Debates aquí­ y allá (parte I)

Vi el debate entre Hillary Clinton y Obama en Austin, Texas el pasado jueves. En esencia, lo que me llamó la atención fue la mayor agilidad del formato y los candidatos, la mayor espectacularidad y el mayor grado de intervención del público (en mi barrio los habrí­an llamado cantosos, pero con la flema que me he traído de La Pérfida se convierten en personas altamente motivadas y muy dotadas para la reacción sonora y gestual).

Hillary entra mal por el ojo, porque tiene un cierto aire de maestrilla burguesa estomagante que sus intervenciones no son capaces de mitigar, pero a cambio tiene mayor experiencia y hasta ahora mayor apoyo por parte del establishment demócrata. Por el contrario, Obama es lo que los anglosajones llaman a natural del escenario: suelto, flexible, se encuentra a gusto en su piel y recuerda mucho a esos gimnastas que enlazan una pirueta con otra sin aparente dificultad. Estoy segura de que Mathias F. Alexander lo pondrí­a como ejemplo de cuerpo que se mueve con armonía y que a Joseph Pilates le encantarí­a tenerlo como alumno. (Por otra parte, hace unos meses, en el show de Ellen, se arrancó a bailar con bastante gracia y elegancia unos bailecillos con mucho movimiento de pelvis).

Discusión
Kristin Baldeschwiler – Pixabay

Dejando lo frívolo y lo gimnástico aparte, el calificativo que más se le aplica es inspiring y creo que es ajustado: Obama tiene algo que te lleva a creer que las cosas se pueden mejorar, aunque si uno analiza no aporta ninguna prueba de que realmente sepa qué hay que hacer. Para eso ya están los técnicos, dirán algunos.

Ninguno de los candidatos demócratas fue capaz de detallar en qué consisten sus planes para la cobertura sanitaria que propugnan, y parece que en realidad ninguno tiene claro la magnitud de una medida de ese tipo, pero Obama insistía en que el modelo de Clinton implica que los ciudadanos compren ese derecho (purchase, decí­a él), mientras que su propio modelo es menos universal pero a cambio no requiere esa compra, sino que se basa vagamente en reducir el costo de materiales y procedimientos aplicando criterios de mayor eficacia y probablemente una política de genéricos.

También salió a colación lo del supuesto plagio de los discursos de Obama. El candidato afroamericano lo gestionó bien, ayudado por el arrebato de maestrilla de Hillary.