Atravieso una fase curiosa. Me quedan pocas semanas en Londres, pero el vértigo de la situación en la que estoy metida no me permite darme mucha cuenta de ello. Los árboles de las contracturas, tesis y desencuentros con F. no me dejan ver el bosque del cierre de la etapa Londres. Quizá para compensarlo, estos días me estoy pasando por la facultad después de la sesión de acupuntura, de paso que voy a la biblioteca me doy una vueltecita por el campus y voy registrando detalles para la memoria. Y a la sesión de acupuntura en sí procuro ir andando por aquello de hacer ejercicio (unos 35 minutos a buen paso, o incluso 40).
(Mesa antigua, en la que apenas cabe el portátil, un atril y un libro, arrebatada a la habitación de la monstruita por F., la casera insaciable)
Hoy sábado de agosto la facultad estaba bastante vacía. Había sin embargo un grupo de chavales españoles, andaluces por más señas, en la zona de césped. En mi facultad organizan cursos de inglés de verano, con alojamiento en los colegios mayores. Los chavales eran los típicos adolescentes españoles, morenos, animados, tirando a ruidosos. Me he tirado en un extremo del césped con el Times -que nunca leo y por eso he comprado hoy- y me he puesto a leer. En frente queda el nuevo gimnasio que han construido, de manera que veía a través de los cristales a adultos como yo, probablemente estudiantes de mi facultad -el gimnasio está abierto al público, pero los alumnos tenemos descuento- ejercitándose sobre los aparatos. De tanto en tanto aparecía un adulto solitario con ropa deportiva que entraba o salía del gimnasio.
Tanto la actitud como la edad de los “locales” suponían un contraste grande con los chavales andaluces, tirados en el césped en su mayor parte salvo tres que jugaban al frisby. Una de las chavalas se llamaba como yo y cada vez que algún compañero pronunciaba su nombre me producía una sensación extraña. Elsinora, me vas a manchar la cazadora. Elsinora, nosecuantos. La cuestión es que me sentía mucho más cercana a los ingleses de blanca tez que entraban y salían con sus iPod o su cara de estar en su mundo que de estos adolescentes gregarios por más que nuestro origen cultural sea muy parecido y tengamos el pelo oscuro.
Cuando ya salía del recinto he reparado en un cartel que había en un corcho: “Tidy non-smoker female”, es decir, se busca chica ordenada no fumadora para compartir piso a 10 minutos de la universidad, y he pensado cómo habría sido mi vida junto a otra chica ordenada* no fumadora, es decir, la anti F.
En mi cabeza estaba fresco aún su comentario de esta mañana: que por favor reubicara la mesa pequeña que he puesto en el pasillo -que a su vez ella le cogió a la mostruita- tras recibir la mesa en condiciones que he comprado, porque van a venir unos amigos suyos de Suecia a pasar el fin de semana que viene y no quiere que la mesa esté ahí. Comentario que demuestra que en realidad a ella tampoco le parece tan estupendo ir desperdigando cosas por el pasillo, pero que si lo hace ella está bien, pero si lo hacemos los demás, no. Habíamos hablado de reubicar la mesa en el cuarto de A., en el de la propia monstruita, o en la de F, pero F. me ha dicho justo hoy que en su cuarto no hay sitio, pero que por qué no la pongo debajo de la mesa actual -lo que me faltaba- o en algún rincón, con libros.
(Mesa “nueva”, comprada de segunda mano por mí)
Me han dado ganas de preguntarle si hablo en chino, porque toda la discusión del fin de semana pasado giró en torno a mi insistencia en que necesitaba espacio libre en la habitación. Confío en que a A., mi compañero de piso boliviano, le vendrá bien y en que si no es así me ayudará a desmontarla (es un pupitre de Ikea) pero lo que me flipa es que esta mujer para quien se supone que soy la mejor compañera de piso que ha tenido en su vida se haya vuelto tan insensible a mis necesidades y a mi situación. No creo que exigirle a alguien con una lesión de espalda y hombro que se ocupe de una mesa que no es suya sea lo más lógico.
De todas formas, si uno pone entre paréntesis estos últimos días -la sutileza y el don de la oportunidad no son rasgos muy propios de ningún Sagitario y menos de uno disléxico y con déficit de atención que fuma marihuana para centrarse, según ella- y sus muchas contradicciones y su desorden, F. tiene muchas cualidades y el balance es positivo. Y además, a mí también me molesta la mesa en el pasillo.
¿Cómo habría sido esa vida junto a una chica ordenada y no fumadora? Nunca lo sabré, pero eso mismo vuelve la vida interesante, dejar opciones en la zona del misterio.
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* No me tenía por una persona muy ordenada, pero es que el listón de UK es tan bajo…
Mucho mejor ésta, dónde va a parar. Esta mesa, digo. Y también esta casera, seguramente. No te fíes mucho del automarketing. ¿A que cuando alquilaste tu habitación tu casera no se anunciaba como “chica desordenada y fumadora de marihuana”? ¿A que no?
Y también mejor ubicada la mesa, frente a la ventana, frente al jardín. Oye: eso que se ve ahí afuera, antes del verde, no serán muebles de madera almacenados, ¿o sí? ¿O qué es? Digo… porque en medio del agua perenne, no creo yo que ni siquiera F. los haya sacado ahí para alivio de pasillo ante la llegada de los suecos. Bueno, es una dudita, nada más. Como no atiendes a mis deseos de enseñarnos un poco más tu pérfido entorno, la dudita me corroe…
Ánimo con Ulises. Si él pudo volver entero a Ítaca, tú más.
Lo que ves de madera es la valla que ha puesto mi vecina en su jardín (mi cuarto da al jardín de la vecina de arriba; nuestro jardín está un poco más a la derecha, se ve desde la ventana de la monstruita). Puedes ver el antiguo aspecto del jardín que yo veo en este post https://bdbaloncesto.com/minoentender/?p=192 Ahora han construido una casita, plantado un montón de flores (e incluso tomates, bien ricos) y construido un pequeño parterre. Está más mono, pero la valla y la caseta me quitan visibilidad de ardillas ;-))
Siempre he tenido la mesa junto a la ventana, lo que pasa que en la otra foto la mesa estaba de lado y la ventana no se veía.
Ya haré fotos del cuarto. Ahora mismo está bastante manga por hombro, porque aún no lo he podido rematar con tanta historia de mesa sí mesa no y demás. Lo que sí he hecho es un dispositivo para escribir sin agachar la cabeza. Me he preparado un atril con un cartón sobre el lomo de un diccionario, sujeto los folios con un clip y a escribir sin fastidiarse demasiado el cuello. El atril bueno lo dedico a los libros.
Seguramente la chica ordenada y no fumadora era un pestiño de mujer, mientras que F. está siempre llena de proyectos, tiene mucha vida social, te incluye en ella y te da palique y se suele preocupar por ti. Lo cierto es que estos días está poniendo a prueba mi paciencia, de todas formas. Después de varios meses de pasar bastante de la “cleaning rota” (turnos de limpieza) ahora como vienen sus amigos es importante que ella sepa lo que yo voy a limpiar esta semana, con contractura y todo para que ella pueda hacer el resto. Cierto que ella va a hacer más que yo en atención a mi situación, pero aún así, tiene su gracia porque yo me paso la vida limpiando, me toque o no y no le doy ni la mitad de la plasta que ella a mí, pero en fin, así son las caseras disléxicas.