Spam y disfraces nacionales

Tranquilos, mi silencio de estos días no obedece a que haya sido abducida por la secta de los Amigos de los Abrazos, ni por un bucle en el Ahora, ni tampoco por los practicantes de Falun Gong. Lo más parecido a una abducción es lo que experimento al abrir la carpeta de Spam del blog: por alguna razón los dos últimos post se han revelado brutalmente atractivos para las “arañas” de la Red y cada vez que trato de poner orden, la avalancha de centenares de comentarios basura en diversos idiomas me bloquean tanto el sitio como el navegador completo, de manera que tengo que cerrarlo entero y volver a entrar. Si no fuera tan racional pensarí­a que el hiperespacio me quiere mandar alguna señal tipo “deja de postear”, pero…

Fish and chips
El famoso plato inglés de pescado con patatas fritas; Luke Lawreszuk – Pixabay

Ahora que es época de carnavales hay muchos que andan pensando en disfrazarse y dándole vueltas a un posible disfraz. A mí­ se me ha ocurrido imaginarme cómo serí­a un disfraz de inglesa: bastaría con ponerse un escote hasta el ombligo, el pelo alisado en plan brunette de rompe y rasga (la que sea morena; las rubias y castañas claras según el canon deberí­an optar por las mechas), ponerte ocho kilos de maquillaje, taconazos, joyas grandes y minifalda. Luego habrí­a que llevar adosada una pinta de cerveza y una bolsa de chips sabor salt & vinegar, o varios Kit Kat y unos vasitos pequeños de una bebida de color azulado y olor alcohólico (los combinados con alcohol en UK te los sirven con el alcohol dosificado, de ahí­ el vaso pequeño).

Por otra parte, desde mi punto de vista, el disfraz de española presenta más dificultades porque me resulta más difícil vernos a nosotras mismas como un cliché y en realidad casi todo lo que se me ocurre son rasgos por contraste con los británicos.

¿Cómo crees tú que serí­a el disfraz de española? ¿y el de español?

2 respuestas a «Spam y disfraces nacionales»

  1. Fácil: el hombre, de cazador casposo; de macarra de furgoneta blanca: gafas de sol aunque sean las once de la noche, pelo extraño, largo por detrás y corto por delante, perenne cigarrillo (del normal también) en la boca, sudaderas, vaqueros caídos (aunque tengan más de cuarenta años) y saltándose todos los semáforos y pasos de cebra, con la música a toda mecha y gritando más alto si cabe que la música. También de sujeto pulcramente trajeado, con sonrisa profidén, gomina, relojazo y maletí­n repleto de billetes de 200 euros para sus negocios. Mujer: rubia teñida (preferiblemente melenón con ondas a lo Ángeles de charlie), botas de amazona, vaqueros prietos cuanto más bajos de cadera mejor, chaquetita de cuero o de piel entallada (ella no caza, pero se pasa por el forro los derechos de los animales), el inevitable macrobolso tous con el que golpear concienzudamente por la calle a incautos peatones, y mucho oro (alianza, pendientes, cadenas, medallitas de la Virgen, pulseras de santitos, crucifijos,etc). Sí­, vale, es el prototipo de concejala o directora de eventos o empresaria casada con político corrupto que veo en la tele todos los días, pero es que, desde que los españoles nos volvimos locos por el oro (rí­ete tú de la fiebre del oro californiana de 1870)se han triplicado cual virus esas mujeronas rubias. Y visto lo visto, em quedo con las inglesas: a diez grados bajo cero, y con sandalias por la calle. se emborrachan impunemente y gritan mucho; pero al menos se lo pasan bien. Feliz carnaval, y cuidado con intenné, que es más malo que la quina.

  2. Ja, ja, ja. No dejas tí­tere con cabeza, Stacy.
    ¿Alguien quiere retratar a un@ veinteañer@ español@ frente a un@ ingles@?
    Y sí­, cuidado con los internetes que son de la piel del diablo 🙂

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