T. o el hogar

Básicamente es eso. De repente, un hogar. Y lo curioso es que esta amiga llevaba poco tiempo en ese piso: pero sus cuatro años en Londres y la idea de quedarse habían forjado una especie de hogar fácilmente trasladable: un escritorio de madera, amplio; las fotos artísticas puestas en las paredes. Los libros amontonados en el suelo (en lugar preferente, uno muy gordo con el nombre de su ciudad), una báscula encima de una caja de pimientos (vací­a, es de suponer), una cama grande. Y el lugar que había elegido era Greenwich: cerca de la facultad y en una zona acogedora: gente paseando con sus hijos el domingo por la tarde, gente dispuesta a indicarte cómo ir a tal dirección bajo el frí­o insoportable de un domingo de marzo en Londres.