La estatua de sal cumple cuarenta años

Ayer acudí­ a una barbacoa “next door”, organizada para celebrar los cuarenta años de Helen, vecina de F. y por tanto mí­a, que mi casera y flatmate suele invitar a casa a tomar el té dí­a sí­ y dí­a no cuando toca. Aparece con su niño, un bebé mulato de un año, tranquilo y grandón, con unas pestañas rizadas muy monas y cara de no ser muy inteligente, aunque quizá se trate sólo de que al parecer mayor que su edad uno espera que esté más espabilado de lo que le corresponde. Yo suelo hacerle carantoñas al nene y me contengo las ganas de hacérselas a la madre a ver si se espabila...

Bauticé a Helen “estatua de sal” porque habitualmente llega, entrega su hijo a F., se sienta en una silla de la cocina y no se mueve (ni siquiera para dejarme acceder a los armarios para coger una taza). Sé que vive porque contesta a las preguntas de F. con una voz dulce y bien articulada (y un acento estupendo) pero más allá de eso es difí­cil localizar signos de vitalidad o de estados de ánimo en esta esta inglesa pelirroja y entrada en carnes. A pesar de su composición, la estatua de sal es una mujer bastante sosa.

Que sea sosa no significa que no tenga iniciativa. Resulta que a su actual marido o pareja (ignoro si están casados o no) lo conoció por Internet. Él se llama Michael y es un británico originario de las Indias Occidentales, de raza negra y amante de las motos. Un tipo cordial y “decent” según F. (tiene toda la pinta: yo no lo conozco lo suficiente).

Helen cumplió cuarenta el pasado viernes y organizó una barbacoa para celebrarlo el sábado. Citó a la gente a partir de las 3 de la tarde pero yo me presenté a las 6 en su jardí­n trasero, que está a pocos metros del nuestro, pero es más grande y más “mono”.

La primera parte estaba tomada por parejas treintaañeras con niños y en la parte del fondo vi a F. Llevábamos dulces variados, una botella de vino espumoso y una bonita tarjeta de felicitación. F. le habí­a comprado también un espejo “vintage” que al parecer le gustó. Habí­a como dos grupos de invitados fundamentales: la familia de Michael (él tiene cuatro hermanos, que vinieron con su familia y su prole) y los compañeros de trabajo de Helen. Los primeros eran matrimonios mixtos (West Indies + blanco británico) salvo un caso y entre los segundos lo más habitual era británico blanco salvo el caso de Angela, que parecí­a ser hija de progenitor árabe, pero era inglesa y hablaba muy bajo. Los compañeros de trabajo de Helen eran informáticos en su mayorí­a, diseñadores de software, asesores de pequeñas y medianas empresas y cosas por el estilo. También habí­a compañeros de Helen de su trabajo previo, estos más jóvenes. En total serí­amos unos treinta.

Habí­a una chavala rubia a la que no tení­a muy localizada. Supe quién era cuando F. me la presentó al final de la noche como subterfugio para conseguir que ella repitiera su nombre, que F. habí­a olvidado. Resultó que Carole, galesa del norte, viví­a en el piso de Helen. Habí­a compartido piso con ella desde hace un par de años y cuando Helen conoció a Michael a través de Internet y la cosa fraguó, Carole decidió quedarse en su habitación, a pesar de que Michael se mudara a vivir con Helen. Después llegarí­a el planeadí­simo embarazo y el nacimiento de Gabriel y creo que la que se quedó de piedra con todo este proceso fue Carole (o al menos así­ me habrí­a quedado yo).

Lo pasamos bien. Estuvimos hablando de cosas diversas, idiomas, nacionalismo, viajes, ambiente vecinal en distintas zonas de Londres (todos estaban de acuerdo en que mi zona es especialmente cordial y amigable), los diseños web de F. para el Stock Exchange de Londres (la Bolsa) y tomando pollo, mazorcas y hamburguesas.

A última hora se puso a llover y tuvimos que emigrar al interior. Estuvimos charlando en la cocina hasta cerca de las 12 de la noche. Como vecinas que somos, nos retiramos las últimas. Qué cómodo es tener la fiesta a veinte metros de tu casa…

2 respuestas a «La estatua de sal cumple cuarenta años»

  1. Es como tenerla en casa, pero sin levantarte al día siguiente y ver los efectos en la misma.

  2. Muy cierto… y además con la ventaja de que no tienes que cocinar ni estar pendiente de que los invitados tengan de todo…

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