Cuánto deporte y tan lejos de casa

Cuando yo era ¿pequeña?, ¿más joven?, hace unos años, vamos, era famoso un sketch de televisión de Emilio Aragón en el que éste aparecí­a persiguiendo interminablemente una lí­nea blanca pintada en el suelo por las calles de la ciudad. Al mismo tiempo sonaba una melodí­a muy familiar.

El otro día jurarí­a que a mí me pasó lo mismo. O bien yo seguí­a una lí­nea blanca o bien una línea blanca me seguía a mí. Sea como fuere, mi línea y yo llegamos nada menos que hasta Alcorcón, desde Chamberí. Y en metro, además.

Perseguí­amos un par de pesas o mancuernas, que son una cosa rara para perseguir, pero así­ era. No es que fuera presa de un brote de “Teletienditis” (ya sabes, ese mal que consiste en invertir miles de euros en aparatos de gimnasia más o menos estrambóticos vistos en la tele), sino que mi profe de Pilates está empeñado en hacer de nosotras (sólo hay un par de hombres en clase y uno casi nunca viene) unas atletas y para ser atleta parece imprescindible poder hacer fondos impecablemente y para hacer fondos parece imprescindible no tener muñecas de pitiminí­, al menos si tus caderas no son igualmente de pitiminí. El profe nos tuvo un rato practicando con las picas (ver este post) y luego nos dio instrucciones para que siguiéramos practicando en casa con el palo de la fregona para tener muñecas de acero cuando en noviembre nos pongamos a hacer fondos. Puso a Dios por testigo de que si no practicábamos todos los dí­as, llegado ese momento nuestras muñecas se abrirían. Mi experiencia con los fondos hasta ahora ha dejado mi casilla en 0 y la de los fondos en 1, pero ya se sabe que el que ríe último ríe mejor.

La cosa es que el palo de la fregona -rí­gido como es- no termina de plegarse a mis deseos: a mi madre no le hace demasiada gracia ver los flecos del mocho subiendo y bajando en medio del salón (me gusta hacer ejercicio mientras veo la televisión), por más que la fregona esté completamente seca y sea una flamante Vileda-palo-largo de 140 cm bastante nueva, y a mí no me complace que sea tan larga y tan hueca y a las paredes colindantes y a las macetas no les hace demasiada gracia ser avasalladas treinta veces con cada mano.

Unas pesas ligeras parecí­an una opción segura para mí y para el mobiliario. Hay una pequeña tienda de deportes cerca de casa, pero a quién le seduce cazar una mosca pudiendo cazar un dragón. Como además también quería echar un ojo a algunas cosas de natación y nunca había estado en un Decathlon (básicamente porque antes de mi fiebre deportista era más bien alérgica a este tipo de sitios) puse en marcha la operación de busca y captura. Hete aquí que todos los establecimientos de la cadena francesa están en el extrarradio y como yo no conduzco y no podí­a esperar a que nadie me llevara (valiente cazadragones dominguera estaría hecha entonces), tení­a que analizar cuidadosamente las comunicaciones de cada sede para descubrir la de mejor acceso mediante transporte público.

Porque claro, con mi sentido de la orientación tampoco podí­a arriesgarme a andar buscando por las calles de Alcobendas o San Sebastián de los Reyes el bonito edificio de Decathlon. Fui comprobando los planos de cada sede y descubrí que efectivamente la mejor opción era Parque Oeste en Alcorcón, porque la parada del Metrosur dejaba bastante cerca, como me habí­a comentado una amiga tiempo atrás. El plan era ir a echar un vistazo a la oferta en pesas, cintas elásticas de fitness y cachivaches de natación y sólo comprar cosas ligeras a la espera de volver otro dí­a con refuerzos (una cosa es querer cazar dragones y otra ser masoca). Pero al final de algún modo regresé con dos pesas de dos kilos, dos cintas elásticas Reebok (fitness rings) y tres pelotas de diversos tamaños y colores vivos.

La vuelta a casa…

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