El buzoneo ¿es medicina o es golosina?

Lo de repartir folletos, visto con cierta perspectiva, es como si te pagaran por ir al gimnasio. Sudas, haces ejercicio, corres, acabarás con agujetas, pero te dan dinero por ello en lugar de cobrártelo. No mucho, cierto es: tres veces menos que las clases particulares de español, por ejemplo. Y conoces gente. Al menos a mí en mis dos salidas se me han acercado dos señoras ancianas a preguntarme de qué eran los folletos. Se lo he explicado y se han ido muy contentas con su papelito (y yo me he quedado muy contenta pensando lo polite que soy cuando me pongo y el buen inglés que hablo, del mismo Cambridge). Se ve que unas y otra somos fáciles de contentar. Ayuda el hecho de que me consta que las pizzas son buenas: además de comerlas las he visto hacer. Ahora que lo pienso, me he hecho amiga de dos viejas en cada reparto y enemiga de otro par. Y hay que añadir a la lista de enemigos a algún perro rabioso agazapado al otro lado de la puerta esperando una mínima vibración en el buzón para saltar. Grrrr. Menudo susto te pegan. Pero para que se entienda hay que explicar que la mayor parte de los buzones de UK no son buzones propiamente sino ranuras en la puerta. La mayor parte están a media altura pero también los hay bajos, casi a ras de suelo. Los bajos son muy incómodos: te obligan a agacharte, con mochila y todo y sientes cómo los folletos se revuelven en tu espalda al mismo tiempo que tus vértebras pero en una secuencia distinta. Los buzones son horizontales en su mayoría pero también hay alguno vertical. Los verticales complican el proceso porque normalmente son más estrechos y no cabe el folleto entero, así que lo tienes que doblar. Y como ir doblando sobre la marcha supondría perder mucho tiempo, yo doblo por anticipado un par de ellos y los pongo al final del taco, en previsión de lo que venga. No hay nada que indique si… (Continuará).

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