Sobre la muerte de Umbral

Como muchos de vosotros sabréis, el columnista y escritor Francisco Umbral murió hace unos días. No era santo de mi devoción por variadas razones (en lo ético, machista, ególatra, intolerante, maleducado etc, en lo literario me parece que no pasó de prosista), pero sus columnas tenían una garra muy difícil de encontrar en los diarios españoles contemporáneos. Leo en el blog de Escolar este artículo/necrológica del escritor Rafael Reig que enfoca las facetas de una figura como Umbral de manera estupenda, en mi opinión: San Umbral el Estilita
Que lo disfrutéis.

Por otra parte, anoche mientras daba mi paseo nocturno habitual caí­ en la cuenta de que para la mayor parte de la gente esta fecha de principios de septiembre supone el final definitivo del verano y las vacaciones y la vuelta a la normalidad laboral. Me produjo una sensación extraña vivir tan al margen de los ritmos mayoritarios: como no he tenido vacaciones propiamente, tampoco tengo fin de vacaciones propiamente, además de que en Londres las cosas no se paralizan en verano como sucede en España, ya que la gente coge menos vacaciones y más escalonadamente.

Mi cambio de ritmo tendrá lugar en unas tres semanas, cuando quede realmente libre y me lance a explorar Londres como una guiri, cosa que he evitado hacer hasta ahora, “porque al fin y al cabo yo vivo aquí­, soy una londoner”. Por cierto, ya tengo confirmado el alojamiento en casa de mi amiga las dos primeras semanas de octubre. ¡Hurra!

Terapias alternativas

Por razones de salud y curiosidad intelectual llevo unas semanas investigando someramente el tema de las terapias alternativas y de su componente nacional. Me explico, en Reino Unido, lo más de lo más en la medicina alternativa son la acupuntura (Patrick dixit: es buení­iisima cuando le comenté que pensaba recibir unas sesiones para mi contractura) y la técnica Alexander (que aquí­ llaman Alexander Technique: una disciplina que enseña a reeducar las posturas y el comportamiento del cuerpo). En la Pérfida ambas están completamente asentadas y todo el mundo acepta su validez. Para encontrar un terapeuta en Londres, basta con meterte en una página web, teclear tu código postal, y ahí­ te sale un “tecalejandrino” de tu barrio. La terapia emergente ahora es el reiki, pero aún no es demasiado conocido (yo ni siquiera sé exactamente en qué consiste).

En España la acupuntura es conocida, si bien está menos extendida que en Reino Unido, en parte porque la proporción de población asiática es menor. En la “piel de toro” la técnica Alexander le suena a la gente que está metida en terapias alternativas, fisioterapia, medicina del deporte y así­, pero no al común de los mortales, pese a que hay varios libros publicados en español sobre el tema. Por el contrario, la implantación de Pilates en uno y otro paí­s parece semejante.

Me llamaba la atención la reverencia que se tiene en Inglaterra por la técnica Alexander porque en mi visita al fisio/rehabilitador de Madrid (que sabe latí­n y está muy al dí­a) le pregunté qué le parecí­a la técnica dichosa y me dijo que en reeducación postural habí­a cosas mucho más avanzadas, que la TA se ha quedado desfasada. Al parecer ahora se trabaja con cadenas de músculos más que con músculos individuales, como en las propuestas de Souchard , de quien no tení­an nada en la Casa del Libro. Más datos sobre las terapias de Souchard aquí­.

La cosa es que como en mi última escala en Madrid no conseguí­ ningún libro de la Técnica Alexander y sabedora de que gran parte de mi contractura se puede deber a una mala postura al ordenador, pedí­ uno a Amazon, en español, para entender perfectamente cada postura y cada explicación (los libros de este tipo, incluso en español, se vuelven con frecuencia incomprensibles; fotos que no se corresponden con la explicación; pasos intermedios que no se mencionan, así­ que preferí­ eliminar ruido en lo posible: un ejercicio mal hecho te puede fastidiar por una temporada). De los varios tí­tulos que aparecí­an decidí­ quedarme con el original, pensando que lo mejor era ir a las raí­ces, así­ que encargué La técnica Alexander. El sistema mundialmente reconocido para la coordinación cuerpo-mente, firmado por F. Matthias Alexander, padre de la TA (técnica Alexander), y Edward Maisel, compilador.

El libro estaba anunciado para septiembre, pero finalmente me ha llegado hoy. Lo he estado ojeando. La primera decepción es que no viene ni una sola ilustración ni foto, ni explicaciones de ejercicios. Pero vayamos por partes. Por lo que he visto hasta ahora, F. Matthias Alexander (1869-1955), pionero de las disciplinas psicofí­sicas según la contraportada, era un australiano autodidacta e iluminado. De modo somero, parece que la técnica consiste en desaprender malos hábitos de coordinación y posturas. El terapeuta te observará, analizará qué cosas haces mal, y te enseñará a inhibir el impulso de seguirlas haciendo. Se trata de separar la reacción del estí­mulo, para que la consciencia pueda actuar, porque siempre que hay un problema de este tipo (contractura, dolor, incluso tartamudez) el origen es que tu detector corporal está desajustado. Tus sensores no funcionan y te dan la información al revés. Así­ que lo primero es desconfiar de tus sensaciones engañosas, lo siguiente es olvidar todo objetivo o meta (porque te acabarán tensando y la volverás a fastidiar) y ponerte en manos del terapeuta. El te recolocará y te ayudará a que memorices la buena postura o la buena sucesión de movimientos. De esa manera aprenderás los medios-mediante-los-cuales (o un galimatí­as parecido que quiere decir que te centrarás en dominar el proceso antes de lanzarte a alcanzar el objetivo, siendo el objetivo sentarte bien, relajarte cuando hablas en público, proyectar la voz). Para los alexandrinos el malo de la pelí­cula es la búsqueda de objetivos.

No sé si me acabará convenciendo el libro finalmente o no, ya que tiene algunos fragmentos en plan prosa de ermitaño metido en setas que me han irritado bastante, esas frases proverbiales, paradójicas y dispersas en plan literatura sapiencial del todo a cien, como ésta: Todos los malditos locos del mundo creen que realmente están haciendo lo que piensan que están haciendo; o esta otra: Evitan materializar los propios ideales en los que dicen creen, a favor de los principios sobre los cuales trabajan, que plantea muchas preguntas: ¿quiénes lo evitan? ¿por qué lo evitan? ¿es eso bueno, malo o mediopensionista? ¿cómo se trabaja sobre un principio, de pie, de rodillas, a la pata coja?

Las frases aparecen así­, sueltas, y proceden de comentarios realizados en clase por el autor. En gran medida el responsable del galimatí­as es el compilador y no el propio Alexander (por no mencionar las perlas de la traductora, Mª Angeles Garoz Moreno; la traducción en general es aceptable, salvo en estas frases), porque una cosa es decir cosas en medio de un contexto y para un fin inmediato y otra cosa es reproducir las frases sin ese contexto. Recojo más ejemplos al final del artí­culo.

Sea cual sea mi impresión al final, dado que a gente que conozco las sesiones fí­sicas les han ido bien, he querido ver dónde podrí­an tratarme en Madrid. He dado con una web de un tecalejandrino de Barcelona que explica algunas cosas sobre la disciplina y que se formó en Londres, con un discí­pulo de Alexander que trabajó con él. Sucede que el NHS, la sanidad pública inglesa, financiaba la TA hasta hace unos años. Eso explica en parte su implantación. Hasta aquí­ puedo leer. Os dejo con unas bonitas frases del libro en cuestión. Voy a ver si coordino mi cuerpo con mi mente, durmiendo, naturalmente.
————————
Frases extraí­das de La técnica Alexander. El sistema mundialmente reconocido para la coordinación cuerpo-mente. F. Matthias Alexander (autor) y Edward Maisel ( compilador). Paidós Vida y Salud. Barcelona 2006; páginas 75-85.

“No puedes hacer algo que no sabes, si sigues haciendo lo que sabes”.

“La experiencia que tú quieres está en el proceso de conseguirlo. Si tienes algo, déjalo. Conseguirlo, no tenerlo, es lo que tú quieres”.

“No existe la posición correcta, sino la dirección correcta”. (Esta tiene bastante sentido, para variar; sentido y dirección, de hecho).

“Intentar es sólo enfatizar lo que ya sabemos”. (Esta puede ser cierta).

Todo el mundo quiere tener razón pero nadie se para a pensar si su idea de tener razón es cierta. (¿Tengo razón al pensar que es cierto? ¿o es incierto? Mi no entender)

Y también se cura en salud ante las posibles crí­ticas:

Cuidado con la lectura: puede que no lo leas como está escrito. (Acabáramos, así­ cualquiera; y lo malo es que tiene razón, una cosa es lo que alguien escribe y otra lo que otro interpreta y también hay diferencia entre lo que uno cree escribir y lo que en realidad escribe).

¿Qué os han parecido? ¿Cuál es vuestra favorita?

Humor sueco… (final)

Otra aportación genial de F. tuvo lugar hace unas cuantas noches, mientras F. , su amigo músico irlandés y yo cenábamos en la cocina antes de ver “Una verdad incómoda” de Al Gore. La conversación derivó hacia la proporción entre población femenina y la masculina y F. preguntó que si en Inglaterra había más hombres que mujeres o al revés.

La pregunta, viniendo de un adulto occidental con una licenciatura en Negocios/Finanzas, me pareció bastante extraña (a todos nos han dado la plasta con las pirámides de población, en el instituto, la facultad, o hemos leí­do sobre ello en el periódico o visto un reportaje sobre ello en Informe Semanal), pero como estoy acostumbrada a que F. no sepa nada en absoluto sobre la fecundación in vitro, los tratamientos de fertilidad y demás (en realidad no sabe qué es un óvulo (¿se habrá quedado en la explicación de las flores y los insectos?) no me alteré mucho.

La contestación del músico -cuya formación ignoro, pero que suele estar bastante al día- fue sorprendente, citó la proporción de no sé qué ciudad inglesa en la que había muchas más mujeres que hombres -qué sorpresa, por Dios- como en plan anécdota graciosa del Reader Digest y se quedó tan pancho. Nos habí­a ilustrado sobre lo que pasa en la ciudad X, pero ni idea del resto.

Yo, gracias a una iluminación divina que me acometió entre bocado y bocado de salmón Teriyaki, les dije que en general suele ser siempre mayor la población femenina porque es más longeva y por la cantidad de soldados (hombres) que han muerto en las guerras. No quise comentar que hay estudios que vinculan los factores ambientales al incremento del nacimiento de niños o de niñas en un lugar y una época concreta, porque les habría parecido chino mandarín.

De ahí­ el tema derivó a si las mujeres sólo viví­an más tiempo o también eran más fuertes, F. sostuvo con vehemencia que eran más fuertes y en ese momento decidí­ desconectar porque ya había oí­do bastantes tonterí­as por esa noche.

Definitivamente, la lectura de buenos libros es una actividad perniciosa que toda persona sensata debe evitar. Es mucho mejor opinar de cualquier cosa sin saber nada. Los periódicos también son peligrosos: traen palabras con información que puede entrar en conflicto con tus supersticiones y prejuicios. Se empieza leyendo El País o el Guardian y se acaba dudando de la condición satánica de los pelirrojos. Y eso sí que no. Dónde va uno sin esa clase de certezas.

Si quieres que te vean, desaparece

A veces parece que para que los demás reparen en uno es necesario que desaparezca por un tiempo. Ya lo decí­a el narrador de aquella novela titulada “La noche de Gulliver” (Murcia, 2000, IES Castillo-Puche) de una vieja amiga mí­a, Elena Alemany.

Después de casi dos años yendo a la misma tienda casi a diario ayer por la noche el dependiente/dueño, de origen presumiblemente pakistaní­, decidió darme palique. ¿Has estado de vacaciones?, me preguntó mientras le alargaba un bote de leche. Le dije que sí­, que habí­a estado dos semanas en mi tierra. ¿Tú eras de Yugoslavia, no?, me quedé bastante sorprendida con su pregunta (me molestó, de hecho; será la falta de costumbre…), y le saqué de su error explicándole que soy española. Asintió y me preguntó, en español “¿hací­a calor?”. Le dije que sí­. Charlamos brevemente y me explicó que sabe un poco de español, que no lo habla pero lo entiende. Me despedí­ con un “hasta luego” en español para él y un “bye” para el resto de la concurrencia. Un dí­a de estos le preguntaré cómo aprendió español.

Mientras me dirigí­a hacia casa entre las sombras de la noche, con mi botella de leche en su tí­pica bolsa azul y la mochila en la espalda (¿me confundirí­a con alguien de la ex Yugoslavia por eso?, me decí­a- grandota, deportiva y con mi mochila que podrí­a llevar los trastos del baloncesto… ¿o simplemente me ha confundido con otra chavala que sí­ es de la antigua Yugoslavia?), bajo el sauce llorón del parquecito que hay al principio de mi calle, surgió una forma rubia con un perro que me saludó a lo lejos, como deseosa de hacerlo. Reconocí­ a mi vecina Theresa, que vive justo encima de nosotros y a cuyo jardí­n da mi cuarto, en su versión Theresa con gafas. En cuanto estuve más o menos cerca se apresuró a pronunciar la frase mágica: “Have you been away?” (¿has estado fuera?). Le repetí­ la cantinela dos-semanas-fuera-en-Madrid-hací­a-muy-buen-tiempo-mientras-Inglaterra-se-inundaba y luego intercambiamos tópicos sobre que las inundaciones eran una lástima, que este tiempo arruinaba las barbacoas de verano (“los productos de este tipo están rebajados al cincuenta por ciento en las tiendas”, me explicó) y las cenas rápidas pero saludables que nos í­bamos a preparar a toda prisa y cosas parecidas. Evité mencionar la barbacoa de Helen del sábado anterior, porque no sé si se conocen y se llevan bien y si por tanto Theresa habí­a sido invitada o no: aparentemente los únicos vecinos invitados fuimos F. y yo, pero también es posible que el resto no pudiera acudir. En situaciones así­ es cuando uno/a se da cuenta de hasta qué punto está integrado/a en un determinado entorno o vecindario y se congratula de haberse quedado largo tiempo en un mismo lugar, teniendo así­ ocasión de observar el ambiente con detalle y desde dentro.

Elogio de la media distancia (III)

Se me fastidiaron las navidades, porque aunque pude ir a Madrid, tuve que estar muy concentrada trabajando y mis cálculos me hicieron alarmarme respecto a la entrega del essay de enero. Pensé que tendrí­a que pedir una nueva convocatoria. Prioricé completamente el trabajo porque el contrato que firmé recogí­a penalizaciones por cada dí­a de retraso sobre las fechas pactadas y porque me sentí­a más responsable de entregar a tiempo y correctamente algo que era un proyecto común (y con una empresa con la que querí­a tener buena relación en lo sucesivo) que algo que en realidad era un asunto entre mí­ y mis notas. En ese í­nterim murió de forma inesperada un amigo mí­o, hecho que me hizo darme cuenta de que la prioridad máxima no podí­a ser en ningún caso el trabajo, que lo primero era uno mismo y su vida y que las contracturas que yo vení­a experimentando tení­an mucho que ver con pasar muchas horas trabajando pero también con pasarlo todo por el filtro del trabajo. Así­ que decidí­ relajarme un poco, ir a nadar, cuidarme en general, y hacerlo compatible con currar bastantes horas. Mi calidad de vida y mi autoestima mejoró, porque ser un currito en la vida enfrentado a los plazos draconianos no es bueno para nadie, pero seguí­a siendo complicada la situación ya que las fechas de entrega para la tesina y para el proyecto estaban muy próximas en el tiempo.

En una de mis visitas a la facultad en mi versión Elsinora Cadavérica coincidí­ con mi tutora. Le pregunté qué pasarí­a si no entregaba el essay en fecha. Me lo puso muy mal. Me dijo que hiciera lo posible, que pidiera prórroga, que informara de cómo iba avanzando. Que dado que no tenemos exámenes, los essay lo son todo. Este essay en concreto suponí­a la mitad de la nota de una asignatura que tiene poco peso en la nota final, pero eso era irrelevante, creo, porque tienes que aprobar todo para pasar y porque además en los essay anteriores habí­a tenido notas justitas. La cuestión es que aquel viernes me volví­ preocupada, cadavérica de rostro y envuelta en las sombras (era de noche) a mi casa y tomé una decisión. Pedirí­a prórroga en el proyecto y le dedicarí­a hasta cinco dí­as a escribir la tesina y harí­a lo posible por entregar algo que me permitiera no suspender. Habí­a leí­do a ratos desde hací­a semanas y tení­a algunas notas.

Elsinora Cadavérica
Elsinora Cadavérica; foto de Tracy Lundgren – Pixabay

La tarea consistí­a en comparar The Tempest de William Shakespeare con una reescritura en clave contemporánea, postcolonial y en francés de Aimé Césaire, un autor negro de Trinidad. Facilito, vamos. Fue un palizón, pero lo logré, gracias a dos cosas básicas, un par de dí­as que me dio de margen la profesora y el viejo truco de cambiar de actividad: si alternas dos trabajos intelectuales de contenido muy distinto, en cierta manera uno te descansa del otro. Gracias a eso y gracias a mi determinación.

La cosa es que la profesora se quedó muy contenta con el essay, me dedicó un Very good y una serie de comentarios elogiosos que me hicieron pensar que habí­a llegado a la categorí­a de Distinction (a partir de 70 sobre 100; pero lo otorgan mucho menos frecuentemente que el notable en España) de la manera más inesperada y que luego acabaron siendo un Pass alto, probablemente por la opinión del segundo examinador, que no se mostró tan entusiasta con mi escritura, tan lively, fresh e idyosincratic ella. Volví­ al curro con la presión psicológica extra de que me habí­a comido el margen del final en las primeras fases, pero el alivio de haberle dedicado su tiempo al máster.

Y en fin, aunque pareciera imposible, pasados los meses, el proyecto se terminó y cuando me frotaba las manos pensando en unos dí­as de descanso o de ritmo más suave de lecturas para la tesis, surgió otro proyecto carapantallil que no pude o no quise rechazar porque los precios de Londres son matadores. Y aquí­ estoy, disfrutando de un fin de semana de relax antes de ponerme con este nuevo tramo de pluriempleo. Esta vez, sin embargo, la tarea carapantallil es mucho más abordable. Menos mal, porque las muñecas de Famosa no nos caracterizamos por nuestra resistencia fí­sica. Ya os contaré mi experiencia en el taller de muñecas de Famosa de Habib…