Más pinceladas berlinesas

Sigo con mi empeño de dar cuenta de una sensación compleja (mi impresión de Berlín) mediante unas cuantas pinceladas bien elegidas.
Un buen termómetro de lo que le pasa a uno por la cabeza o por la piel en un viaje es el de los libros que se compra, así que aquí van los títulos que compré o me dieron allí:
-“Les Dessous des Cartes/Atlas Géopolitique”: Jean-Christophe Victor, Virginia Raisson y Frank Tétart. Editions Tallandier/Arte éditions, 2006, París. 252 pag. 96 pag.18 euros.

-“J’ai vécu le mur de Berlin 1961-1989”; Philippe Demenet (colección Les Dossiers Okapi). 12,25 euros. Bayard Editions, 2007, París (impreso en España, curiosamente).

-“El muro de Berlín”. Jaron Verlag. Berlín. Traducción de Santos Erazo. 3,95 euros.

-“Datos: El Bundestag de un vistazo” y “Perspectivas/ Panorama de Berlín desde la cúpula”, ambos folletos editados por el propio Bundestag. Textos de Marianne Wollenweber y traducción del Servicio de Idiomas del Bundestag Alemán en colaboración con Roberto Revuelta Nohl. Berlín 2006. “Datos…” consta de 52 páginas y ambos son gratuitos. Se pueden solicitar a través de esta web.

Como refleja mi lista de libros (más algunos en inglés cuyos datos anoté con idea de encargarlos por Amazon, llegado el caso) en Berlín tuve la sensación de que se me escapaban muchas cosas de su historia y del contexto político. La política es un ámbito que me da bastante pereza, pero a veces uno se encuentra en una tesitura en la que o sabe de qué va la historia o no se entera de nada. Con Berlín pasa eso.

Los títulos en francés fueron un hallazgo de la librería de las Galerías Lafayette, bastante bien surtida (el edificio de las Galeries es una pasada, por cierto). Las librerías berlinesas en general estaban bien, pero como no hablo alemán, tenía que conformarme con los títulos en inglés, que los había pero tampoco eran demasiado amplios, o bien con los libros de arte llenos de ilustraciones… Por otra parte, quise aprovechar la oportunidad para forzarme a ponerme las pilas con el francés, que tengo muy abandonado.

Como contrapunto a este post tan cultureta viene genial la descripción de la cara de mis compañeros de trabajo, mucho más prosaicos que yo, cuando el día de la reincorporación (ayer mismo), después de comentar en qué playa habían estado ellos y el mucho calor que habían pasado, y al ver que yo no soltaba prenda, me preguntaron directamente “¿dónde has estado tú?”, con mucha inquietud, como si este dato les resultara imprescindible para su paz mental. “En Berlín” contesté alegremente, sin saber el silencio que se iba a hacer después de ese comentario. Se quedaron completamente mudos, como si hubiera nombrado una realidad equidistante entre lo cotidiano y lo marciano y que por tanto no se pudiera considerar ni exótico (tiene que ser un sitio muy curioso) ni tampoco familiar/agradable/práctico (“lo bien que se come en los pueblos”, “lo bonitos que son algunos rincones de España”; “no conocemos nuestro propio país, con lo cerca que lo tenemos”).

Me ha pasado también con más gente: al principio no entienden qué interés puede tener un lugar como Berlín, luego les hablas de museos y lo aceptan a medias, y luego les hablas de historia y ya directamente te ponen la etiqueta de cultureta intelectualoide, como si la historia de la Segunda Guerra Mundial y de Guerra Fría no siguiera configurando el presente de nuestro entorno europeo u occidental.

Y en seguida sacan la comparación con otras capitales europeas, más monumentales y más bonitas, como si visitar Berlín fuera un pecado existiendo ciudades como París o Roma, en las que tú has estado varias veces, pero en las que con mucha probabilidad esos que cantan sus excelencias ¡no han estado! (pero tienen tantas, tantas ganas de ir que acaban yendo a la playa todos los veranos) o estuvieron hace muchos años. Qué fácil es hablar de oídas y qué poco abunda la gente simplemente curiosa y simplemente receptiva. ¿O acaso que te interese observar y aprender te convierte automáticamente en un bicho raro, tipo rata de biblioteca?
En fin, Pilarín, me vine de Berlín pensando en lo desconocida que nos es Alemania a los españoles en general (¿cuántos autores contemporáneos conoces? ¿cuántas ciudades puedes nombrar? ¿conoces sus instituciones políticas?; es evidente que el referente cultural de los europeos es el anglosajón, por más que Alemania sea el motor económico de la UE y por más que tenga muchas cosas admirables) y las reacciones que voy cosechando me confirman esta idea. Aunque por otro lado la mayor parte de mis amigos consideran Berlín un lugar muy interesante y un destino muy apetecible (sobre todo en verano), pero claro, ellos también son culturetas intelectualoides :-). Y en fin, si hubiera salido la opción semana de chi kung en la Vera extremeña, las caras de perplejidad hubieran sido aún más rotundas, aunque yo ya estaba preparada para explicar que a mí esas cosas me relajan mucho, que la zona es una preciosidad y que viene bien desconectar, ¿qué sería de la comunicación entre humanos sin los socorridos tópicos…?