Pizza Pianeta: “El padrino” en South East London

Se puso su mejor peor ropa. Le pareció que su futuro papel de persona que coge el teléfono en una pizzería le exigía esforzarse en vestir ropa “casual”. En días sucesivos se daría cuenta de que no valía cualquier camiseta ni cualquier vaquero: aquellos compañeros de trabajo le preguntaban el significado de los dibujos de la camiseta y por si fuera poco, mientras estaba en la zona del horno y frente a los teléfonos sentía cómo desde atrás los que estaban en la rebotica “escaneaban” sus vaqueros. Tendría que tener cuidado, porque estos se motivaban con poco. Y tampoco se trataba de ofender su posible religiosidad con camisetas sobre demonios.
Dos días atrás había visto un cartel en el escaparate de una pizzería pequeña, de un barrio muy cercano al suyo, justo al lado del Sainsburys. Se paró a anotar el teléfono con parsimonia (no decía “Apply within” -Razón aquí-, únicamente proporcionaba un móvil) y al rato salió un hombre delgado, de cuarenta y pocos y raza árabe. Aparentemente para fumar. Pero mientras ella se demoraba en escribir el teléfono, él se demoraba en el cigarrillo. Se miraban de reojo, se estudiaban. Parecían ellos mismos personajes de la película El Padrino I “The Godfather”, salidos del póster que presidía el comedor al otro lado del escaparate. Al final fue ella quien rompió el duelo de observaciones. Le preguntó a qué se refería el “Staff” del anuncio. “Necesitamos a alguien para que coja los encargos por teléfono y los meta en el ordenador”. Las sucesivas preguntas de ella arrancaron también “Serían entre 12 y 19 horas semanales”. Y Pagamos 4 libras la hora (¡menos del mínimo interprofesional!). Aquella no era precisamente una oferta que ella no pudiera rechazar, pero en fin no adelantemos acontecimientos. “Pero si luego funcionas bien lo iremos subiendo”.
-Pero entra, entra, dijo él mientras tiraba el cigarro.
La parte del público estaba limpia y brillante, alicatada de madera clara. Había un mostrador y tras él un horno de leña y dos mesas grandes de acero inoxidable.
Un joven de grandes ojos negros y largas pestañas añadía ingredientes a la masa de pizza sobre la mesa más próxima al horno.
-Tendrás que practicar con el ordenador. El programa es sencillo, pero hay que habituarse a él. Necesitarás hacer un training de dos o tres días.
Tenía un fuerte acento mediterráneo, pero hablaba con fluidez.
Había tres ordenadores de pantalla plana. Uno, apagado. Tenían pantalla táctil y estaban forrados de plástico transparente sobre el cual se habían depositado partículas de harina. El plástico estaba roto en algunas partes, lo cual convertía aquella pantalla táctil en cualquier cosa menos fiable.
Entre los ordenadores, dos teléfonos.
Pasaron a la rebotica, que contenía la cocina y el almacén, todo bastante industrial y bastante sucio.
El tipo se dirigió hacia una sartén de mango largo que tenía en el fuego, con algo que parecía carne picada con tomate, y la removió enérgicamente. Se oyó un pequeño bullir.
En la pared de su derecha había cinco o seis cuchillos de tamaño gigante.
-El trabajo es sencillo, pero tendrás que practicar un par de días.
En este mundo ritualizado, la gente es de pocas palabras pero esas pocas suele repetirlas.
-Vuelve mañana viernes, por la tarde. Es un día movido, así que es un buen momento para que practiques.
Ella pensaba lo contrario. Pero cualquiera contradecía a los de Pizza Pianeta, con tanta escenografía mafiosa y tanto cuchillo.
(Continuará)