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Pues eso, que estoy de vacaciones desde el dí­a 25, de momento por Madrid, pero pronto haré una incursión en la zona de La Vera Extremeña, para participar en un taller de Chikung, una bonita disciplina china que mezcla el arte marcial con la medicina tradicional parecida al Taichí. Teniendo en cuenta el programa del taller y que mi experiencia en el tema se reduce a una sola clase de dos horas y media con el mismo profesor y algunas lecturas a salto de mata de libros que contienen posturas llamadas Separar el cielo y la tierra, Empujar la montaña con las manos o Saludar para recibir a los inmortales, creo que la perplejidad y el enfoque Mi no entender durante esa semana de taller están asegurados. No sé si en ese bonito valle habrá conexión a internet o si tendré que actualizar a la vuelta…

 

Kungfu
Mohamed Hassan – Pixabay

El Chikung mejora la respiración, el equilibrio fí­sico y mental, la postura e incluso mejora el funcionamiento de órganos concretos (mediante el trabajo con los meridianos y puntos energéticos). Y por último, pero no por ello menos importante, es BONITO. Aunque a algunos les pueda parecer trivial, una de las cosas que me atraen del Chikung (o Qigong que es la misma cosa expresada con otro método de transliteración) es que transmite una sensación de armoní­a y elegancia al que lo ve y supongo que al que lo practica y bueno, también me interesa la interacción cuerpo-mente y el papel de la energí­a (precisamente la sensación de armoní­a y elegancia parte de esa interacción cuerpo-mente, así­ que el hecho de que el Chikung sea “bonito” al final resulta que no tiene nada de trivial).

Por lo que he leí­do, el Taichí­ es parecido pero incide menos en la energí­a y además al ser más dinámico requiere mayor dominio de la coreografí­a de movimientos de cada tabla y tiene lo que los pedagogos llaman una curva de aprendizaje más pronunciada, es decir, que tardas más en dejar de ser un pato mareado y hacer algo que recuerde medianamente a lo que hace el profesor (caso semejante al Pilates; en el caso de la Técnica Alexander, me atreverí­a a decir que lo que es pronunciado es la curva de desaprendizaje: primero tienes que aprender a parar/inhibir los hábitos incorrectos para permitir paulatinamente que lo correcto suceda).

Por si alguno tiene curiosidad por conocer los fundamentos del Chikung (o de la filosofí­a taoísta en la que se basa), o si os han parecido sugerentes los nombres de las posturas y queréis ver una foto de cómo son o conocer otras posturas con nombres más prosaicos (como Sacar un puerro de la tierra seca, por ejemplo) os anoto el tí­tulo de dos libros sobre el tema. “Conocer el Taoí­smo. Historia, filosofí­a y práctica“. Maestro Tian Cheng Yang. Ed. Kairós, Barcelona 2003. Tí­tulo original: Xiu Dao Ru Men; no consta el traductor. Este libro tiene un enfoque más general que también abarca el Taichi, feng shui y la meditación y el segundo tí­tulo es “La raí­z del Chi Kung chino. Los secretos del entrenamiento Chi Kung” del Doctor Yang Jwing-Ming. Ed. Mirach Madrid, 1995. (Tí­tulo original “The Root of Chinese Chi Kung. The Secrets of Chi Kung Training”; traducción de Juan José Alonso Rey).

Un dí­a especial: sobre el tamaño y la importancia relativa de las cosas

¿Qué hace una persona “normal” el día de su cumpleaños si dispone de unas horas libres mañaneras? ¿Irse a un Spa? ¿A la pelu? ¿Tomarse unas copas? ¿Irse de paseo al parque o a montar en bici? ¿Dormir hasta la hora del aperitivo? ¿Leer en la cama hasta la hora de comer? ¿Ir a una cita exprés? ¿A la sesión matinal de un cine? ¿Entregarse al azar y dejarse llevar? ¿Qué harías tú? ¿Te consideras normal? ¿Te gustarí­a serlo?

Peluquería
Mohamed Hassan – Pixabay

Elsinora, que muy normal no es, dedicó las primeras horas de su cumpleaños a ir al Corte Inglés. A comprarse algo para ella, diréis. A darse un homenaje, como se suele decir. Pues no, a comprar el regalo para el profesor de Pilates, ya que se lo habí­an encargado. La cosa es que aunque yo no lo sabí­a cuando acepté el encargo de la sargento de clase de ocuparme yo del regalo (la sargenta tiene un problema de cervicales, así­ que no me sublevé ni le dije que la sargentez bien entendida empieza por uno mismo; o que mandar es servir; esas cosas que uno debe soltarle a los sargentos y sargentas que se te presentan en la vida con la sonrisa más grande que se pueda) resulta que el último dí­a de clase era el dí­a de mi cumpleaños y por circunstancias de agenda, al final el mejor momento para ir de compras era precisamente la mañana de mi cumpleaños.

Así­ que ahí­ estaba yo muy seria en el Corte Inglés de Castellana, en la zona de deportes, viendo camisetas mientras mi móvil sonaba, calculando mentalmente la talla de mi profe de Pilates y pensando combinaciones que dieran por resultado los 65 euros que tení­a de presupuesto. Se ve que mis lecturas de libros sobre cuerpo-mente, disciplinas orientales y demás han dado sus frutos, porque me parecí­a que habí­a algo muy acertado en dedicar unas horas de mi cumpleaños a comprar un regalo para alguien (y otras para dárselo), sobre todo teniendo en cuenta que el Pilates para mí­ fue un descubrimiento y que este profe concretamente es un profe peculiar, que igual te pone a hacer meditación o a repartirte abrazos, que a hacer abdominales o a hablar de pelis (o te llama torpe descoordinada y debilucha sin remedio; que es muy de venadas este hombre como buen Sagitario) o te obliga a hacer pesas tumbado sobre un churro que sólo te sujeta la columna vertebral y que se menea como un demonio, con la intención evidente de que te caigas y te rompas los piños, con la excusa de que si no tienes equilibrio la culpa es tuya por no practicar y por no contraer las abdominales y el transverso.

La cosa es que al final encontré una camiseta superchula de Puma, roja, que poní­a Ducati en letras de diversos tamaños que le tení­a que gustar seguro a alguien que tiene una moto roja. Elegí­ una M y me la probé. Me sobraba un poco de hombros, así­ que como el tipo está cachas pero no es muy grande, pensé que serí­a su talla. Así­ que pagué tan contenta por mi hallazgo y fui en busca del regalo complementario de veintitantos euros que necesitaba para redondear el presupuesto. Querí­a comprarle un libro (cómo no) y no un libro cualquiera, sino alguno de Eckhart Tolle, el autor de El poder del ahora, tí­tulo que nos recomendó muy fervientemente el profe de Pilates, porque hay dos libros que desarrollan la idea de ese primero que se vendió como churros en USA y que el Times recomendaba.

Ilustración de una postura de Pilates
Serena Wong – Pixabay

Puede que el sector editorial esté en crisis en España, pero la planta de libros estaba mucho más llena que la zona de deportes (qué gozada ir de compras por la mañana en dí­a laborable, por cierto). Pero en el Corte Inglés de Castellana sólo tení­an El poder del ahora y ninguna de sus secuelas, así­ que finalmente le compré el último CD de Enya, que además de tener justo el precio que necesitaba sabí­a con seguridad que le gusta porque nos pone algunas canciones de ella durante las clases. Ya sólo faltaba comprar una tarjeta. Encontré una muy apropiada tras mucho buscar entre decenas de tarjetas de felicitación de cumpleaños, de boda y de jubilación.

La tarjeta le hizo mucha gracia, el CD de Enya le gustó y resultó ser el único que no tení­a y la camiseta le gustó también pero al parecer sólo le valdrí­a como camisón. Resulta que mi profe de Pilates, que aparentemente está bastante cachas (pese a ciertas redondeces en la tripa) usa una talla S (small) o XS (extra small) para las camisetas. Lo que aprende uno con estas cosas: llevo dos años con un profe de Pilates que es una micromachine y yo sin darme cuenta. Cierto que es más bajo que yo, pero es que yo soy bastante alta. En fin, si un micromachine puede parecer atlético, todos podemos parecerlo con el atrezzo preciso.

A mitad de mi café con leche y de las protestas del grupito contra los gestores municipales de nuestro polideportivo suena el móvil. Es un amigo que vive fuera y al que hace meses que no veo, pero que casualmente hoy está en Madrid por trabajo y que me llama para decir que finalmente se podrá escapar un rato para que nos veamos. Es una noticia excelente. Trato de aprovechar la ocasión para que se nos una una tercera persona, una amiga de la facultad a la veo poco, aunque trabaja al lado de mi casa, pero al final me cuenta que no puede. Mis compañeros de mesa han dejado momentáneamente de criticar la gestión del polideportivo para criticar a los bancos. Yo les escucho tranquilamente y voy sacando mis conclusiones.

Regalo
Mohamed Hassan – Pixabay

Lo más gracioso de todo fue que la camarera del Café & Té, al ver cómo le dábamos regalos y una tarjeta de felicitación al profe creyó que era su cumpleaños (aunque era el mí­o) y se lo preguntó. ¿Es tu cumpleaños? -dijo ella con aire inocente y con su cara algo infantil. ¿A ti qué te importa?, contestó el monitor que dedica dos horas todos los sábados a cultivar su espí­ritu y meditar y que lee muchos libros profundos sobre la armoní­a del universo, con poco aprovechamiento, por lo que se ve. “No”, contestó ella, es que como te regalan cosas. Aquí­ tercia la sargenta: “Es su cumpleaños”, dice mientras me señala. La camarera me tiende una careta de cartón con la cara de un ratón mientras explica: “Yo lo preguntaba por daros esto”.

La careta tiene una de las gomas fuera de sitio. Me pongo a arreglarla maquinalmente con el propósito inconsciente de ponérmela (si es que puede haber propósitos inconscientes; a ver qué opina mi profe de Técnica Alexander), como si el desaire que le ha hecho el profe de Pilates a la camarera tuviera que compensarlo yo poniéndome la careta infantil o como si el hecho de cumplir años y estar en plan positivo me obligara a no cerrar ninguna puerta antes de haberla franqueado.

Justo cuando me la voy a poner veo que es una publicidad de una pelí­cula de dibujos las navidades de 2008 y además no es especialmente graciosa, así­ que caigo en lo absurdo que es ponerme una careta semejante sólo porque la camarera haya creí­do que mi profesor esté de cumpleaños. Me siento momentáneamente como una madre que termina limpiando lo que ha manchado el pequeño, comiéndose lo que ha dejado a medio comer el mayor y apaciguando el cabreo absurdo del marido con su jefe (o con la camarera) en aras de la armoní­a familiar (o del universo, si a eso vamos).

Estiramiento lateral
Mohamed Hassan -Pixabay

Pienso todo esto tranquilamente mientras alejo de mí­ la careta, despacio, y comento en tono tranquilo que es una publicidad de una pelí­cula navideña del 2008. Eso acentúa la indignación de mi profesor seudo-zen y “encima eso, publicidad, si es que ¡qué cotilla es la gente en España!, a ella qué le importará si es mi cumpleaños o no y todo para darme una publicidad antigua”, incapaz de ver la situación de una forma global y ponerse en la piel de los demás por un momento.

Hay varias cosas evidentes para cualquier observador medianamente atento, como que la careta era para dar a los niños de cumpleaños o de celebración, que se quedó ahí­ guardada por simple olvido o porque al resto de camareros les daba apuro darlas, que Café & Té no tiene obligación alguna de darte un regalo de cumpleaños (especialmente cuando no lo estás celebrando) y que en fin, la camarera tiene rasgos fí­sicos que hacen pensar en una minusvalí­a psí­quica y que en todo caso lo ha hecho con la mejor intención. (Y también que para cotilla, mi profesor de Pilates que se pasa las clases marujeando sobre nuestros trabajos y demás y contándonos su vida a la mí­nima oportunidad).

Así­ que pagamos, nos deseamos mutuamente un feliz verano, me agradecen haberme encargado del regalo y nos separamos. Llevo la careta en la bolsa que antes contení­a el regalo para el profesor; la he guardado para mi amigo, que tiene un crí­o de un año y medio y que a buen seguro la disfrutará, sea o no su cumpleaños, y sin importar que se trate de la publicidad de una pelí­cula atrasada.

No puedo dejar de preguntarme si el libro que con tanto entusiasmo nos recomendó el profe de Pilates, El poder del ahora, y que habla sobre la conveniencia de crear un espacio entre las emociones inmediatas y uno mismo y evitar convertirte en tus juicios, estaba escrito en el mismo idioma para él y para mí­, porque tengo toda la impresión de que él no ha entendido nada… o quizá soy yo quien no ha entendido nada. Pero en todo caso, esto de los regalos va por barrios (como decí­a Gila de la risa): el micromachine me regaló el descubrimiento de un libro magní­fico al que yo no habrí­a llegado por mí­ misma y yo le regalé unas horas de mi atención el dí­a de mi cumpleaños al micromachine, la camarera me regaló una careta que yo a mi vez regalé a mi amigo (a su hijo) y éste a su vez me regaló su visita relámpago a Madrid el dí­a de mi cumpleaños.

Y sí­, es cierto, todo está conectado y todo tiene una cierta armoní­a si uno se para a verla y se concede espacio para ello.

Burgos está en China

De repente a mi masajista burgalesa se le ha puesto cara de china.

“Estás un poco floja”, dice y un instante después, en segundo plano, se oye una versión en chininglish que sentencia “low energy”.

Poco importa que en el primer caso el diagnóstico se haya hecho en pleno Lavapiés madrileño y basándose en el punto reflejo del bazo en la planta del pie y que en el caso de la doctora china (o la cocinera “caní­bal”; “Aceptamos Elsinora como pincho moruno”: parte 1, 2, 3, 4 y final) la escena tuviera lugar en el sur de Londres (exactamente en New Cross) y el diagnóstico se hiciera tomando el pulso en la muñeca derecha con varios dedos y durante un buen rato (mientras yo pensaba, ¿qué esperará oír esta mujer tanto rato en mi muñeca, Radio Pekín?).

La cuestión es que, lo mire por donde lo mire, aquí­ y en Londres, la primavera unida al exceso de trabajo tiende a dejarme la pila interna en modo “replace”, o sea que se impone recargarla. La cosa está más fácil aquí, donde los productos tienen un precio menos desorbitado y donde habitualmente entiendo lo que se me dice y donde supuestamente el sol no es un lujo (y digo supuestamente porque menuda primavera hemos tenido hasta Semana Santa, ni rastro de sol).

Así­ que nada, me estoy dando a los baños de sol, el descanso entre traducciones, los tónicos naturales, la fruta y a un movimiento de Chi-Kung llamado “Rocking” (“mecedora”o “mecerse”) cuyo desarrollo no termino de entender pero que supuestamente da energí­a porque estimula unos centros de acupuntura que tenemos en la planta del pie y que el libro que estoy leyendo llama “Blubbling Spring”. Intuyo que no debe quedar muy lejos del punto reflejo del bazo (en la parte exterior del pie izquierdo, debajo de las almohadillas plantares), así que de nuevo la voz de la medicina china se funde con la de mi terapeuta burgalesa. Para que luego hablen de choque de civilizaciones.

Falta de distancia o ¿qué me pasa, doctor?

Es posible que me esté excediendo en mi afán por ponerme en forma y por armonizar cuerpo y mente y que me haya sumergido en una realidad paralela. Y si no juzgad vosotros mismos. Cuando me enteré del amago de infarto de Garzón, la primera idea que me vino a la cabeza fue que le habían amenazado o que habí­a “pinchado en hueso” (léase descubierto que alguien muy gordo estaba inculpado) pero en seguida me dio por pensar que fuera como fuese, los problemas de Garzón se resolví­an con un poco de dieta, ejercicio y Chi-Kung. No hay más que ver su torso orondo, su cuello grueso, su cara regordeta de monaguillo crecido para darse cuenta de que su circulación y su corazón no van demasiado bien. Tiene el yin y el yang de lo más revuelto, la parte femenina y masculina desequilibrada y la parte activa y pasiva amontonada y los canales o meridianos nada fluidos ni armonizados.

De hecho un poco de vida sana y Chi-Kung o Taichí le habrí­a evitado hasta el asunto de la cacería. Con tanto ejercicio y meditación, ¿quién tiene tiempo y ganas de ir conspirando y matando bichos por esas fincas de Dios? Y de esta forma tampoco se hubiera comido después los jabalíes protegidos y no le hubiera subido el colesterol ni la bilirrubina, ni a él ni a los del PP.

Touriño también se podría beneficiar de un poco de sabiduría oriental, centrándose más en la esencia y menos en el precio de las cosas, o viajando en bicicleta o “rickshaw” en lugar de en su coche de precio millonario. Y a IbarretxeMister Spock un poco de respiración profunda y de enraizamiento con la realidad no le vendría nada mal.

El poder del ahora

Andaba yo enfrascada en un libro sobre lo importante que es centrarse en el momento presente cuando me llamó una amiga para retrasar el futuro encuentro de esa misma tarde. Dijo que iban con retraso, pero que me avisarí­a cuando salieran de casa. Así­ lo hizo al poco rato:

Ahora salimos” -dijo y su “ahora” brilló como una estrella-  calcula media hora.

Seguí­ leyendo con avidez y premura aquellas reflexiones de Eckhart Tolle sobre lo esencial que es vivir el ahora y lo mucho que le centra a un@, hasta que un sexto sentido intemporal me dijo que era hora de marcharme.

Ajena al pasado reciente en el que habí­a sacado la cartera del bolso, cogí­ a toda prisa el bolso y me fui. Una vez en el metro, extrañada por lo poco que pesaba, descubrí­ que en el ahora mi bolso no tenía ni dinero, ni tarjetas de crédito ni el DNI. Suelo llevar el bono de transporte aparte, de manera que él y yo coincidimos en el presente sin problemas.

Reloj de arena
Nile – Pixabay

Llegaba tarde (qué pensamiento más poco apropiado si uno está centrado en el ahora, me dije, y qué poco respetuoso con el ahora de los demás es llegar tarde a una cita, añadí­; desde aquí­ mis disculpas a los afectados, pero es que estaba enfrascada en el Ahora impreso en papel) así­ que, aunque me pone muy nerviosa ir sin documentación y sin dinero (o mejor dicho, a la Elsinora del ayer le pone muy nerviosa), pensé que mis amigos podrían invitarme a un café sin mucho problema y acepté mi ahora tal cual vení­a: un bolso que contení­a sólo un paquete de pañuelos de papel, un cacao para los labios y un móvil y ni siquiera un triste boli y una libreta.

En fin, quizá sea momento de empezar a tomarme mis lecturas de un modo menos literal. Empezaré desde ahora.

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Eckhart Tolle ha publicado varios best seller de literatura espiritual o autoayuda en los que señala la importancia de centrarse en el momento presente. El primero y más conocido es “El poder del ahora”, que fuera récord en ventas en las listas del New York Times y uno de los libros favoritos de Oprah Winfrey, by the way. El que yo estaba leyendo era una de las obras en las que profundiza en el tema: “Un nuevo mundo, ahora” (ya que la obra “inaugural” de 1999, ahora está agotada).

(Este post va dedicado a mis compañeros de “fechorías” en el ahora de ayer; que sigue siendo el ahora de hoy, pese a lo que Tolle pueda opinar…).