El Madrid que vi desde el taxi volviendo a casa (Avda de América, Colón, Castellana, Ríos Rosas) me pareció muy continental, muy europeo. Las calles, la gente, los coches. Pensé en Italia o París. Una especie de armonía elegante. Y mucho sol, aceras anchas. Gente dispuesta en grupos bastante previsibles y visualmente aburridos.
Tras dejar la maleta en casa y saludar a la “family”, algo me hizo querer bajar a la calle y apurar la tarde de sol. La sensación era una mezcla de estar en casa y ser una visitante de vacaciones.
Resulta difícil de explicar: conoces el contexto, pero lo miras con ojos nuevos, con ojos que quieren aprovechar algunas características en las que antes ni reparabas, o a las que no dabas tanta importancia. Cosas como el sol, la cercanía de todo, la “normalidad”, expresión que no significa nada y que se podría traducir como la falta de sobresalto, la suavidad de un mecanismo bien engrasado/usado a menudo (something smooth).
Caminé un rato y acabé en un monumento a un poeta filipino, José María Rizal. Había una enorme placa con un poema suyo ¡traducido al filipino!, aunque debería decir al tagalo, si no me equivoco y al pie mencionaba cuándo se produjo su ejecución, vamos que se lo cargaron, pero no deja claro quiénes y mucho me temo que fuera el gobierno español. Había estado también en un banco del parque de El Canal con columpios para ancianos, es decir, aparatos de gimnasia.
Una madre hablaba en francés a su hijo de menos de dos años. Le explicaba que había que tirar las cosas en “la poubelle”. En el banco contiguo, un grupo de latinoamericanos reía y bromeaba en voz alta. Un poco más allá, un chico de veintitantos y chándal fumaba tirado en un banco y me miraba de rato en rato. Y algo más lejos aún un hombre leía un libro. La escena no era tan distinta de la que se pudiera registrar en Londres.
Tuve la misma sensación -de ser parte y espectadora a la vez- hace unos dÃas al regresar -sólo de visita- a mi ciudad natal. Sentà que era parte de su historia, pero que su presente no me tenÃa en cuenta.
Muy bien explicado eso de ser parte de su historia pero ser ignorada por su presente. Es una sensación rara, ¿verdad? Un saludo