Elsinora contra los malvados anacolutos I

Hoy mi perplejidad ha vuelto a niveles de cuando vivía en la Pérfida, así que ahí va esta crónica perpleja desde la ardiente piel de toro.

Hace unos meses empecé un curso bastante peculiar. Tiene que ver con el mundo del diseño y las artes gráficas y me ha permitido conocer la existencia de muchas cosas que desconocía y sobre todo, me ha puesto en contacto con unos seres extraños llamados anacolutos.

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Terror en el hipermercado

Ayer tuve una visión. De las terroríficas. Eran dos esferas enormes, blancas, que me miraban fijamente desde el otro lado del espejo. Era por la tarde y yo estaba girada en el vestuario del gimnasio.

Y sí, tu deducción es acertada, las esferas estaban acopladas en el lugar en el que la espalda pierde su noble nombre y empieza a llamarse “qué he hecho yo para merecer esto”.

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Limpia, fija y da esplendor…

No, no es la Real Academia de la Lengua, ni tampoco un multiusos milagroso con etiqueta de un forzudo calvo, ni siquiera una vaporeta de última generación. Aquí quien limpia, fija y da esplendor es el propio bloguero (bloguera en este caso). Y es que mantener un blog es como un curso gratis de bricolaje o de DIY (Do It Yourself) como dicen los angloparlantes, para cada problema cotidiano hay que probar alguna solución barata y creativa. Como comentaba, el blog de repente se me ha llenado de símbolos extraños donde antes había acentos, eñes e interrogaciones, así que estoy limpiando manualmente esos horrores tipográficos en los post publicados.

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La monitora sin alma

Ahí estaba aquel espantajo enfundado en un bañador y con una faldita medio caí­da moviéndose con desgana. El espantajo tendría unos treinta años y un cuerpo delgado, ni muy fuerte ni muy elástico. La piel morena, el pelo rubio teñido y tirando a fosco y aspecto de ser mezcla de español y tunecina o magrebí­.
No es exactamente que se moviera a cámara lenta, ahí­, levantada sobre el bordillo y frente a una veintena de bañistas pero había tal desgana en todo lo que hací­a que daban ganas de darle un buen café a ver si se despertaba.

Pies al borde de la piscina

Era una clase de algo llamado AquaLatino, una especie de aerobic en agua con cuarto y mitad de bailes latinos, lo que hací­a que el delito de la monitora fuera mayor aún, porque si es grave impartir una clase de aquagym entre bostezo y bostezo si encima la clase está salpicada de bailes latinos la falta de sangre en las venas lo volvía todo mucho más gris aún.

Está claro que cualquier actividad que uno realice en la vida se beneficia si quien la practica le pone corazón. Pero en áreas como la enseñanza, la expresión corporal o la educación física tener un monitor que no se cree lo que hace o que tiene la tensión arterial bajo cero es especialmente grave.