In London, again (III)

El niño chillón reveló su naturaleza cuando el avión empezó a rodar a gran velocidad. Se puso a chillar/llorar a voz en grito, Stop it, I want you to stop it. Hold it for me. I don´t wanna die here. I don´t wanna die buaaahh. Y seguía gritando. Los pasajeros pasamos del estupor a la risa, porque aquello era tan exagerado que no podía ser una verdadera fobia. Y la chavalería cercana a mí estaba muy interesada en el contenido de aquellos gritos, pero por algún motivo no conseguía entenderlo. Yo les traduje parte, sintiéndome muy importante por ello, y censurándoles o dulcificando los fragmentos sobre que no quería morir en el avión y demás no fuera a desencadenarse una crisis de pánico por ello, o las madres me denunciaran por traumatizar a sus hijos. Como insistían, tuve que traducirlo todo. La mayor, de siete años, dijo, ¿cómo se puede morir si sólo es pequeño? Ni la madre ni la otra madre española pestañearon. Parece que los niños bilingues pueden expresarse eternamente en Spanglish, y que los padres en ningún momento (al menos no en las dos horas y media de vuelo) les corregirán los “queriba” o los “caritos” en lugar de “carritos” o “las sacapuntas” convertidos al género femenino por el simple procedimiento de terminar en “as”. Vale, seguramente no es tan importante y ya lo aprenderán, pero si sus madres son españolas ¿cómo puede ser que oigan esas cosas y no salte automáticamente un resorte corrector?, porque ellas hablaban bien, por lo que yo pude oir. Los hijos de la bióloga y el alemán creo que hablaban inglés, alemán y español, pero eso sí, a sus padres les tenía absolutamente sin cuidado que saltaran por el pasillo, estamparan el brazo elástico de su muñeco en la cara del primer niño que pasara por allí o que los lápices de colores rodaran por el suelo…
En fin, lo cierto es que me lo pasé muy bien a pesar del cansancio, la hora de retraso en Barajas, los chillidos y demás. Mi lectura de la obra de Shakespeare al estilo caribeño se tiñó de nuevos matices y realmente no avancé mucho, aunque tomé algunas notas en inglés resumiendo el texto en francés (algún “queriba” se me escaparía, seguro). Es cierto el tópico de que los niños dan mucha vida (y la quitan, a fe mía). Cuando estábamos en la cinta de los equipajes estuve a punto de despedirme formalmente de Alejandra y su familia, como quien se despide de un viejo amigo, pero al final no lo hice, resentida quizá porque en uno de sus diálogos incoherentes Alejandra no me había enumerado entre los amigos que se había hecho en el vuelo, aunque si había citado a Clara pies ligeros y a seres más o menos indefinibles. En fin, esto es todo lo que os “queriba” decir. No saqueis las sacapuntas todavía para sacarle punta a mis comentarios o huiré en mi “carito”.
Quiero bajarme. Páralo. Páralo. No quiero morir todavía. Buahh.