El movimiento se demuestra andando

Quiero creer que aún no hay comentarios con vuestros textos porque estamos en medio de un puente en Julio y todo el mundo ha huido a la playa o la montaña o dormita en un lugar con aire acondicionado y sin ordenador… No me sean tí­midos, que es muy divertido.

He aquí­ el producto de mi tentativa con los diecisiete títulos.

Yo no soy Camus, aunque tengo algo de turista de mí­ mismo, lo reconozco y así lo diría incluso ante el juez, pero cuando en medio de aquel ritual de aniversario llego al “Obrador de los pintores” y veo que Lola baila sola en medio de aquella sala llena de espejos y de hilos rojos, confieso que mi círculo de confianza se vino abajo y me quedé sin recursos humanos ni divinos a los que aferrarme en este mundo salvaje en el que los maridos evitan sus propios aniversarios.

Avefría australiana
Nadine Doerlé – Pixabay

Trastorno creo que llaman al estado en el que entré en ese momento, trastorno mental transitorio, usted podrá especificarlo mejor, pero yo entonces no lo sabía y no hací­a más que ver danzar a la tal Lola, ajena a la evidencia de su abandono y ajena al hecho de la música que ella bailaba no era en realidad el famoso tema L’ oiseau, incluido en el célebre Klavierkonzert vienés del siglo XIX sino en realidad un Réquiem por la canción quebrada, un réquiem que su compositor quiso dedicar a los desastres asociados a la mirada del caballo, una mirada rota como la canción y como las alas del tal pájaro comeniños y como los espejos y los hilos rojos de la sala. En realidad creo que los espejos no estaban rotos hasta que empezó aquello, mi trastorno, pero de lo que estoy seguro es de que la mirada del caballo era una mirada sin ojos, una mirada de turistas de sí­ mismos que no lo saben pero terminan matando a alguien sólo porque en Marruecos hace mucho calor y van con jersey negro de cuello alto porque creen que están en Parí­s o en pleno invierno en los bajos de Moncloa con unos litros y porque alguien, un desconocido, se les pone a tiro, a ellos que no han sabido triunfar en el amor de los adultos y que están bañados en sudor.

Teclado de piano
Mabel Amber -Pixabay

Por otra parte, un amigo mí­o que me conoce bien sostiene que todo esto deriva de unos pinchazos y sus consecuencias y que en realidad ni hubo ritual de aniversario, ni Lola danzante entre espejos, ni espejos, ni hilos rojos, ni pájaros africanos o velazqueños, ni réquiem de canción quebrada ni de canción entera y sostiene también que lo que habí­a allí­ con toda seguridad era caballo, caballo sin mirada ninguna, caballo del bueno y que en fin, con aquel mono no tuve más remedio que aferrarme a ello, un recurso muy humano ese de refugiarse en la química en tiempo de trastorno, así­ se lo contaremos al tipo de la toga, el juez. Creo que esto es todo. He conseguido mencionar las diecisiete historias que me obsesionan, algunas incluso han aparecido varias veces. A ver si así­ me libro de ellas como usted sugería, doctor.

2 respuestas a «El movimiento se demuestra andando»

  1. Pues no veo por qué… Estoy segura de que si te pones te sale algo muy curioso y además te echas unas risas. No hace falta repetir títulos, con meter los diecisiete y luego buscar posibles formas de hilar las transiciones basta. Empieza por los que te resulten más sugerentes y sigue avanzando. ¡Es muy fácil, en serio! (Es cierto que yo tengo experiencia en estas cosas, pero el ejercicio es para divertirse y mover un poco la mano, no para ganar el Cervantes 🙂

  2. Bonito ejercicio, guapa.
    Cualquiera se atreve a hacer uno con esta propuesta.
    Mil besos…

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