Regresé a España hace más de un año ya, de forma que mi adaptación a la vida de aquí es bastante completa en este momento. Hay sin embargo algunos detalles que delatan la impronta de haber pasado dos años en La Pérfida.
En primer lugar, vivir fuera dos años ha hecho que mi alergia a las Navidades haya disminuido. Ignoro cuánto durará el efecto, y si pasado determinado punto de exposición la alergia volverá, pero de momento la voy tolerando muy bien. Y otro aspecto importante es el fenómeno “peli inglesa contemporánea”. Uno desarrolla una sensibilidad especial para detectar una peli inglesa inmediatamente: enseguida las casas, las calles, los coches, incluso los actores secundarios más desconocidos hacen saltar las alarmas. Después de las alarmas viene una cierta placidez: reconoces los espacios, las tramas, las claves culturales y te sientes integrado en la escena, pero después, si aparece Londres (o la ciudad inglesa en la que vivieras), te asalta la morriña. “Esto es tal”, “aquello es cual”, le dices al que tienes al lado (a quien posiblemente le da bastante igual) mientras en la pantalla aparece una escena cualquiera de “Quiero ser Beckham”, por ejemplo y es como si el corazón te diera un vuelco.
Y diréis, ¿cuál es el problema, si Londres está a tiro de Easyjet, y con la libra tan baja? Pues es cierto que uno puede viajar con facilidad, pero no es lo mismo visitar que vivir. Y en todo caso, cualquier tiempo pasado fue… anterior, ya se sabe 🙂
La maldición del viajante: nunca encontrar descanso
Es muy cierto eso que dices, aunque también te da una perspectiva “móvil” que está muy bien.
Y se me olvidó añadir que vivir en La Pérfida te da cierta inmunidad respecto al sentido del ridículo español o la obsesión por ir bien conjuntado. No es que ahora vista como una inglesa, pero sí me permito extravagancias que antes no contemplaba…