Confusione en re menor o código, mi tesoro (parte II)

La japonesa misteriosa coloca unas telas dobladas sobre las sillas, y dentro de ellas algo en el centro que sobresale un poco. Hace lo propio sobre la banqueta del piano de cola. Mientras ella actúa, algunas personas sentadas en la zona del público han empezado a sacar instrumentos de sus fundas y lanzan notas inconexas propias de la música contemporánea o simplemente afinan por última vez. La japonesa de los pasos pequeños reaparece con unos cuernos de demonio de los que se utilizan en las fiestas, pero sin iluminar. Tuerce la boca en una mueca infantil mientras acarrea los últimos bártulos, un par de atriles, pero la mueca podrí­a ser igualmente un acto reflejo o un gesto con sentido.
Los músicos que estaban entre el público -cuatro chavales y un señor cincuentón- cogen sus instrumentos, se ponen en pie, se dirigen al escenario y se sientan. Suenan cinco pedorretas más o menos simultáneas y descubrimos que lo que la japonesa ha puesto entre las telas son esas bolsas de goma de las tiendas de bromas que al ser presionadas producen el sonido de un pedo.
Continuará