Los investigadores del CSIC han descubierto huellas de gusanos gigantes de hace 4700 años en el Parque Nacional de Cabañeros, debajo de lo que entonces era un fondo marino. Los bichos en cuestión se estima que medían un metro de largo y unos quince centímetros de ancho. Un poco más al Este, en la comunidad valenciana, un industrioso agricultor ha descubierto una variedad de naranja producto de una mutación espontánea entre naranja y clementina que produce frutos gigantes, sin pipas y muy dulces y que además florece fuera de temporada. Parece que el agricultor quiso certificar su hallazgo por las vías oficiales autonómicas con idea de repartir después las licencias del nuevo cultivo entre pequeños agricultores y que desde entonces le están haciendo la vida imposible, le envenenan el árbol y a sus animales y a él le narcotizan y le meten cosas por un ojo…
Alvaro Sanchis Sisternes -así se llama el sufrido “descubridor”- cree que detrás de la guerra sucia se encuentra alguna gran empresa del sector cítrico, o en otras palabras, algún ácido empresario sin escrúpulos. Visto lo visto (por el ojo bueno), el industrioso agricultor ha decidido cruzar el charco con su “invento” y registrar el invento en el otro extremo del fondo marino atlántico, es decir en Estados Unidos.
Y hablando de Estados Unidos, las noticias que vienen de allí -serpientes o gusanos de verano- son una marea que no cesa. Cuando no nos llega una noticia de Michael Jackson nos obsequian con otra aún más sorprendente como la que refiere una escena en la que el actor Ryan O’Neal (el chico de Love Story) trata de ligar con su propia hija en el funeral de su exmujer Farrah Fawcett. Cierto que hacía décadas que la actriz, llamada Tatum (casi como el colutorio verde) y Ryan que tiene casi 70 años no se veían (el actor tiene cuatro hijos, de tres mujeres y sólo se habla con uno), pero de ahí a ir ligando con la primera rubia que se te cruza en el funeral de tu exmujer…
Según el artículo de El País, además, Ryan llamó a esta hija “puta” porque en un libro contaba que sus padres consumían drogas y que su padre la maltrataba física y psicológicamente. Con una infancia así tampoco extraña mucho que a ella la detuvieran en Nueva York cuando trataba de comprar crack y cocaína en la calle. Pero para dejar las cosas en su sitio hay que decir que Tatum O’Neal ganó en 1974 un Oscar a la mejor actriz de reparto por su interpretación en “Luna de papel”.
Y, bueno, si viste “El doctor T y las mujeres“, la peli en la que un sonriente Richard Gere hace de ginecólogo adinerado y cortés y Farrah Fawcett de su mujer, víctima de una extraña enfermedad producto de la excesiva paz familiar y de una vida regalada (o “de un amor inmerecido”, como dice Sergi Sánchez en su completa crítica), no podrás dejar de considerar que Robert Altman, director de la peli, o la guionista Anne Rapp conocían al dedillo la trayectoria de Fawcett y O’Neal y que su sentido del humor (o su retranca) era tan larga como los gusanos antediluvianos de Cabañeros, quizá porque el cineasta y la guionista llevan años alimentándose con sus propias supernaranjas cultivadas secretamente en Orange County, la Valencia californiana, gracias al silencioso tráfico de gusanos gigantes bajo el fondo marino del Atlántico portador de semillas y claro esas naranjas recargan tu vitamina C, pero también tu acidez, por muy dulces que las considere su “descubridor”.