Libertad, fraternidad y perplejidad

Definitivamente, mi no entender. La reina de Inglaterra ha invitado a Sarkozy a su casita de Windsor para hablar de la fraternité, aunque una de las cosas que ha trascendido sobre esta visita es que el francés está decidido a mandar mil soldados a Afganistán y a que ambas potencias potencien -como su nombre indica- su apuesta por la energí­a nuclear. No sabemos si la monarca cursó su fraternal invitación ví­a email o por SMS, aunque nos consta que la reina sabe mandar correos porque alguno ha mandado a sus nietos y también hemos oí­do que Sarkozy mandó a su ex un mail bastante ofensivo para su actual mujer.

El prí­ncipe Carlos se ha mostrado poco fraterno respecto al medio ambiente en sus viajes, pese a su declarada vocación ecologista. Ignoramos el grado de fraternidad alcanzado por la pareja Reina-Sarkozy en la intimidad de su carroza real y el de la pareja Carla Bruni- duque de Edimburgo en la penumbra de la suya, aunque hemos tomado nota del look pelí­cula de James Bond que luce la Bruni en estas primeras horas de la visita y podemos imaginar el efecto de la subasta de la foto de la Bruni desnuda en Sotheby’s en las mentes de muchos británicos. A mí­, que me va la cosa de la literatura comparada y demás, se me ocurren muchos comentarios sobre los mitos ingleses del francés galante o de la italiana fogosa, pero los omito por poco fraternales. Por otra parte, mañana Francia e Inglaterra disputan un partido de fútbol que probablemente no ayude mucho a esos deseos de fraternidad expresados por Sarkozy.

Donde tampoco andan sobrados de fraternité es al otro lado del charco: a juzgar por la cobertura de la CNN, para estar al dí­a sobre la campaña electoral en Estados Unidos basta con seguir el rastro de los trastos que se tiran a la cabeza Hillary y Obama. Hillary sacó a relucir su experiencia en gestiones diplomáticas, lo malo es que su memoria deformaba bastante lo ocurrido: de repente todos sus viajes a zonas de conflicto habí­an tenido lugar entre fuego cruzado, cuando las grabaciones de la CBS (que yo vi en Larry King Live) muestran cómo una Hillary aparentemente relajada, baja del avión tranquilamente en Tuzla, Bosnia y camina tranquilamente hasta un grupo de personas que la esperan sonrientes, la saludan y la besan.

No se ve ni se oye fuego alguno, pero sí nos queda claro que el estilista de Hillary de ahora es mejor: la media melena lacia de entonces le hací­a más cara de pan, el pelo más ceñido a la cara de ahora le da mayor carácter, así­ como el flequillo con mechas color sorbete de limón. Hillary tiene ahora la cara más “hecha”, aunque lo que el periodista Miguel Ángel Bastenier llama su cara lunar (cara de luna llena, dirí­a yo) tenga poco remedio, parece que los años le están sentando bien a la senadora.

Pero está claro que el mejor estilismo no garantiza fraternidad a ningún nivel (salvo quizá del sujeto estilizado con el espejo, pero no tengo forma de comprobarlo: no sé leer posos de café ni tampoco me comunico con espejos ajenos). Otro desliz de Hillary que Obama se ha decidido a lanzarle a la cara es que presumió mucho de haber ayudado a la pacificación del Ulster, cuando en realidad tuvo un papel muy secundario. A Obama por su parte se le ha acusado de plagio, de ser un seguidor fiel de un pastor negro radical Jeremiah Wright, de recibir prebendas de un corrupto, de ser musulmán y un largo etc.

Todo esto no hace sino darle alas a ese anciano articulado llamado McCain y a sus ganas de mantener las tropas norteamericanas en Irak cien, mil, o cien mil años. El veterano con costurones es el principal beneficiario de la fraternidad a lo demócrata, como se cuenta aquí­). Debo decir que McCain ha pasado de repatearme (por razones en gran medida frí­volas; mi fraternidad va por el sector peluqueril) a despertar últimamente cierta simpatí­a: si fuera cierto que va a cerrar Guantánamo y a instaurar polí­ticas ecológicas y a buscar el consenso con Europa, entonces sabrí­amos que algún nivel de fraternidad aún es posible. De hecho, ese ha sido el mensaje que el candidato de plastilina y titanio ha traí­do a Europa y Oriente Medio. Sin embargo, a su paso por Parí­s le faltó del tiempo para pedirle a Sarkozy que mande más efectivos a Afganistán.

Visto lo visto, la fraternidad quizá deberí­amos planteárnosla en plan Francisco de Así­s: es decir, con nuestros hermanos los animales. Yo entre estos que se dedican a tirarse trastos a la cabeza y un loro que resuelve puzzles en 30 segundos, me quedo con el loro. Japonés, por más señas. Mi no entender, mi no entender, mi no entender. Aligató gosaimas.

Polí­ticos con vis cómica

He aquí un diálogo recogido por nuestros reporteros en medio de esta campaña electoral. Los interlocutores no están identificados pero nos son tan familiares…

-Al pan, pan, y al vino, vino. Las peras son peras, las manzanas son manzanas.
-Eso es relativo.
-España es España es España es.
-Ese concepto ha variado a lo largo de la historia. La nación es un concepto discutido y discutible. Y aún le digo más: es saludable que así sea.
-¡Es usted un bobo solemne!
-Y usted un patriota de hojalata.

Peras diabólicas
Fíate tú de las peras; Anja – Pixabay

(Aquí­ los interlocutores anónimos pasan al terreno del insulto y pueblan sus intervenciones con expresiones malsonantes como “canastos”, “centellas”, “córcholis” que por respeto a nuestros sensibles lectores hemos tenido que retirar; además, parece que se despeinan un poco y se aflojan la corbata, pero este extremo no se ha podido confirmar).

-Porque así tiene que ser, porque así­ ha sido siempre, por los siglos de los siglos. Al pan, pan, y al vino, vino. Las peras son peras, las manzanas son manzanas.
-Ya le digo yo que las categorías son relativas. Insignes taxonomistas, el principio de incertidumbre y la gente de la cultura de este país sostienen que…
-No me hable de macroeconomía, ni de insignes taxistas, ni de “untados”, hombre. A mí lo que me interesa es el artista que se levanta a las ocho de la mañana.
-Lealtacidaz, lo importante es la lealtacidaz.
-Y tú más.
-Y tú mucho más.

Y aquí  lo dejamos, porque los insultos decimonónicos volvieron a salpicar la conversación y nos pareció que ya habíamos tenido bastante, ¡córcholis!

Debates de aquí­ y allá (parte II)

También fui una de los 13 millones de personas que vio el primer debate entre Rajoy y Zapatero. Se ha escrito bastante sobre esto, así­ que no me extenderé, pero sí me gustarí­a destacar un par de cosas. Primero, hasta qué punto todos vamos por la vida con orejeras: muy poca gente vio realmente el debate, más allá de las cosas sujetas a interpretación subjetiva, mucha gente se lo imaginó y por eso atribuye a los candidatos cosas que no dijeron. Segundo, y relacionado con el primer punto, lo poco que pareció importar la teoría sobre una buena presentación o un buen discurso en este caso: la falta de soltura, el dedicarse a leer todo el tiempo, el equivocarse de gráfico son detalles que apenas registraron los simpatizantes del PP.

Siluetas que dialogan
Gerd Altmann – Pixabay

En definitiva, parece que al final estamos simplemente ante el choque de dos sensibilidades o dos formas de ver el mundo que tienen mucho de generacionales (y algo de geográficas). Así­, poco pueden hacer uno y otro para convencer al sector contrario ya que los valores son antitéticos: todo esfuerzo por mostrarse dialogante por parte de Zapatero será interpretado como blandura y falta de definición “no tiene usted una idea de España”) por el seguidor tipo de Rajoy y todo intento por demostrar firmeza y convicción por parte del gallego se interpretará como agresividad, malas formas y dogmatismo por parte del simpatizante del PSOE (“usted mintió, poco me importa que le ofenda lo que le digo, usted agredió a las ví­ctimas del terrorismo”).

Para terminar, me sorprendió mucho que en un partido tan obsesionado con las clasificaciones y en demostrar la diferencia entre peras y manzanas al barbudo Rajoy le resultara tan fácil y natural convertirse en “la niña” y me pareció que Zapatero y su equipo de asesores habí­an visto demasiadas pelí­culas y tení­an un cierto baile de géneros, que les llevaba a confundir a la gente de la cultura con cientí­ficos e investigadores y también a considerar que una cita de cinéfilo (“buenas noches y buena suerte”, la peli dirigida por Georges Clooney) serí­a un broche perfecto para su intervención. Aunque quizá ambos cierres hubieran podido funcionar por escrito, en un formato audiovisual en directo y de forma masiva la alegoría de la niña resultó únicamente cursi y la mención al título de la pelí­cula pareció la despedida biendeseante de alguien con tendencia a convertir el talante en buenrollismo hueco.

-Aquí­ la versión de The Guardian sobre el debate

-Aquí­ los puntos esenciales de las elecciones generales según el periódico laborista inglés.

-Justo aquí­ lo que dice Financial Times sobre este tema.

Debates aquí­ y allá (parte I)

Vi el debate entre Hillary Clinton y Obama en Austin, Texas el pasado jueves. En esencia, lo que me llamó la atención fue la mayor agilidad del formato y los candidatos, la mayor espectacularidad y el mayor grado de intervención del público (en mi barrio los habrí­an llamado cantosos, pero con la flema que me he traído de La Pérfida se convierten en personas altamente motivadas y muy dotadas para la reacción sonora y gestual).

Hillary entra mal por el ojo, porque tiene un cierto aire de maestrilla burguesa estomagante que sus intervenciones no son capaces de mitigar, pero a cambio tiene mayor experiencia y hasta ahora mayor apoyo por parte del establishment demócrata. Por el contrario, Obama es lo que los anglosajones llaman a natural del escenario: suelto, flexible, se encuentra a gusto en su piel y recuerda mucho a esos gimnastas que enlazan una pirueta con otra sin aparente dificultad. Estoy segura de que Mathias F. Alexander lo pondrí­a como ejemplo de cuerpo que se mueve con armonía y que a Joseph Pilates le encantarí­a tenerlo como alumno. (Por otra parte, hace unos meses, en el show de Ellen, se arrancó a bailar con bastante gracia y elegancia unos bailecillos con mucho movimiento de pelvis).

Discusión
Kristin Baldeschwiler – Pixabay

Dejando lo frívolo y lo gimnástico aparte, el calificativo que más se le aplica es inspiring y creo que es ajustado: Obama tiene algo que te lleva a creer que las cosas se pueden mejorar, aunque si uno analiza no aporta ninguna prueba de que realmente sepa qué hay que hacer. Para eso ya están los técnicos, dirán algunos.

Ninguno de los candidatos demócratas fue capaz de detallar en qué consisten sus planes para la cobertura sanitaria que propugnan, y parece que en realidad ninguno tiene claro la magnitud de una medida de ese tipo, pero Obama insistía en que el modelo de Clinton implica que los ciudadanos compren ese derecho (purchase, decí­a él), mientras que su propio modelo es menos universal pero a cambio no requiere esa compra, sino que se basa vagamente en reducir el costo de materiales y procedimientos aplicando criterios de mayor eficacia y probablemente una política de genéricos.

También salió a colación lo del supuesto plagio de los discursos de Obama. El candidato afroamericano lo gestionó bien, ayudado por el arrebato de maestrilla de Hillary.

La familia

Javier Bardem dedicó su óscar como mejor actor secundario a su madre y al resto de su familia de cómicos. Hace un par de semanas, en House, el tema era el enigma de la relación del controvertido doctor con sus padres, por qué poní­a tanto empeño en evitarlos y hasta qué punto la relación con sus progenitores explicaba su “peculiar carácter”. Zapatero aparece en las fotos de un mitin en León saludando a su padre, además de que todos conozcamos a su mujer y sepamos que tiene dos hijas. Rajoy aparece en la portada de El País del domingo con la cabeza apoyada en el hombro de su mujer. Bill Clinton interviene activamente en la campaña de su esposa, a pesar de puros, faldas manchadas y a pesar de que Hillary se refiriera a la “simpática” situación en la que le dejó el ex presidente como el momento más duro de su vida al final del debate del otro día y que eso le sirviera para derivar hacia los veteranos de guerra y el sufrimiento de los norteamericanos en general, en una finta que puso en pie a bastantes de los presentes (y que fue el único momento en que estuvo más hábil que Obama).

La última comidilla de “Fama. A bailar” son la escasa autoestima y los problemas de socialización de Marcos (ese chaval con algunos kilos de más y cara aniñada), derivada directa o indirectamente de la elevada exigencia de sus padres, por más que algunos de sus compañeros de concurso interpreten que la razón es que sus padres lo han mimado demasiado. También en ese programa una de las herramientas más empleadas por los profesores es una psicología elemental pero hasta ahora efectiva basada en redirigir las carencias afectivas (ese novio al que se echa de menos, esa madre a la que se añora) hacia una performance más intensa.

Por mi parte, por razones que no vienen al caso, me he pasado el fin de semana sumergida en vida familiar y me he dado cuenta por enésima vez de hasta qué punto la familia marca un punto de partida y unas coordenadas en muchos aspectos, más allá del parecido fí­sico y del pasado compartido y también de cómo termina convirtiéndose en una tarjeta de presentación que uno lleva consigo, a veces sin darse cuenta.