Un limbo de ochos e iones

El limbo existe. El miércoles me levanté con la garganta irritada e inflamada. Horreur, me dije, porque yo antes de la contractura solía agarrarme unos cuantos catarros fuertes al año, con especial tendencia a la faringitis. Sin embargo, desde que Miss Contractura se vino a vivir conmigo (llevamos cohabitando más de un año) Miss Faringitis elegantemente se retiró a un lugar lejos de los focos. Así­ que este otoño-invierno al volver a Madrid veía con sorpresa cómo a mi alrededor iban cayendo todos mientras yo seguía tan pichi, bueno, todo lo pichi que me permitían mis movimientos de muñeca de Famosa (Miss Contractura es persistente).

La cosa es que al mínimo síntoma saqué el arsenal, que consistí­a en lo siguiente: ionizador, humidificador, mucolí­tico (acetilcisteina, léase Flumil o el genérico), un jarabe a base de plantas, caramelos masticables de Propólis (un antibiótico natural que se extrae de los panales de abejas) y vitamina C, gárgaras con zumo de limón, lavados nasales. Algunos me llaman radical, pero no creo que esté justificado: si tienes los medios ¿por qué no los vas a usar?

Las medidas anteriores iban acompañadas por bastantes horas de cama, lectura de “Breve historia de casi todo” de Bill Bryson (muy recomendable, por cierto) y de vez en cuando un Sudoku en la Nintendo (por cierto, he sido promocionada al coche y el tren). Así que no es extraño que con tanto ionizador del ambiente y tanta lectura sobre la estructura del átomo acabara yo misma convertida en un átomo compuesto por amígdalas irritadas pero tan domesticadas que no podían expresar su irritación, por efecto de la lluvia de átomos de ácido limón y en un ambiente con nivel de humedad correcto y con los iones fetén, pero las amígdalas eran en realidad números ocho que yo alineaba, habí­a muchos ochos y muchos treses y yo los colocaba todos en la casilla correcta hasta que terminaba el panel y aparecían viajando en un coche de dibujo como el de la consola o en un tren que echaba humo como el del humidificador.

En fin, que aquí sigo, en el limbo de un catarro que no es lo bastante fuerte para plantarle cara a las perrerías que le hago, pero que tampoco se rinde. Como véis, no me aburro, aunque este estado de empanada mental (numérico-iónica, mejor) no me deja demasiado margen de maniobra.

4 respuestas a «Un limbo de ochos e iones»

  1. No soy muy de whisky, pero estoy segura de que los ochos flotantes y los iones estratosféricos se habrían multiplicado bajo su efecto :-))

  2. Que se mejore usted, Doña Elsinora! 🙂

    Por cierto, que me estoy terminando “una histora de casi todo”! Que casualidad! 🙂

    Lo dicho, a ponerse buena!

  3. Gracias, don Igna.
    Qué casualidad lo de “Una historia breve de…”. Precisamente voy por el capítulo 21 titulado “La vida sigue”, así­ que lo tomo como un presagio de una recuperación pronta… 🙂 (la parte de adaptación a un medio hostil la tengo dominada, jaja).
    Y seguro que tú irás por alguno titulado “Un hogar donde vivir” y si no lo acabarás de pasar :-))

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