Tras semanas de fresco y lluvia el sol ha vuelto a Londres. Lo de llevar jersey y paraguas en julio se acepta de manera distinta en función de la nacionalidad y la especie: lo que para los humanos nativos de la Pérfida es una molestia fácilmente soportable, para los latinos infiltrados es algo más difícil de llevar. Por su parte, los insectos y otros invertebrados consultados se mostraron bastante contentos con esta climatología sombría: se refugiaron durante la lluvia, pero tenían comida fresca esperándoles en las plantas y flores circundantes. Las nudistas babosas salían a pasear con frecuencia acompañadas de sus formales primos los caracoles. Las moscas, mosquitos y avispas se dejaban ver poco, pero mentiría si dijera que los echaba de menos. Dentro del ámbito de los vertebrados locales, los pájaros estaban contentos en sus árboles bien regados, y también las ardillas. Y en cuanto a mí, en fin, como mamífera bípeda racional que soy tenía otro tipo de problemas que no vienen al caso.
La cuestión es que alentada por la vuelta del tiempo primaveral (en mayo tuvimos treinta grados varios días) y sin reparar mucho en ese mundo paralelo de invertebrados del jardín inglés, hoy martes he decidido recuperar mi costumbre de comer en el jardín frontal, por aquello de que el sol es muy bueno y que la naturaleza relaja y que el biorritmo y que si estas paradas van bien contra el estrés, ilusa de mí.
La primera decepción fue comprobar que no es lo mismo comer en un jardín que comer en una selva: lo que algún día fue un bonito césped, a fuerza de no cortarlo se ha convertido en una realidad verde inescrutable. El césped espeso oculta todo tipo de seres arrastrantes y voladores y a la hora de sentarte o tumbarte no sabes tampoco si habrá piedras o caracoles bajo el lecho verde. A estas alturas espero que haya quedado claro que comer sobre una selva no es una experiencia relajante.
La combinación de lluvia en días anteriores y sol después es explosiva: los insectos tienen flores, frutos y todo lo que quieran y el sol les activa la melatonina como a los humanos. Gritan “¡fiesta, fiesta!” (en La Pérfida, “party, party”) y se engalan patas y aguijones. “He visto dos brazos al aire por allí”, dice una avispa, con voz excitada. “Y yo dos piernas”, le contesta la araña. “Me pido el cuello”, dice un mosquito zumbón, cual politicus vulgaris. ¡Party, party! Dicen al unísono los insectos del jardín.
Mientras tanto, ignorante aún de que soy la comida tan apetecida por estos bichejos, descarto la opción silla de plástico porque la bandeja es muy aparatosa (qué habrá hecho F. con la otra, me digo), y me decido por la opción manta-doble-sobre-el-césped. Imaginaos mi momento de relax: tendida sobre una manta, sosteniendo la bandeja sobre el regazo con el pollo al horno y la ensalada y rodeada de abejas, avispas y arañas. Suena muy relajante, ¿a que sí?
Mujer de recursos, y conocedora de la importancia de la respiración diafragmática para relajarse, lo he llevado bastante bien: cuando tras esquivar un par de avispas y un bicho del mismo verde que el césped y múltiples patas, al descubrir una araña sobre una pierna sólo he proferido una palabrota en español y en voz baja y (había una niña cerca y no es plan que me acusen de mala influencia estos ingleses puritanos) y con toda frialdad he posado la bandeja a un lado y he mandado a la araña a Burgos con la ayuda del mango del cuchillo. Que el cuchillo decidiera acompañar a la araña se debe a un error de cálculo (o a las ganas de viajar del cuchillo) y no a un miedo incontrolable, quede claro. Sólo porque fuera la primera vez que viera ese tipo de araña cabezona no significa que estuviera acongojada, las arañas son nuestras amigas, ¿no?
Por supuesto, el café me lo he tomado “indoors”, considerando que había tenido bastante Abeja Maya en versión 3D por el momento y que rodearse de insectos sanguinarios no es lo ideal para desconectar del estrés de la tesis. Aunque tras tanta aventura creo que lo suyo hubiera sido prepararse una tila.
Odio todo tipo de insecto maleante. Especialmente las cucarachas!! Pero no debe ser muy satisfactorio ver una araña con la cabeza de una patata.. :S No me quiero imaginar que insecto verde será el que andaba entre tu relax y el cesped..
Saludos!
La cabeza no era gigante, pero sí más grande de lo normal por eso digo que el cuchillo voló por propia iniciativa
;-))
Y sí, cucarachas, puag…