Elsinora contra los malvados anacolutos I

Hoy mi perplejidad ha vuelto a niveles de cuando vivía en la Pérfida, así que ahí va esta crónica perpleja desde la ardiente piel de toro.

Hace unos meses empecé un curso bastante peculiar. Tiene que ver con el mundo del diseño y las artes gráficas y me ha permitido conocer la existencia de muchas cosas que desconocía y sobre todo, me ha puesto en contacto con unos seres extraños llamados anacolutos.

Los hay distintos tamaños y colores, de distintas edades y procedencias geográficas y también los hay pacíficos y guerreros. En cuanto a la vestimenta, les gustan las chanclas, los pantalones cortos, y las camisetas chillonas, cosa más o menos comprensible cuando la temperatura mínima es de 35 grados, pero que compone un cuadro playero que a mí no me termina de casar con un curso oficial para adultos.

camisas coloristas
El concepto de elegancia según los anacolutos

Más allá de su variedad visual y su tendencia a hablar demasiado alto, la característica más importante de los anacolutos es que generan una especie de microclima mental, un triángulo de las Bermudas de las normas mundiales de enseñanza, que cambian el funcionamiento de las brújulas y los mapas. Así, por ejemplo, cuando estás con ellos en clase parece que intentar entender algo o aprender es una especie de excentricidad molesta tuya que toleran según tengan el día. El profesor les parece un mal necesario al que está bien interrumpir para soltar bromas pero a quien no deberían molestar con posibles dudas que les pudieran surgir si estuvieran prestando atención…

Cartel anacolutos 3

Otra característica de los anacolutos es que parecen tener cierta bipolaridad o mala memoria selectiva. En ausencia de coordinadores del curso se quejan de lo pequeñas que son las mesas, de que apenas caben en ellas, del calor que hace en clase y demás, pero es aparecer la coordinadora y preguntar si estamos a gusto o tenemos algún problema y todo esto desaparece. Por supuesto, vuestra Elsinora, que pertenece a una raza no sé si más sofisticada o más primaria pero en todo caso menos bipolar, indica a la coordinadora que hace calor y también que las mesas son pequeñas con educación. A todo esto algunos de los anacolutos son bajitos y delgados pero hay otros que miden 1,95, por lo que es incomprensible que los altos puedan estar cómodos en una mesa que a mí que no llego a 1,80 me resulta pequeña…

Otro rasgo peculiar de estos seres con los que comparto aula es que utilizan los descansos para comprar comida (comida basura sobre todo, o bebidas de cola) y las clases para comérsela como en una suerte de “efecto antípodas” que les lleva a hacer las cosas al revés que el resto de los alumnos del mundo civilizado. El olor a Doritos en medio de la clase se ve que les alivia cierta morriña que deben tener de su isla nativa. Para la delicada operación de comer en clase los hay que aplican mayor o menor disimulo. Mi preferido fue el caso de la anacoluta que metió los pistachos en la cajonera y los iba pelando uno a uno con su consiguiente ruido y luego se los metía en la boca. Lo mejor de todo es que la anacoluta pistachera estaba en la primera fila… Debía pensar que el profesor era sordo y bastante corto de vista…

nachos

Otra característica es que a pesar de lo mucho que se quejan de la temperatura y la falta de luz son incapaces de pedirle al profesor que encienda la luz o que ponga el aire acondicionado. Es como hubieran heredado de sus ancestros una desconfianza insalvable respecto al poder de la palabra para conseguir cambios y estuvieran convencidos de que sólo vale para quejarse. Afortunadamente vuestra Elsinora no tiene esa desconfianza en la palabra, así que pidió educadamente luz y aire y se hizo la luz y llegó el aire y gracias a ello no nos quedamos dormidos en la clase teórica. Por un momento me vieron como un ser divino con dotes de adivinación y quizá hasta incluso fantasearon con levantarme un totem pero se ve que perdí mi oportunidad el día que osé preguntar una duda al profesor o por mi absurda manía de no querer comer en clase…

Continuará…

[Post dedicado a Simoneta, que creo que conoce muy bien la sensación de compartir aula con anacolutos]