Sola en casa I

De veras que yo querí­a ser formalita e iros contando las cosas por orden cronológico, pero la realidad y mi muñeca dolorida (el nombre oficial, no sé qué del túnel metacarpiano, impresiona más) se imponen.
La cosa es que Patrick, mi flatmate productor de televisión se operó hace unos días del corazón (le diagnosticaron una estenosis de aorta de repente, buscando otra cosa) y ahora está pasando unos dí­as en la playa, en casa de su tí­a, con su madre, a la que conocí­ el mismo lunes por la tarde, día de mi regreso. Esa historia espero contárosla con detalle.

Hoy viernes, mientras comí­amos en la cocina sendas pizzas “caseras” (caseras tipo, la saco del congelador y la meto en el horno, que para UK es un alto nivel de “caserismo” gastronómico) F. me comenta que en una hora se va a Suecia y que ha sacado todas las macetas fuera, parte al patio y parte al jardí­n. Que va a estar fuera cuatro dí­as, así­ que si no me importa, en el caso de que haya una ola de calor, estarí­a bien que las regara, me dice. Me quedo un poco flipada por las noticias y le digo que qué sorpresa y que por supuesto regaré las plantas. Comenta que el viaje lo ha decidido hace dos dí­as. Tras varias pesquisas parece que la versión oficial es que se va a descansar y a probar su nueva cámara de video digital.
Un par de días atrás me habí­a comentado que habí­a pasado dos semanas muy malas, porque hizo un descubrimiento duro sobre ella misma, ya sabes, hay épocas en las que aprendes cosas de ti misma, y que eso la habí­a descolocado mucho, que no me lo contaba de momento porque iba a pensar que está loca (ya lo pienso… ¡demasiado tarde, MacCalahan). Luego añadió que iba a empezar a ir a clases de meditación, y que para meditar Suecia era un sitio estupendo, así­ que imagino que todo forma parte de lo mismo. La cuestión es que estos días tiene mala cara, está como verdosilla y su “cuerno” (una protuberancia de tejido, en la frente) sobresalí­a un poco.

Ella culpa de su estado en parte a que lleva un tiempo sin tomar sus vitaminas (tiene un estante lleno: vitaminas para mujeres, algas chinas, aceite de prí­mula, y en teoría debe tomarlas a diario todas, algunos boticarios tienen un morro que se lo pisan, o a lo mejor ella malinterpretó las instrucciones, como es disléxica…) y en parte a sus “desparrames”. Hoy me ha dicho muy seria que no piensa pisar un pub nunca más. Que se va a centrar exclusivamente en hacer cortos y películas… En fin, esta mujer es un caso. Por cierto la nevera está llena de cerveza y vino, incluso mi estante (quiero decir, de cerveza que no es mí­a). No sé si será cosa de ella (la supuesta abstemia) o de Patrick el enfermo coronario quien semanas antes de la operación seguí­a fumando…

Así­ que F. ha cogido un avión con destino Suecia, Patrick está en la costa irlandesa, A. mi compañero boliviano estará ya camino de Alemania para pasar el finde con la familia y yo estoy por aquí­, carapantalleando y esperando a que venga Yoko a las 7 para su clase de español, con toda la casa a mi disposición todo el week end salvo que la hija monstruita de Patrick aparezca por aquí­. Es una adolescente a la moda de aquí­, con unas pelucas feas y aplastadas (la última vez tocaba rubio platino; la penúltima negro azabache… y por entonces yo pensaba que era su pelo; flipaba al verlo tan fosco ;-)), extraño maquillaje, alérgica a saludar y supuestamente muy estilosa. De hecho parece ser que tiene una tienda de ropa en internet, desde la que vende ropa Vintage, y con mucho éxito.

La monstruita de las pelucas tiene costumbres extrañas, como acechar en la oscuridad, sentada en el suelo en medio del pasillo, cerca del espejo y a los pies de la escalera, con lo cual a veces te tropiezas con ella cuando llegas de la calle. Tiene un amigo o contiguo discontinuo en plan cantante anoréxico en miniatura, pelo negro y camisa blanca, al que he “conocido” esta semana. Digo “conocido” porque él tampoco saluda, así­ que simplemente he visto deslizar su ingrávida (pero he de decir que atractiva) figura por el pasillo y luego he oído ciertos cuchicheos al otro lado de la pared (ellos ocupan la habitación de Patrick, el padre de la monstruita; cuarto que antes fue del polaco, y que antes fue mío). El hecho de que los monstruitos contemporáneos hablaran (entre ellos siquiera) me alivió, ya que les dio un cierto toque humano.

Pues eso, que estoy Sola en casa I y no con demasiadas ganas de juerga, porque aún colea el carapantallismo, pero en fin, algo haremos que no sea leer y teclear. Aunque se me ocurre que siguiendo el ejemplo de absurdismo de F. puedo prometer que no volveré a entregarme al carapantallismo nunca más y que por contra me voy a centrar en cualquier cosa apetecible pero peregrina y que no dé dinero para pagar las facturas y que se pueda hacer sin ordenador. Pero no lo haré para que no penséis que estoy loca…

6 respuestas a «Sola en casa I»

  1. ¡ay corazón, lo que me gustaría a mí ser más joven y vivir aventuras así…. Está claro que a mi me parieron antes de tiempo porque estas cosas me encantan. Mi sobrino se pasó en la pérfida unos meses el año pasado y vivió en casas compartidas cosas del estilo ¡Y me daba una envidia cuando me las contaba!. Aunque, si me pongo en mi edad y mi condición de madre, quizás sea que me mola que le pase a otros y yo oirlas tan ricamente en mi sofá, en la seguridad de mi hogar. No sé y nunca lo sabré. Bicos Elsi

  2. Tiene bastante gracia lo de compartir piso según con quien, eso sí. También puede ser muy pesado en determinadas circunstancias. A ti se te ve cierto afán de aventura de todas maneras… ¿Tu sobrino no se llamará Jesús y trabajarí­a en un cine? Lo digo porque conocí­ a un chaval gallego muy simpático con esas características.

  3. Mi sobrino se llama Pablo y, para financiarse el estar en London sin pedir dinero en casa trabajó en una tienda Camper. Y si, cada vez tengo más afán de aventura. Ya sabes, a la vejez….

  4. Vieja tú?? ;-)))¡qué cosas dices!
    Y seguro que tu sobrino Pablo también es un encanto de chaval.

  5. Mira, yo no sé si será una aventura lo tuyo. Pero si no lo es, tú haces parecer que lo sea. Más a tu favor, en este caso. ¡Me están dando unas ganas de hacerte una visita! de verdad te lo digo.

  6. Como sabes, el punto de vista y la selección de los elementos importa mucho en el efecto de un texto. Pero básicamente lo que cuento ocurrió. Estoy segura de que a Guille le pasan cosas parecidas allí por el norte de Londres. Esta ciudad tiene un color especial, como dicen de Sevilla. Invitada estás a venir cuando quieras.

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