El emperador está seco y desnudo

Es verano. Estoy en Londres. Paseo sobre un cadáver que se llama Regent’s Park. Se trata de un gran parque del centro de la capital de La Pérfida, antiguo terreno de caza de Enrique VIII. Tiene un zoo, grandes extensiones para practicar deportes, teatro al aire libre, cafés, restaurantes y un lago. Hoy hace treinta y ocho grados centí­grados o cien grados Fahrenheit y algunos hemos tenido la ocurrencia de venir al parque en busca de un cierto alivio bajo los árboles. Mientras recorro el lugar, que hoy por hoy y al menos en esta parte (Queen Mary’s Gardens) es un trazado de arena y césped quemado, con pequeñas isletas de flores solitarias, tengo la sensación de estar paseando sobre un cadáver que nadie reconoce como tal. Como si el emperador del cuento, en lugar de estar desnudo, estuviera muerto, pero todo el mundo se empeñara en actuar como si estuviera vivo. Los súbditos y los cortesanos han dejado una silla vací­a en la cabecera de la mesa de palacio y ríen las gracias que el emperador no ha hecho y responden a las preguntas que no ha realizado. Los niños corretean bajo el sol abrasador sobre la hierba muerta. Las familias se tumban sobre la superficie reseca y áspera como si fuera mullida y refrescante. Estamos demasiado ocupados fingiendo que el emperador está vestido, que el parque no es un cementerio y que el planeta está bajo control para reparar en lo que realmente sucede a nuestro alrededor.

Para ver un pase de modelos del emperador en pelota picada o en términos menos metafóricos, para contemplar cómo era Regent’s Park antes de convertirse en un paisaje lunar por efecto de la sequía, las restricciones de agua, y la ola de calor pincha aquí .