Un día y medio sólo

Queda sólo un dí­a y medio.
Estos dí­as paro poco en casa porque trato de aprovechar al máximo para ver y hacer cosas.

El sábado por la tarde fui a la Tate Modern a ver a la exposición de Louise Bourgeois. Me gustó, pero no aprendí­ nada nuevo. La fiesta de despedida del sábado a la orilla del río (cena en el Giraffe y copa en la OXO Tower) estuvo muy bien, pero, lógicamente, me dejó algo pensativa.

El domingo me fui a Kew Gardens, a pesar de que el transporte los fines de semana parece una prueba de paciencia más que un sistema para desplazarse de un punto a otro. Hice unas doscientas fotos -más de plantas que de las esculturas de Henri Moore– y tomé algo el sol, lo cual es un privilegio para finales de octubre en la Pérfida (eso sí­, los jardines estaban llenos de miles de “privilegiados” con la misma idea que yo, así­ que las colas para sacar las entradas eran considerables). Después de Kew Gardens me dirigí­ a Nottinghill y estuve paseando por allí­.

El lunes tuve que rematar algunas cosas pendientes del trabajo carapantallil y por la tarde me reuní­ con una compañera inglesa del máster en un pub cercano. Sobre eso ya escribiré, porque creo que merece la pena (“Viaje a la mente de una veinteañera inglesa” se podría titular aquello).

Ayer martes me fui al Museo John Soane en Holborn y después a la National Gallery. Sir John Soane era un arquitecto del siglo XIX que diseñó el Bank of England y la Dulwich Portrait Gallery entre otros edificios y que acumuló en su casa piezas de arte y arquitectura de diversas épocas y países – hasta un sarcófago egipcio tiene en el sótano.

Lo que se visita es la casa-museo en la que viví­a, diseñada por él mismo; es interesante y además, gratis. Después del museo almorcé sentada en un banco del parque de Lincoln Common, como tantos ingleses, una lasagna de carne calentita (hace un frí­o horroroso en Londres estos días). Por la tarde callejeé por Covent Garden y Soho y compré entradas con descuento para “Les Miserables” (o “Les Miz”, como dicen aquí) en Leicester Square, además de una pashmina de urgencia en el mercadillo frente a Covent Garden, porque hací­a un frío que pelaba y la semana pasada perdí­ la bufanda.

Sobre “Les Miz” puedo decir que los actores/cantantes eran muy buenos, el uso del escenario notable (el suelo giratorio da mucho juego, además de las luces) y las canciones estupendas. La historia en sí es bastante folletinesca, como sabéis, y la representación dura tres horas, pero la música es realmente espectacular.

Volví­ a casa desde Picadilli en autobús -tras tomarme un perrito de esos con mucha cebolla- para poder ir viendo aquello. El autobús atravesó Knightsbridge, South Kensington, Fulham Road…, en fin, que fui diciendo adiós a Harrods, el Victoria & Albert, el río etc.

A ver qué hago hoy.

El mundo es un sitio muy raro

(y Londres, más raro aún).
No dispongo de mucho tiempo, porque tengo un plazo de entrega carapantallil pendiendo sobre mí cual espada de Damocles. El domingo me mudé a casa de una amiga en Londres (sí­ la misma que me acogió al principio; se ve que me gusta la simetrí­a), donde me voy a quedar un par de semanas hasta que regrese a España. La idea era que en octubre ya estarí­a libre de mi proyecto carapantallil y lo dedicarí­a a pasearme por Londres.

Paseando por Londres

Las circunstancias han hecho que ande aún con ese proyecto, así que estoy aquí­ en Putney (cerca de Richmond y Wimbledon, suroeste de Londres) como una okupa en plan huelga japonesa (una okupa a un pupitre pegada). Mi huida del nido parece que ha tenido un efecto multiplicador: Patrick también se mudaría finales de octubre y de hecho ya ha llevado todas sus cosas a una nueva casa, más céntrica. He dejado las cosas de la mudanza bastante encarriladas, con idea de terminarlas en cuanto finalice este bonito proyecto. Además, estuve tirando un montón de cosas y limpiando la habitación para dejarla niquelada. Como a la mayorí­a de los seres humanos, lo de poner orden y organizar mudanzas habitualmente me agobia, pero por algún motivo este domingo me lo pasé bien decidiendo qué tiraba y qué conservaba y clasificando las cosas. Supongo que porque era una forma palpable de hacerse a la idea de que se termina una etapa.

Caja de mudanza

Ando mejor de mi contractura, de hecho mi cuello se ha vuelto humano y flexible y gira con facilidad. Sin embargo, el trapecio, sobre todo a la altura de los hombros, sigue dando guerra (el circo nunca me tratado demasiado bien 😉 y esta vida circense que llevo pasa factura). Así­ que mis visitas a la doctora china y al osteópata (voraz como soy, y dado que mi dieta terapéutica monográfica no daba los resultados apetecidos, he decidido “promiscuar” :-)) ahora alterno pincho chino moruno -alias acupuntura- con Bradwurst al curry -alias clí­nica de osteopatí­a alemana llevada por osteopátas indios; la salchicha bradwurst soy yo, especialmente cuando me hacen abrazar una almohada y me retuercen la espalda hasta recolocar las vértebras; eso sí­, no duele- estos días desde mi nueva residencia tienen mucho de idea de Míster Bean, especialmente cuando se tiene un plazo de entrega muy cerca.
En fin, seguiremos informando cuando podamos.
Sean buenos y no olviden vitaminarse y mineralizarse.