La cocina de fusión según Elsinora (III)

A todo esto empecé a pensar que los mejillones no son precisamente una comida que le guste a todo el mundo, ni en España ni fuera… por algún motivo había dado por supuesto que a los japoneses les gustan los mejillones pero seguramente lo que ocurría es que yo tenía antojo de mejillones. Mis tanteos para averiguar si a Yoko le gustaban decían que ni frío ni calor, ya se sabe lo expresivos que son los japoneses cuando se lo proponen. En estas estaba, sacando los mejillones y echándoles por encima la vinagreta cuando S. entró como un torrente en la cocina seguida por una mountain bike en vertical que se movía sola. Bueno, eso parecía, detrás venía su Patrick, el primer Patrick, el músico intenso que se supone que es su soulmate pero que le da mala vida a S. “sólo” porque ella se hizo la sorda una vez que él le dijo “Te quiero” a los dos días de conocerla (“y claro, Elsinora, no me conocía, ¿cómo podía saber si me quería o no? y además yo no estaba para esas cosas en ese momento…”). A mí este “pequeño” detalle me lo contó hace poco (como sabéis es disléxica y estas cosas se le olvidan, o ni siquiera está segura de que hayan ocurrido, “estoy acostumbrada a obviar lo que me puede alterar, Elsinora; en mi casa había mucha violencia cuando era pequeña y me he acostumbrado a no ver lo que es desagradable” curiosa teoría, sí señor, enunciada por ese famoso psicólogo llamado El-tocino-con-la-velocidad) con lo cual el monstruo que me había representado cobró una forma distinta.

Sweet basil. Muy aromático. Se usa para pescados y para pasta. Huele parecido al hinojo.

(Aquí me puse creativa con el lemon grass, como si fueran chop sticks (palillos chinos) o los nunchakus de Bruce Lee, pero me salió algo un poco totalitario o fascista… A los símbolos los carga el diablo)

Monstruo o no ahí estaba el tipo, barba pelirroja, pelos despeinados y mountain bike puesta de pie apuntando hacia mí. Me aparté (afortunadamente mi CPU tenía la función de autoconservación todavía activa) y dejaron la bici en el patio. El monstruo pelirrojo vio los mejillones gigantes cubiertos de vinagreta e hizo algún comentario que desembocó en que yo le ofrecí que los probara (nunca te interpongas entre un monstruo y su comida). Así que el primero en probarlos fue quien yo menos esperaba. El tipo hizo gestos entusiastas (no en balde es el músico intenso) y dejó la concha vacía junto al resto (intenso y un poco cerdo, todo hay que decirlo). Desaparecieron S y Patrick y Yoko y yo dejando el pollo del Coop para mejor ocasión, porque aparte de que teníamos mucha comida me sentía incapaz de ponerme a adobarlo y freírlo. Mientras comíamos espiaba los gestos de Yoko para ver si le gustaba la comida realmente o no, porque ella decía que le gustaba con un tono perfectamente inexpresivo, que en un japonés puede significar lo mismo entusiasmo que desagrado. El veredicto es que los mejillones le encantaron, porque se le iluminó la cara cuando le puse el último en su plato, el chorizo lo comía muy rápido y de forma no demasiado correcta para los cánones españoles (le asomaba un poco; los japoneses tienen tendencia a aspirar la comida más que introducirla en la boca por medios más europeos), las aceitunas ni frío ni calor, dijo que le gustaban, pero no les prestó mucha atención, la ensalada le pareció bien, pero no para tirar cohetes (era bastante del montón, la verdad). Así que nada, chavales, animaos a la cocina de fusión que resulta bien, siempre que hagas combinaciones lógicas (el sweet basil se parece al laurel que empleamos en España para los pescados; el lemon grass se parece al limón con el que rociamos los mejillones o al toque ácido del vinagre de la vinagreta; en el fondo la cocina tailandesa y la española se parecen bastante…; lo que puede ser un poco absurdo es juntar cosas que producen un efecto muy parecido, porque se anulan, pero en fin, eso para otro día con menos cansancio y menos dependientas carismáticas).

(Aceite de oliva de Carbonell, variedad Arbequina. No me gusta especialmente, es más, me parece que le da a todo el mismo sabor, un sabor recargado. Me lo traje de Madrid la última vez y nunca mais)

2 respuestas a «La cocina de fusión según Elsinora (III)»

  1. Pues a mi me hubiera gustado probar todo eso, guapa.
    Que te espero aquí para hacer cocina de fusión, o no fusión y si no, nos tomamos una infusión.
    Mil besos

  2. Me han dicho algo de una bullabesa y de segundo conejo al vino… pero me parece que puede ser un poco abuso…
    Un abrazo, voy a ver si ceno mi pasta fresca del Sainsbury, rellena de queso de cabra y pesto, cuece dos minutos y luego le pones su ensaladita…

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