una vez que uno aprende a inhibir sus propios hábitos desordenados y a darse las instrucciones correctas todo fluye mejor, llega el orden y el movimiento armónico y uno precisa mucha menos energía para moverse, para tocar un instrumento, dirigir una orquesta en el teatro Mariinski o desplazarse hasta Rusia o Japón o hasta la boca de metro de la esquina, para encontrarse con alguien leyendo un libro sobre zen, el día siguiente a la emisión de Life en España.

(Y bueno, suena pelí­n increíble, pero mientras terminaba de editar el artí­culo, en la emisora que tení­a puesta (Kiss FM) ha empezado a sonar La chica de ayer, no es raro teniendo en cuenta su reciente muerte).

Viajes, animales y cuentos

Bueno, mis viajeros “itchy feet” parece que están ya bien embarcados en sus respectivos viajes: Metrolando uno NYish, que vendrí­a a significar en el rango de lo cercano a Nueva York; y don Igna en otro, tipo Willy Fog; podría haber jugado con el foggish y sus connotaciones de niebla, pero no habrí­a sabido si duplicar la g como en inglés o usar la grafí­a española, así que la correctora corta las alas de la narradora y nos quedamos con la versión neutra que no da problemas.

Yo, por mi parte, me he embarcado en un viaje Elsie géneris, que consiste en haber recuperado parte de mi energía pero estar sumida en una alergia masiva que me tiene a un pañuelo pegada, amén de antihistamínicos y colirios, con esporádicas subidas a superficie para tratar de pensar algún tema para mi Javier de Mier, picoteo de cuentos clásicos de ayer y de hoy a ver si se me pega algo (estoy con la antologí­a “Cazadores en la nieve” de Tobías Wolff, traducción de Maribel de Juan; Alfaguara, 1989), y la casi convicción de que el presente carapantallismo (ahora como traductora) terminará chupándome esa energía que estaba recuperando a fuerza de paseos bajo el sol, descanso y visualizaciones de la energía cósmica introduciéndose por mis chakras superiores 😉 (si les parece cómica la frase es que han practicado poco la sonrisa interior últimamente).

Pero en fin, no está el panorama laboral para andar quejándose del exceso de curro de un@ y además en mi condición de freelance (o freelander, según otros) no me queda otra que aplaudir las (supuestas) vacas gordas y guardar cual hormiga para cuando lleguen las flacas, por muy agradable que pudiera ser ejercer un poco de cigarra con este calor (menudo zoo te monta la sabiduría popular a la mí­nima, ¿no?; mientras no haya polen, que es a lo que yo le tengo alergia…).

Pues eso, que supongo que no voy a poder actualizar muy a menudo en los próximos dí­as, pero que sigo aquí­, con mi detector de escaqueadores del Javier de Mier encendido y apuntando en tu dirección :-), por si sirve de algo.

Burgos está en China

De repente a mi masajista burgalesa se le ha puesto cara de china.

“Estás un poco floja”, dice y un instante después, en segundo plano, se oye una versión en chininglish que sentencia “low energy”.

Poco importa que en el primer caso el diagnóstico se haya hecho en pleno Lavapiés madrileño y basándose en el punto reflejo del bazo en la planta del pie y que en el caso de la doctora china (o la cocinera “caní­bal”; “Aceptamos Elsinora como pincho moruno”: parte 1, 2, 3, 4 y final) la escena tuviera lugar en el sur de Londres (exactamente en New Cross) y el diagnóstico se hiciera tomando el pulso en la muñeca derecha con varios dedos y durante un buen rato (mientras yo pensaba, ¿qué esperará oír esta mujer tanto rato en mi muñeca, Radio Pekín?).

La cuestión es que, lo mire por donde lo mire, aquí­ y en Londres, la primavera unida al exceso de trabajo tiende a dejarme la pila interna en modo “replace”, o sea que se impone recargarla. La cosa está más fácil aquí, donde los productos tienen un precio menos desorbitado y donde habitualmente entiendo lo que se me dice y donde supuestamente el sol no es un lujo (y digo supuestamente porque menuda primavera hemos tenido hasta Semana Santa, ni rastro de sol).

Así­ que nada, me estoy dando a los baños de sol, el descanso entre traducciones, los tónicos naturales, la fruta y a un movimiento de Chi-Kung llamado “Rocking” (“mecedora”o “mecerse”) cuyo desarrollo no termino de entender pero que supuestamente da energí­a porque estimula unos centros de acupuntura que tenemos en la planta del pie y que el libro que estoy leyendo llama “Blubbling Spring”. Intuyo que no debe quedar muy lejos del punto reflejo del bazo (en la parte exterior del pie izquierdo, debajo de las almohadillas plantares), así que de nuevo la voz de la medicina china se funde con la de mi terapeuta burgalesa. Para que luego hablen de choque de civilizaciones.