Back in Madrid

Cuando se despertó, las trece cajas seguían ahí­, y el olor a Londres. La habitación, por el contrario, se parecí­a sospechosamente a la que ella solía tener en Madrid, y por otra parte la gran maleta gris ceniza permanecía muy digna y oronda, con sus treinta kilos por bandera y su cremallera incitante. Aquello era confuso. Olía como en su casa de Londres, pero el suelo era de madera y el cielo estaba despejado y luminoso.
No había dormido muy bien, quizá porque arrastrar maletas de treinta kilos por Londres no es lo mejor para los músculos de los brazos y los hombros, o quizá por todo el peso psicológico del cambio de vida. Me sorprendió ver una España bastante verde en las inmediaciones de Madrid. Según nos acercábamos a Barajas, terminó de caer la noche, y las carreteras se llenaron de figuras diminutas con diminutas luces amarillas. El trazado de carreteras parecí­a moderno y bien hecho pero era evidente que habí­a atasco en la entrada y salida a Madrid.

Volver en taxi a casa nos va a llevar un buen rato y más euros de lo normal, pensó mi lado pragmático, rompiendo el lirismo de la escena.

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