A veces parece que para que los demás reparen en uno es necesario que desaparezca por un tiempo. Ya lo decía el narrador de aquella novela titulada “La noche de Gulliver” (Murcia, 2000, IES Castillo-Puche) de una vieja amiga mía, Elena Alemany.
Después de casi dos años yendo a la misma tienda casi a diario ayer por la noche el dependiente/dueño, de origen presumiblemente pakistaní, decidió darme palique. ¿Has estado de vacaciones?, me preguntó mientras le alargaba un bote de leche. Le dije que sí, que había estado dos semanas en mi tierra. ¿Tú eras de Yugoslavia, no?, me quedé bastante sorprendida con su pregunta (me molestó, de hecho; será la falta de costumbre…), y le saqué de su error explicándole que soy española. Asintió y me preguntó, en español “¿hacía calor?”. Le dije que sí. Charlamos brevemente y me explicó que sabe un poco de español, que no lo habla pero lo entiende. Me despedí con un “hasta luego” en español para él y un “bye” para el resto de la concurrencia. Un día de estos le preguntaré cómo aprendió español.
Mientras me dirigía hacia casa entre las sombras de la noche, con mi botella de leche en su típica bolsa azul y la mochila en la espalda (¿me confundiría con alguien de la ex Yugoslavia por eso?, me decía- grandota, deportiva y con mi mochila que podría llevar los trastos del baloncesto… ¿o simplemente me ha confundido con otra chavala que sí es de la antigua Yugoslavia?), bajo el sauce llorón del parquecito que hay al principio de mi calle, surgió una forma rubia con un perro que me saludó a lo lejos, como deseosa de hacerlo. Reconocí a mi vecina Theresa, que vive justo encima de nosotros y a cuyo jardín da mi cuarto, en su versión Theresa con gafas. En cuanto estuve más o menos cerca se apresuró a pronunciar la frase mágica: “Have you been away?” (¿has estado fuera?). Le repetí la cantinela dos-semanas-fuera-en-Madrid-hacía-muy-buen-tiempo-mientras-Inglaterra-se-inundaba y luego intercambiamos tópicos sobre que las inundaciones eran una lástima, que este tiempo arruinaba las barbacoas de verano (“los productos de este tipo están rebajados al cincuenta por ciento en las tiendas”, me explicó) y las cenas rápidas pero saludables que nos íbamos a preparar a toda prisa y cosas parecidas. Evité mencionar la barbacoa de Helen del sábado anterior, porque no sé si se conocen y se llevan bien y si por tanto Theresa había sido invitada o no: aparentemente los únicos vecinos invitados fuimos F. y yo, pero también es posible que el resto no pudiera acudir. En situaciones así es cuando uno/a se da cuenta de hasta qué punto está integrado/a en un determinado entorno o vecindario y se congratula de haberse quedado largo tiempo en un mismo lugar, teniendo así ocasión de observar el ambiente con detalle y desde dentro.
Mire, a mí no hace mucho me tomaron por inglés en un bar de Ponferrada. Es la globalización…
A mí me vienen tomando por nativa de distintos países desde hace tiempo, tanto en España como fuera, pero la casilla de Yugoslavia nunca la habían elegido hasta ahora… Reponemos más Francia, Norteamérica y ¡Brasil! (por el acento).
Y bueno que usted pasara por inglés quizá se deba a los ojos azules… La globalización lleva mucho tiempo entre nosotros. Hace años pasé el verano en Candeleda, pueblo donde solía veranear John Major…