Las muñecas de Famosa

Soy una muñeca de Famosa. Es un efecto colateral de mi última clase de Pilates, aunque dada la ubicación de las agujetas principales sería mejor decir que es un efecto posterior o trasero, más que colateral.
La cosa es que pese a la ignorancia en la que vivimos la mayor parte de las oficinistas del mundo occidental, esa zona en la que uno se sienta y se aplica crema anticelulítica y en la que apenas te fijas salvo cuando sufre cambios drásticos (aumentos y disminuciones de volumen, mayormente) o cuando te da por comprar lencería, existe una serie de músculos “deseosos” de ser desarrollados, ávidos de tomar parte en movimientos básicos de Pilates, relacionados con la movilización o inmovilización de la pelvis (otra zona que también tiene lo suyo) y muy vinculados a la correcta flexión de la columna (o algo así nos explicó la nueva profesora de Pilates anoche).
Aunque en épocas de frenesí­ con la elíptica habí­a descubierto ciertos músculos en esa zona general llamada glúteos, hoy he descubierto a sus primos menores. Se les reconoce porque están tensos. Tengo dos tiras muy tirantes en los laterales del trasero, como una tensa jarcia que uniera los isquiones con otra cosa, así­ que camino un poco como una muñeca de Famosa.
La sensación me trae a la memoria esos muñecos que hací­amos de pequeños con piezas de contrachapado y cuyas articulaciones estaban hechas con una especie de argollas metálicas. Tengo agujetas más leves en la parte posterior de los brazos y también en la parte posterior de las piernas. De ahí lo de efectos posteriores o traseros, más que colaterales. Y yo que me creí­a una persona “echá p’alante”. Ver para creer.

Planes peregrinos

Hay que reconocer que inventiva no me falta. Mi reserva de ideas peregrinas parece inagotable. Sólo a mí se me ocurre ir precisamente el día del Orgullo Gay a comprarme unas pesas a Chueca. La ida, dentro de lo que cabe, bien, pese a tener que ir sorteando cierta marea de gente post desfile, pero la vuelta acarreando dos pesas de tres kilos entre aquel mar de personas y de vasos y botellas por el suelo fue bastante peculiar. Suerte que en el “All the colors” de Fuencarral no tenían pesas de 5 kgs como yo quería, porque hubiera muerto en el intento.
Eso sí, mis biceps están contentos con la adquisición, aunque dicen que tampoco había que correr tanto, que tanta prisa no habí­a 😉

La Elsinora de las dos velocidades

Un amigo concibió hace años un título estupendo para un cuento. Decía así: “Miles de extraños me empujan”. Y aunque mi sensación de las últimas semanas no es exactamente la de estar en medio de una liza multitudinaria, ni ser objeto de múltiples vectores de fuerza en sentidos contradictorios, sí experimento cierta extrañeza semejante a la de la frase.

En realidad sería más exacto decir que pocos o ningún extraño me empujan, vamos que casi que no me empuja nadie, ni yo misma… O que puede que me empujen o puede que no, porque según el principio de incertidumbre la observación de cualquier fenómeno modifica la naturaleza del fenómeno observado. O dicho en términos más cotidianos, estoy en la fase “déme un café, no me lo dé”.

Qué rara está Elsinora, pensaréis los lectores habituales. Pero si este es un blog gamberro, ¿a qué viene tanta filosofía?

Tortuga pensativa
Una tortuga pensando si debería meterse al agua, ahora que había cogido postura…

Digo yo que la climatología tendrá algo que ver: en la zona central de España llevamos unas cuatro semanas de días nublados en plena primavera (que me han hecho preguntarme cómo soporté yo el clima londinense dos años enteros; mi no entender), pero precisamente los últimos días han sido soleados (casi demasiado). Todo muy contradictorio y desconcertante.
Pero tranquilos, que el post este tendrá su punto humorístico, como debe ser en un blog de este tipo.

-Manos a la altura de los hombros, rodillas al suelo y luego las piernas como una flecha hacia atrás y juntas.

Estoy en clase de Pilates y la frase anterior la ha pronunciado nuestra eficiente y acelerada monitora. Lo que la profesora acelerada quiere de mí y de mi compañera de los grandes aros en las orejas que está un poco más allá es un típico push-up (un fondo; en inglés se dice empujar para arriba; muy gráfico y muy en la línea del título del cuento). A estas alturas de la vida sé en qué consiste eso y tengo más o menos la fuerza para hacerlo. Pero tengo un problema. Sé que es muy importante poner las manos justo debajo de los hombros, sé que tengo tendencia a no hacerlo y además me tomo muy en serio mis clases de Técnica Alexander que se basan en la máxima de parar antes de hacer (de hacer demasiado, básicamente, “overdo” como decía su creador) para corregir los malos hábitos.

Por si fuera poco, los libros de Pilates que he leído (soy así de rara, qué le vamos a hacer, tengo una pequeña biblioteca de libros de natación y Pilates; si me meto en algo, me meto en serio) insisten en que es muy importante la precisión de los movimientos, que sin control muchas posiciones son incluso perjudiciales y que de hecho originalmente el Pilates se llamaba contrología. Y por supuesto en la técnica Alexander el paso previo a cualquier “postura” es no hacer y observar y decirse a uno mismo las direcciones u órdenes (cuello libre etc etc).

Así que ahí estoy yo, en esta décima de segundo precisa, calculando si las manos están donde deben estar, pensando si el cuello está lo bastante libre, si el “core” (los músculos del centro) está activado para que las lumbares no trabajen y las piernas estén lo bastante fuertes para formar la flecha que la profe espiritada quiere de nosotras.

A mí me parece una décima de segundo, pero a la profe se ve que se le hace eterna porque me dice que no me lo piense, y me jalea para que me ponga a ello. La de los aros ya está en posición, en una bastante incorrecta, un push-up mutatis mutandis diríamos, los aros de las orejas se balancean un poco y como el core no está del todo activado es posible que las lumbares le duelan toda la semana o es posible que le duelan los brazos o los hombros por la misma razón.

-No te lo pienses. Adelante, Elsinora. Arriba.

Obedezco y resulta una serie bastante apañadita.
Cuando termina la clase la profesora me mira con incomprensión.

-Tu trabajo está bien -me dice-. Pero no te lo debes pensar. Si lo haces mal, descuida que ya te lo diré yo. Lo fundamental es que no te lo pienses y no te pares.

Todo lo contrario de lo que me dicen en mis clases de Técnica Alexander, que se basan en aprender a parar. Mi no entender at all.

Pero en fin, me siento un poco como un dibujo animado que fuera hacia adelante y hacia atrás y luego se para y se ve el típico bocata o globo de pensamiento y luego según se suceden las viñetas se empiezan a ver cosas como brrr !&puff y otros símbolos que no encuentro en mi teclado pero son muy habituales en los cómic.

Si es que no se pueden tener aficiones contradictorias: terminas preguntándote si quieres más a mamá o a papá o volviéndote tarumba con tus lealtades.