La derecha y la izquierda llevaban un tiempo dándome la lata. Así que se me ocurrió recurrir a la tecnología para aliviar ese malestar crónico que sentía a ambos flancos políticos, a la altura de los oídos. Y me tiré a la piscina aferrada a aquel artilugio tan puntero de fabricación francesa.
Al principio iba bien, me movía como pez en el agua y tenía la sensación de flotar sobre las circunstancias y de avanzar con poco esfuerzo. Pero al terminar aquello empecé a notar que la derecha no iba bien en absoluto, que algo se había colado en ella y me dije, “es lógico, a la derecha no le gustan las innovaciones”.
Según avanzaba el día la molestia se agudizaba, así que empecé a probar distintos subterfugios que el instinto aconsejaba pero las recomendaciones de los expertos desaconsejaban. Al final, de tanto hurgar en la herida derecha, tuve un breve lapso de alivio en la derecha, que desapareció al querer intervenir por el mismo procedimiento en la molestia sorda que había empezado a sentir en la izquierda.
Parecía que ambos lados fueran en realidad vasos comunicantes o algo parecido. Así que la manipulación de aquello me dejó con un zumbido simétrico y simétricamente descentrada.
Y así sigo, medio sorda, oyendo lo que pasa a mi alrededor como si viniera de muy lejos y con un peso considerable en cada oreja/oído, como si alguien me hubiera puesto unos pendientes de plomo. Creo que lo mejor que puedo hacer por el momento es sumarme al No sabe/no contesta y tratar de hablar y oír poco hasta las vías de comunicación se despejen… porque en fin, es tan molesto apenas oír lo que te dicen y oír cómo retumba tu propia voz.