Llamadme rara si quereis, pero me encuentro de un humor curioso, tirando a optimista, por cosas tan raras como la noticia de que Berlusconi ha perdido la inmunidad y la de que Amazon lanzará por fin el Kindle (un dispositivo para leer libros electrónicos) en España en un par de semanas.
Hay cuestiones del escenario político y económico español e internacional que me inquietan y que hasta me sacan de quicio, pero en fin, imagino que serán muy parecidas a las vuestras y que de poco sirve poner el dedo en la llaga.
También podéis llamarme ecléctica, como bautizó una amiga a una bicicleta elíptica que tuve la ocurrencia de comprar para incrementar mi trabajo de cardio ahora que vamos hacia el mal tiempo. La gracia del cacharro elíptico/ecléctico es que carece de sillón y tiene a cambio unas barras abatibles que permiten trabajar también el tren superior (brazos, hombros etc) y aumentar la intensidad del ejercicio y mejorar la coordinación. Y claro, yo, como el mundo necesito mejorar la coordinación. Así que andaba muy ilusionada esperando que llegara mi I Trainer de Reebok y recibí con alegría las llamadas que primero me advertían de un retraso y luego me comentaban que todo llegaría según el plan inicial. Quizás aquello que parecía algo contradictorio debería haberme puesto sobre aviso, pero suponía que tratándose de una bici ecléctica había que estar preparado para aceptar cierto grado de contradicciones, más o menos superficiales.
Pero hete aquí que el guionista tenía otra idea para este cuento… El texto que él propuso es el siguiente.
Érase una vez una bicicleta ecléctica que era tan ecléctica que hasta incluía una pieza importante rota, así que érase una vez que llegaron los operarios, subieron la caja, la abrieron, sacaron las partes con ruido de rasguidos, la empezaron a montar y hete aquí que descubrieron su eclecticismo rompedor (nunca mejor dicho). Volvieron a meterlo todo dentro y desaparecieron por donde habían venido y la perpleja clienta se quedó mirando al vacío que aún quedaba en el rincón en el que estaba previsto que fuera la bici ecléctica pensando que todo había sido un sueño y que nadie le había llamado para decirle que le enviarían justo ese día su bici y que tampoco nadie llamó al telefonillo ni tampoco subió a su casa. Un pedacito blanco de corcho y un vago resto de sudor masculino en el ambiente le hicieron darse cuenta de que no lo había soñado. El cargo en la cuenta corriente también lo indicaba así, pero en fin, en todo caso el eclecticismo se hacía esperar. Ella siempre había sido una clásica, al parecer…
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