Concurso de camisetas mojadas

Cómo cambian los tiempos. Quién me iba a decir que tendrí­a mi primer concurso de camisetas mojadas en medio de este invierno gélido que estamos viviendo. Y que además serí­a a las nueve de la mañana y en un grupo en el que hay varias abuelas, y en un polideportivo municipal, ¡dónde vamos a ir a parar!

El dí­a anterior el profe habí­a escrito simplemente en la pizarra blanca: “El miércoles traed una camiseta”. Hasta entonces habí­a pensado que se trataba de una pizarra más bien inofensiva. A veces resulta muy cómica, porque los muñequitos que el profe hace para ilustrar los ejercicios difíciles con frecuencia no tienen cuello o tienen unos brazos excesivamente largos y otras veces sencillamente son pizarras agotadoras, porque reproducen pirámides con pautas de nado continuo que suelen requerir mucha resistencia.

Esa misma mañana, de regreso a casa, corrí­ a meter una camiseta en la mochila antes de que se me olvidara. Anduve dudando entre varias, porque tengo un montón y muchas de ellas muy bonitas, pero al final elegí­ una sencilla y amplia, de color morado y con un rótulo grande en verde que dice Ciao a la altura del pecho. Imaginaba que la camiseta serí­a para hacer ejercicios en seco, como hemos hecho otras veces en el grupo anterior, con lo cual lo mejor era elegir algo cómodo.

Llegado el famoso miércoles, me quité todas las capas hasta quedarme en bañador y luego me puse la camiseta encima, intrigada respecto a qué harí­amos de esta guisa y al mismo tiempo contenta de tener un poco de variación.

Una vez en el recinto de la piscina, lo primero que vi fue a una de las abuelas con una camiseta mojada semitransparente pegada al cuerpo -pero claro, tení­a el bañador debajo. “Me la ha dejado el profe”, me explicó. “¿Mojada?”, le pregunté con extrañeza. “Sí­, mojada”; contestó. Un poco más allá vi a otra abuela, más mayor, con otra camiseta mojada pegada al cuerpo y una gran sonrisa. Por más que busqué no vi ningún jurado tomando notas ni tampoco la pizarra recogí­a votaciones sobre las cualidades de los bustos presentes. La perplejidad aumentó al ver que los pocos hombres del grupo también vení­an con su camiseta, con diverso grado de humedad.

“Al agua, rápido”, dijo el profe con una gran sonrisa. Y en fin, como dicen que donde fueres haz lo que vieres, me fui a la ducha, con mi camiseta morada tan mona, y ahí­ me puse hasta que terminó bien mojada y bien ceñida y luego me tiré al agua, deseándome suerte a mí­ misma en aquella competición cuya naturaleza exacta desconocí­a, pero de la que sabí­a que implicaba ponerse una camiseta mojada.

No tardé mucho en descubrir que aquello iba de camisetas mojadas y de competir, pero no exactamente en función de tus encantos pectorales. La cosa tení­a más que ver con tus habilidades para avanzar rápido a pesar de la esponja móvil que se te iba llenando de agua y entorpeciendo tus movimientos todo el rato. Es como si una especie de medusa textil fuera acompañando tus movimientos.

En fin, deseé que mi camiseta morada no destiñera y me puse a la tarea del crol con respiración bilateral, tarea que, huelga decirlo, me tomé muy a pecho. La modestia no me impide confesar que yo y mi camiseta pronto tomamos la delantera quedamos de las primeras¦ y que ambas nos pusimos moradas, cada una a su manera. Las abuelas también se lo pasaron muy bien, a juzgar por las apariencias.

Hay que ver lo que ha cambiado la pedagogí­a deportiva…

3 respuestas a «Concurso de camisetas mojadas»

  1. Jo, que sexy…
    Pues para que lo sepas, además de un proyecto de supersirena, Rubén me ha nombrado estrella para el casting de burbuja Freixenet del año que viene y estamos ensayando el numerito. Ya me sale levantar la pierna a lo Mengual, regular nada más, pero me sale…
    Para evitar agobios de última hora, ya he encargado el bañador dorado de lentejuelas.
    ¿Cómo te quedas?
    Besos, guapa.

  2. Me quedo encantada por ti, pero también algo inquieta dados tus antecedentes, si te soy sincera.
    Prométeme que antes de la gran gala Freixenet harás varias pruebas ante testigos de confianza con el bañador nuevo de lentejuelas, no vaya a ser que te lo pongas otra vez al revés y tengamos natación lolas-sincronizada 🙂 como tú dices.

  3. Ja, ja, ja, ja…
    Tienes razón, guapa. Prometo ponérmelo antes.
    No vaya a ser que con el despiste monte un peep-show.
    ¿Estás bien?

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