Mirando al sur

El sábado estuvimos en Brixton, una zona del sur de Londres que empieza a salir de su fama de peligrosa y a construirse una reputación de barrio culturalmente activo y vibrante. Sus habitantes son en su mayoría africanos o caribeños de origen. Habíamos quedado en los cines Ritzy, unos multicines con programación interesante e internacional, ciclos de cine de autor, tertulias y demás. Me habían sacado entrada pero llegaba tarde y no había conseguido hablar con mi amiga. De manera que llegué a la carrera desde más o menos la otra punta de Londres -la council state de T.; bastante mona; barata en una zona buena (Bermondsey); un poco deprimente el bloque en sí- y pregunté al de la puerta si mi amiga M. había dejado una entrada para mí. Hubo un malentendido o dio la casualidad de que alguien más había dejado una entrada. El caso es que aunque M. había vendido mi entrada (según me enteraría después), el tipo me dijo que pasara, así que me salió gratis, cosa que en Londres adquiere un sabor diferente dados los precios de aquí. La peli era “Heading South” (“Vers le Sud”; “Hacia el sur” o “Mirando al sur”) y transcurría en Haití. El director es francés, y la peli tiene partes en francés y otras en inglés. Un puñado de occidentales cincuentonas y adineradas pasan sus veranos rodeadas de haitianos más o menos esculturales y sobre todo muy complacientes. No me pareció gran cosa. En mi opinión el narrador no terminaba de funcionar (en general era todo un narrador externo y de repente había monólogos en las habitaciones, como apartes de teatro, salvo en el caso de un personaje, el barman del hotel, que no hablaba físicamente sino que pensaba en voz alta; qué técnica más natural, ¿no?), y la historia no acaba de decidirse a enfocar a las turistas o a los locales.
A pesar de ello, tenía algunos elementos interesantes y logrados. El ambiente y parte del enfoque me gustaron. El personaje principal era muy guapo y muy buen actor (ver ficha técnica al final). Y la actriz de Antes del amanecer/Antes del atardecer estaba muy vieja. Me pareció curioso que la americana -interpretada por esta actriz- hiciera de idiota. De idiota como los americanos de los chistes: esa mezcla de ingenuidad y prepotencia que subyace a frases tópicas como “soy ciudadano americano y pago mis impuestos” usadas como salvoconducto en las situaciones más variopintas; la manía de considerarlo todo “wonderful” o “great”, la exageración a la hora de expresar alegría o abatimiento, la ingenuidad del que cree que con buena voluntad todo es posible -aquí la americana tenía un punto extra de melancolía. Más allá de la justicia o injusticia del cliché, es significativo que se haya convertido en un prejuicio funcional a nivel narrativo.
A la salida del cine, ya tarde, buscando un pub que conocía M. nos equivocamos de calle y nos metimos en una zona de Brixton muy peculiar. Pasamos delante de una tienda con el cierre a medio echar. Una mujer estaba de rodillas sobre lo que parecía una Biblia. En una mano sostenía un crucifijo y en la otra una especie de maraca forrada con unas conchas. Tenía todo el aspecto de un ritual de santería. Un poco más allá había un coche con las puertas abiertas y la música muy alta, al lado del cual un grupo de africanos tomaba cerveza. Nos miraron brevemente y luego siguieron bebiendo. El resto de la calle, mal iluminada, consistía en un puñado de puestos cerrados. Era de noche. Había un cierto olor a mercado de pescado. “No es nuestro sitio. No deberíamos estar aquí”, la mirada oblicua de S, egipcia con mucho mundo y bastante mala leche tenía algo de terminante “Vámonos”. Dimos la vuelta, atrapadas de repente en un pliegue realidad/ficción: en la película también ocurría que blancas (u occidentales) se colaban en territorio exclusivamente negro por imprudencia. Me hizo gracia la coincidencia. Pero me empeñé en quitarle hierro al asunto (la calle era extraña, pero no parecía peligrosa), convertida de repente en la americana ingenua de la historia.
Datos sobre Heading South/ Vers le Sud: Coproducción canadiense de 2005. Director Laurent Cantet. Guión: Laurent Cantet (Director de “L’emploi du temps”, la peli sobre un caso real de un hombre que fingía trabajar para la ONU cuando en realidad llevaba varios meses en paro y Robin Campillo (Director y guionista. “Les revenants”/”They Came Back”, 2004; “L’emploi du temps”/”Time out”, 2001; El guión se basa en tres relatos de Dany Laferriere. Actores: Charlotte Rampling, Karen Young (ya no tan “young”; es quien encarna a la americana). El guapo prota es Ménothy Cesar, quien además de guapo ganó el Marcello Mastroianni al mejor Actor revelación en Venecia en 2005.

Información completa en español aquí . O si se prefiere en html aquí­

-Trailer de “Vers le Sud” pinchando aquí
-Entrevista con Laurent Cantet en francés aquí­ mismo

-Para leer un resumen en inglés de “L’emploi du temps” pincha aquí­ ; información adicional sobre la ficha de la película aquí .
-Para saber más sobre Robin Campillo, coguionista de “Vers le Sud” y director de cine pincha aquí .

Ideología de la tele de La Pérfida

Los programas de la tele que se pueden ver desde Reino Unido son alucinantes. Parte de ellos son emisoras norteamericanas. Tenemos televisión digital, unos cuantos canales, los de la BBC (One, Two, Three, Four, y BBC Parliament) ITV 1 Channel 4, ITV 2, ITV 3, Sky Three, UKTV History, More 4 (documentales, sobre todo), E4, The Hits, UKTV Bright Ideas, Ftn (teletienda y concursos cutres), TMF, Ideal World (un espanto), Bid TV (teletienda chillón), ITV 4, More 4+1, E 4+1, Men & Motors, Quiz Call (concursos cutres), CBBC Channel (infantil), BBC News 24, Sky News y finalmente Sky Sports News. “Beauty and the Geek”, la tía buena y el cerebrito (o el tío raro) es uno de esos programas reality show. “Esto no es un concurso sino un experimento sociológico”-dice la publicidad y añade-“¿Pueden dos personas que no tienen nada en común aprender la una de la otra?”.

Y entonces ves a los cerebritos dando masajes a los cuerpos de las tías buenas (las tías buenas son reducidas a meros cuerpos), yendo de compras como unos “freakies” y a ellas incapaces de aprender el mecanismo de un chupete. Hay otro bonito programa sobre personas esclavizadas por sus hipotecas que reciben la visita de un asesor/tirano que les dice lo que tienen que hacer, lo que pueden gastar cada semana y lo que tienen que ganar. Otro que mejora negocios mal gestionados metiendo cámaras ocultas y asesores y evita “mobbying”. Uno de niñeras expertas que solucionan problemas con los niños difíciles. Otro de educadores o entrenadores de perros que solucionan conflictos con las mascotas. En otro más una dietista/misionera “desface” entuertos dietéticos para leer pinchar aquí en el país del “fish & chips” y la “fast food”. Por no mencionar el de los que reforman su casa en lugar de mudarse.

¿Qué tienen en común estos programas? ¿Qué ideología sustenta este afán por ver, mostrar y modificar determinados entornos sociales? Lo has adivinado: la palabra clave es “asesor” y el segundo concepto clave es “to improve” o “improving”, mejorar: mejorar el rendimiento de una empresa, mejorar la dieta, mejorar el comportamiento de un perro, mejorar tu imagen y tu salud perdiendo peso, y de paso divertir al personal (por ejemplo siendo una pobre niña rica que no sabe pasar la aspiradora). Así que el mensaje que subyace a la proliferación de estos programas medio sociales medio “reality” es la idea de que se puede aprender y que se puede mejorar (para estupefacción de los teóricos postmodernos que auguraron la muerte de la metahistoria y las grandes narraciones). Un canto a la voluntad humana. Vale. Pero el programa de las bellas y los empollones (Beauty and the Geek) pone literalmente al mismo nivel conocer la fórmula de la aceleración y saber qué modisto viste a Elizabeth Hurley. No way! A ver si es que en el fondo son mucho más postmodernos de lo que parece.

How Multicultural is the English Television?

¿Hasta qué punto es multicultural o diversa la televisión inglesa? Porque está muy bien montar congresos interdisciplinares sobre multiculturalidad y publicar libros sobre el tema firmados por personas de nombres no occidentales, pero luego toca organizar la Eurovisión (Eurovision Song Contest; nada de Eurovision Festival) en Atenas, y el locutor de la BBC se hincha a decir burradas sobre los locutores griegos y sobre la actuación de los turcos y todo lo medianamente diferente que se le pone a tiro.
De acuerdo, “el moreno” y “la guapa” -elegidos para encarnar esos tópicos sobre Grecia y no tanto por sus dotes para la comunicación, me parece- repiten mucho “amazing” (increíble), pero a ver cómo se manejaría el súper presentador de la BBC hablando en griego.
Reconozco, además, que estos dos parece que se hubieran tomado alguna droga: esas sonrisas de plástico, los ojos muy abiertos-pupilas-dilatadas en medio de los focos, ese segundo de retardo en todo lo que hacen. Gajes del género “espectáculo televisivo masivo destinado a una audiencia internacional y con distintos idiomas” y de la retransmisión a distancia.
Incluso estoy dispuesta a admitir que, comparativamente, por lo que yo he visto, en galas de este tipo los ingleses tienden a ser menos espectaculares en el sentido americano del término y suelen confiar más en el guión y en el sentido del humor para el “entertainment”. Pero en las galas que he visto (la de la British Academy y los Soap Awards, por ejemplo) la audiencia potencial se suponía anglosajona (británicos, australianos, neozelandeses etc).
Eso es una gran ventaja: cuando se comparte idioma y referentes culturales no hace falta recurrir a lo circense barato para entretener. No recuerdo cómo fueron las Eurovisiones organizadas por los británicos (aunque seguro que hay diferencias con un escocés y con un irlandés). De hecho ni siquiera sé si he visto alguna propiamente inglesa. ¿Alguien recuerda cuándo ganaron por última vez?
Sea como fuere, el locutor de la BBC también tiene comentarios socarrones para el montaje, los bailes y canciones muy tradicionales, para Nana Mouskouri envuelta en su “Eau de Naftaline” (esta maldad es mía) y la actuación de los turcos (no sé qué decir sobre esto: a mí¬ tampoco me ha gustado nada). Comenta también que a Francia no le importa el concurso. Los países participantes en el festival, por su parte, tienen aproximaciones muy distintas al hecho multicultural. Por ejemplo, los representantes de Israel son en su mayoría negros. Alguna razón habrá y probablemente no inocente (vender una imagen de sociedad abierta, por ejemplo; esto es una mera especulación porque no conozco el caso).
La cuestión es que sé que una compañera de clase griega está viendo el concurso…

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El cura y la Diablo

Como decíamos aquí, tanto la exposición pública de sus deposiciones como ser retratado en ropa interior no ha alterado al padre Brian. Pero habrá algo que rompa sus defensas.
Y será algo, aparentemente, más inocuo. La misionera del siglo veintiuno, quien en lugar de llevar el rosario luce en el cuello la tabla calórica, ha arrastrado al pobre hombre a un salón, probablemente el salón parroquial. Vemos una mesa que podría ser para un banquete si su contenido no fuera repulsivo: montañas de donuts, no sé cuántas tazas de té con leche, tres pizzas, varios platos de “fish & chips” con mayonesa y ketchup, un plato con una montaña de sal (el tipo tiene la tensión alta), un plato con mermelada, un puñado de galletas de chocolate, tres tartas, amontonadas. La misionera le está confesando pero al revés: es ella la que le dice los pecados alimentarios que el cura comete: esto es lo que comes en una semana, querido padre Brian, demasiado azúcar, demasiada sal, demasiada grasa. Eres hipertenso, tuviste un ataque al corazón, arderás en el infierno de los que pecan contra la salud cardiovascular.
Cuando la rubia hipertiroidea acaba de leerle la cartilla (sanitaria), Father Brian vuelve a decir “Oh my Word” mientras mira fijamente el contenido de la mesa, pero esta vez con lágrimas en los ojos. Yo también me emociono. Comer eso siendo enfermo coronario es vivir muy peligrosamente, y el suicidio es un grave pecado para un cura católico (parece católico, con su alzacuellos y tal, pero cualquiera sabe, La Pérfida es un sitio muy raro). La misionera le convierte a la nueva fe y le lee los nuevos mandamientos: comerás fruta y verdura, reducirás la grasa, el azúcar y la sal, y harías ejercicio suave de forma regular.
El ejercicio puede consistir en bailar, caminar o montar en bici, le explica. A lo del baile durante media hora al día el pobre padre Brian dice que va a ser que no y confiesa que la alternativa de caminar otro tanto a diario le da un poquito la muerte (no lo dice así, pero hay que leer entre líneas: un cura que se deja grabar en calzones ha de tener forzosamente un espíritu muy juvenil o muy “underground”). De modo que la parte del ejercicio ha sido muy insatisfactoria, porque el cura, en la duda o ante la falta de alternativas, no ha hecho nada. Pero la rubia sabionda tiene recursos para todo. Le prohíbe usar el coche -le quita las llaves: la gramática de estos programas obliga a que todo sea visible- y le regala al cura una bici verde supermoderna llamada nada menos que Diablo (así, en español), con la que tendría que desplazarse. Menuda guasa la de los guionistas ingleses: regalarle al cura una Diablo.
Vemos a Father Brian con la ropa antigua, lo grande que le queda y después con ropa nueva muy elegante y varias tallas más pequeña. Hace muy raro ver a un sacerdote vestido como si se fuera a casar, pero ahí está él. Comenta con una gran sonrisa que hacía tiempo que no podía ponerse zapatos de ese tipo, porque tenía los pies muy hinchados.
Un nuevo miembro más para la secta de los bien alimentados. Nos alegramos por él.

Este post es la tercera y última parte de una serie de tres artículos:

Somos lo que comemos o el cura que comía demasiado
No escondas tus slip
El cura y la Diablo

No escondas tus slip

La dietista/misionera, no contenta con las guarradas que le está haciendo al cura que comía demasiado, le explica al bueno de Brian, que tiene la cara contraí­da pero el semblante aún cordial, que a juzgar por la calidad de sus heces (ejem), su dieta no puede ser más nefasta. A juzgar por esta m., tu dieta es una m., le viene a decir.

Estos británicos tienen toda mi admiración porque ahí está el cura, tan correcto, escuchando hablar de su caca y viéndola, delante de millones de personas y sin pestañear. Rompe su impavidez para comentar al menos que en su vida había oído hablar tanto de caca. Insensible a su azoramiento contenido, la dietista continúa explicando al pobre cura comilón que demasiada grasa, demasiada “fast food”y  no sé qué más excesos alimentarios se han hecho evidentes en el análisis y que “por tanto…”.

Lo siguiente que vemos es al cura en calzones. Unos calzones grandes, de algodón. El tipo de calzones que uno se imagina que debe de llevar un cura, si es que uno gasta el tiempo en pensar en semejantes cosas. Sobre los calzones, un tripón que ocupa la mayor parte de la pantalla. Vemos tomas de la anatomí­a y la lencería del cura desde diferentes ángulos. No creo lo que estoy viendo (I can’t believe it!). Aunque el ver examinada su caca bajo los focos o el posar en calzones a pesar de sus veinte kilos de más parece no haber despeinado al padre Brian, el siguiente giro de los guionistas le arrancará unas lagrimitas. (Continúa aquí)