La ballena contra los malvados anacolutos

Si se me ocurre cerrar los ojos por un instante pasan dos cosas. La primera es la invasión de sonidos: mis oídos se llenan de carcajadas, oigo a gente chasquear la lengua, abrir latas de refrescos, teclear mensajes en su móvil, hablar por teléfono, farfullir y mascullar “qué mierda” y otros tacos, oigo a alguien sorber y a alguien masticar kikos y patatas fritas ruidosamente. Mi nariz se llena de olor a kikos y pipas rancias.

bolsa de patatas fritas

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¿Es un pájaro, es un avión? No, ¡es un anacoluto!

¿Es un pájaro, es un avión? No, ¡es un anacoluto!

¿Cómo saber que te encuentras ante un verdadero anacoluto? Es fácil. Cuando estás en clase con uno de estos curiosos especímenes, cada cierto tiempo suena una campana indicando que alguno ha recibido un mensaje. Cada cierto tiempo le suena el móvil a algún ejemplar y el anacoluto sale del aula para seguir hablando. Es característico además de los representantes de esta especie que no estimen necesario localizar el móvil cuanto antes ni por supuesto abandonar el aula rápidamente, sino que más bien encuentren divertido llenar de ruido la clase.

Redes sociales en el móvil

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