De Parí­s al Oeste americano

Como hacía mucho frí­o y llevaba horas deambulando sin demasiado propósito busqué refugio en una cafeterí­a de la zona del Louvre. Por más Parí­s que fuera aquello y por más gente que hubiera a aquella hora, la cafeterí­a restaurante era patrimonio más o menos exclusivo de las parejas, los grupos, y de algún oficinista hombre, que pedí­a -cómo no- una Ensalada de Parí­s.

Tuve la sensación de no casar en aquel lugar. Estuve observando detenidamente al camarero, más por necesidad de captar su atención que por interés en su persona hasta que pude colar “un café au lait”. Al llegar al “s’il vous plaît” recordé aquello del “café au lait/café crème” y me pregunté cuál serí­a la opción correcta a esa hora, diciéndome que casi seguro que había elegido la alternativa incorrecta, ignorante de que en realidad la hora nada tenía que ver con los términos.

Mirado de cerca, aquel camarero resultaba bastante interesante: un tipo alto de hombros anchos con algo señorial pese a la ropa bastante común, ojos verdes contradictoriamente luminosos y opacos. El tipo mostraba de forma visible y audible que estaba cabreado pero su irritación no mermaba un ápice la precisión de sus movimientos pese al extra de ímpetu de cada gesto.

Taza grande de café

La taza tembló ligeramente frente a mí­ cuando la posó con un 20 por ciento de fuerza más de la necesaria; tembló pero no llegó a derramarse.

Mientras esperaba a que aquel café crème disfrazado de café au lait o viceversa se recuperase del susto infligido por el camarero impetuoso y a que camarero, taza y yo misma dejáramos de echar humo, me llamó la atención un gran cartel de tipografí­a antigua, como de pelí­cula del Oeste.

Saloon americano

Estaba junto a la puerta y decí­a así­ en grandes letras de molde negras: Protection des Mineurs et Répression de l’Ivresse Publique.

De repente todo se detuvo y enmudeció y me quedé perpleja preguntándome por qué les preocuparí­a tanto a las autoridades francesas el consumo de alcohol de los mineros

Cuando el ruido volvió al local , mi cerebro volvió a su ser y caí­ en la cuenta de que “mineur” en aquel caso significaba menor y no minero, el café crème/café au lait estaba frío.

Me lo tomé de un trago, como si aquello fuera un carajillo y yo un minero/menor tratando de sacudirse el frí­o del cuerpo y me reincorporé a las destempladas calles parisinas para poder perder el norte sin testigos.

_______

Para los espí­ritus empí­ricos, curiosos o escépticos dejo este enlace . Al parecer desde el 31 de enero de 2010 es obligatorio que los establecimientos de hostelerí­a franceses exhiban este cartel en lugar visible y cerca de la puerta, así­ que es poco probable que date de los tiempos del Oeste americano…

Una respuesta a «De Parí­s al Oeste americano»

Los comentarios están cerrados.