Hoy había previsto publicar mis propios Blogóscar (un “meme” en el que premias a cinco blogs) y de hecho había escrito el post, pero al dar a publicar mi gestor de contenido on line ha dicho que preferiría no hacerlo y no ha habido forma de recuperar el texto. Así que cambio el orden y os dejo con algo que preveía sacar mañana o pasado, pero que cuadra bien con este domingo de tormenta en Londres. En la capital de la Pérfida hoy domingo hace bochorno y llueve copiosamente a intervalos. El texto que viene a continuación es una tormenta de verano en Villa Elsinora (que en realidad es Villa F), contada en clave de humor, aunque la verdad es que estoy bastante quemada con el tema.
En el mundo del que yo vengo, las camas tienen siempre una mesilla al lado, con una lamparita y sitio para un libro (o más) y hasta el despertador o el móvil. En el mundo del que viene mi casera F., al parecer, tener mesillas es una excentricidad y por supuesto con la lámpara del techo basta para todo. En mi mundo los muebles son el lugar natural para la mayor parte de los objetos de uno, tanto en la cocina, como en el baño, como en tu habitación. Para F. no es así: el pasillo es un lugar muy apañado para dejar el saco de dormir después de la acampada (una semana después de regresar) o las sillas plegables nuevas aún en sus cajas de cartón, o la pantalla del proyector medio ladeada apoyada en la estantería del pasillo a punto de caérsete encima en cualquier momento, o las botas de agua-post-diluvio-en-Reading, o el secador (seamos exactos: en los días buenos, el secador lo pone en la segunda balda de un mueble del pasillo; en los malos se lo deja enchufado y tirado en el suelo). Y por supuesto mola mucho más tener todos los champús, geles, exfoliantes y demás poblando todo espacio horizontal del cuarto de baño que colocarlo en un retrógrado armario o estante, dónde va a parar.
Así parece que la nueva mesa cumple su función… pero las apariencias a veces engañan.
¿Y cómo actúa esta mujer con mis excentricidades dado que es la casera? Pues muy fácil. El primer paso es negarte las opciones: te da una habitación con lo mínimo. Si te quejas te mirará como a un marciano, así que como no te gusta que te recuerden lo rar@ que eres y no quieres lío, intentas procurarte lo que te falta, buscando por la casa o comprándotelo. Una vez que vas consiguiendo las cosas que te hacen falta porque eres raro y te gusta tener los libros en estanterías (y a ser posible cerca, en tu cuarto) y mesillas para leer por la noche y una silla ergonómica para no fastidiarte la espalda porque pasas muchas horas sentada, y hasta una lámpara de mesa para la mesa, desplegará nuevas técnicas.
La primera será arrebatarte esa minimesilla que has encontrado entre bultos en un armario. De repente la necesita con urgencia para poner una maceta sobre ella en la cocina y además para qué narices quieres leer en la cama, por Dios, eso seguro que es malo para la salud. También de repente el tipo que lleva la tienda de muebles de oficina de segunda mano de la esquina es un capullo porque compra las cosas a cinco y las vende a no sé cuánto (antes era guay, porque prometió regalarle no se qué historia) cuando a ti te parece que el comercio siempre ha consistido en eso.
Y la otra será decirte que el poco espacio que tienes en tu cuarto no es por la mesa de jardín para seis que te ha plantificado como mesa de despacho en tu cuarto (con su agujero en el centro para la sombrilla y todo) sino por tu manía de tener las cosas en muebles y los muebles en tu cuarto. Y cualquiera le hace entender que su idea de ir colonizando los pasillos y de tener que revolver los armarios empotrados cada vez que necesites que consultar algo en un libro para el máster, no es una costumbre universalmente extendida ni aceptada. Que de hecho a gran parte del mundo civilizado le parece una costumbre ilógica y nada práctica.
Se entiende que dos seres de mundos tan distintos estuvieran destinados a chocar. Lo raro es que en estos casi dos años apenas hemos chocado, básicamente porque yo he evitado hablarle de la existencia de ese mundo en el que las cosas tienen un sitio y la gente mantiene un cierto orden y la lectura se considera algo cotidiano y positivo. Le he abierto la puerta las tropecientas veces que se ha olvidado la llave, cerrado el grifo de la bañera unas cuantas poco antes de que se desbordara y apagado el quemador alguna vez que se lo dejó encendido por despiste. Ahora gracias a dios, de esto sólo le ocurre a veces lo de olvidarse la llave.
Dicen que el saber no ocupa lugar, pero mi experiencia dice que ocupa y que pesa.
Pero en fin, volvamos al tema decoración. La cosa es que no he protestado ante sus exóticas ideas sobre lo que necesita un estudiante o cualquier ser pensante. He obviado el tema salvo cuando ha sido imprescindible hablar de ello y he tenido paciencia ante sus propósitos de mejora y orden siempre pospuestos, aplicando aquello de “vive y deja vivir” y teniendo en cuenta que la casa es suya.
Así que entiendo que después de tantos meses padeciendo en silencio sus particulares teorías sobre la decoración de interiores, F. alucine con mi repentino cierre en banda porque ha pasado un mes y no me ha sustituido la mesa como prometió. Mi rareza consiste en que necesito una mesa más normal, más pequeña, más cómoda, de superficie lisa y que no ocupe todo el espacio junto a la ventana. Pero no sé si F. podrá asimilar tan repente que ahí fuera hay gente a quien no le agrada un mundo sin mesillas ni lámparas junto a la cama y con secadores por el suelo del pasillo. Deseadme suerte en esta batalla por una mesa digna. Seguiremos informando.
————–
P.S. No he tenido demasiada suerte. Al final, tras muchas y variadas aventuras (que incluyen que F. le haya cogido su pupitre a la monstruita sin avisarla -por más que yo le haya dicho que por favor la avise- y le ha dejado a cambio una estantería) tengo una mesa más normal pero demasiado pequeña para permitirme usar el ordenador y dos libros a la vez cómodamente (y dado que al menos tengo que comparar tres… Ulysses original y dos traducciones al español, mal vamos), pero al menos el cuarto me ha quedado más diáfano. Creo que lo prefiero así. Yo había pedido una mesa intermedia, pero se ve que F. es de ideas fijas y de la peña del puño cerrado. Creo que bastará con organizarme y consultar los libros poco a poco. Para ser exactos diré que además del cambio de mesa he sacado una estantería de mi cuarto e integrado su contenido -libros- en una estantería del pasillo y que el desahogo es notable, así que esta F. tenía su parte de razón. Pero para vuestra tranquilidad diré que mi secador sigue bien guardado en su cajón y no poblando el pasillo… ;-))
Te compadezco. Y te admiro. Yo creo que estaría ya en chirona por homicidio muuuuy voluntario o en un hospital psiquiátrico por cabezazos reiterados contra el secador de F (cabezazos no de mi cabeza, sino de la mismísima cabeza de F: en vez de agarrar el secador y secarle los pelos, yo la habría agarrado por los pelos y…).
Así que no te deseo suerte, porque creo que suerte ya la has tenido. Ahí sigues, en pie y el libertad. Y ahí sigue F., viva.
Ja, ja, ja. Yo para algunas cosas tengo mucha paciencia y F. all in all, globalmente, merece mucho la pena. Pero para el orden es terrible, y rata, como casera, un rato (esto de leer a Joyce imprime carácter, te salen efectos sonoros a cada paso). Tiene un montón de gastos, como ella dice, pero no es mi problema: a los inquilinos hay que darles unos mínimos.
El post de mañana será visual… hasta ahí puedo leer.
Qué pedazo de agobio. Aquí quisiera ver yo a Antonio, como el otro día en mi casa ¿te acuerdas?, midiendo la distancia entre “trabajador” y pantalla, alejando la pantalla, recolocando el teclado, resituando la silla… Si intenta hacer algo de esto en tu escritorio de la Señorita Pepis me temo que sólo conseguiría una tortilla de aparatos de trabajo en el suelo de tu linda habitación (porque linda parece, pese a todo; creo que antes de irte de ella nos deberías de poner algunas panorámicas para que sepamos dónde es exactamente que se contractura Elsinora).
He exagerado la cosa. En realidad con espacio para tres libros a la vez me basta… Pero sí, esta mesa que me ha conseguido la generosa F. después de discutir y discutir no es amplia precisamente… Si me harto me compro una de segunda mano en la tienda del “capullo”.
Sugerencia para el famoso test de “britishness” o como se diga:
– ¿Cómo conseguir mobiliario de los caseros de la Pérfida?
Anoto la sugerencia de Parianea para el test, y se me ocurre una pregunta derivada de ella: ¿de dónde les viene a los ingleses su famosa flema? De aguantar a sus caseros roñicas durante generaciones.
Y sí, Alex, la opción IKEA la consideré (sobre todo ella que es sueca), pero al final le resultó más fácil mangarle el pupitre a la monstruita, que habita la habitación de al lado…
Joer, dile que en ikea hay muy baratas 😛
Un saludo!
Bueno, unas semanas más… un poco de disfrute londinense… y a la rata de tu casera la envías a tomar por Ikea… digo… Pues eso.
Que sí, que yo también he caído, y leo tus posts. Y ya veo como no sufres en silencio, menos mal. Que eso de “me gusta cuando callas porque estás como ausente…” nunca lo he acabado de entender.
Prometo hasta meter más comentarios. A por Uli, su primo James y su sobrino Jorge, que son pocos y cobardes.
Gracias, Metrolando y bienvenido a los comentarios. Y sí, callarse y tragarse las cosas acaba pasando factura.