Procrastineison and selebreisons! (Parte III)

Me puse a redactar el emilio llorica-formal dirigido a la empresa de alquiler de togas, exprimiendo mis conocimientos de inglés formal y mis dotes de persuasión, pero no quise enviarlo antes de tener confirmación de la facultad de que tenía plaza, porque vi que las anulaciones de alquiler de togas tení­an un plazo que yo no podía permitirme. Y me pareció muy fuerte plantarme en Londres para mi graduación, no poder graduarme y encima ir cargando una bonita toga y un bonito birrete bajo la lluvia londinense.

En vista de que no contestaban de la facultad, terminé mandando el mail a la empresa de las togas y contándoles mis penas a varios conocidos de confianza que viven en Londres, por ver si se les ocurría algo.

Al poco contestó la más reciente de mis amistades londinenses, una profesora de niños discapacitados a la que conocí­ en el viaje a China; una tipa estupenda, y deduzco que, a causa de su trabajo, muy acostumbrada a desfacer los entuertos de otros y de ahí­ la naturalidad de su oferta. En efecto, esta amiga se ofrecí­a a llamar a la secretarí­a para contarles el caso a la vista de la falta de respuesta y también me ofrecía alojarme en su casa. Le agradecí­ su amabilidad, pero decliné el ofrecimiento de la llamada, porque me pareció que me correspondí­a a mí pasar el mal trago de llamar y exponer el caso y porque a estas alturas de la vida, las dificultades con el inglés no son (o no deberí­an ser) una excusa convincente: una podrá ser una procrastinadora con pintas, pero tiene su orgullo profesional, ¿no?

En medio de estas disquisiciones se coló en escena una antigua compañera del master que se gradúa al mismo tiempo que yo y a la que pensaba escribir en breve. Me escribí­a con su jerga juvenil habitual, llena de admiraciones, emoticones y onomatopeyas, despliegue que al principio te produce un cierto rechazo, pero que en cuanto te acostumbras simplemente te hace admirar la capacidad de su prosa y su grafismo de reflejar con total fidelidad su forma de hablar en persona.

Te preguntas fugazmente si su habilidad para lo lingüí­stico-audiovisual tendrá que ver con el hecho de que trabaja en un periódico editando fotos (ay oy uf 😉 en un periódico de lo más decadente (arrf, yiha) y tomas una nota mental para usar este tipo de recursos en tu novela, cuando tengas que escribir sobre un determinado personaje que habla de determinada forma. La cosa es que esta compañera de promoción me preguntaba cómo estaba por mi fabuloso Madrid (la jerga también se caracteriza por el uso de determinados adjetivos) y si pensaba acudir a la ceremonia.

A ella también se le había olvidado contestar en su momento a lo de la reserva de plaza, y había escrito hacía un par de semanas llorándole a la mujer (así decía, “to the woman”; más concretamente I sent a frantic email to the woman; siendo “frantic” en este contexto sinónimo de “desperate”; “frantic search” significa búsqueda frenética y “frantic person” equivale a “persona desquiciada”; según el Collins Pocket plus; yo conocía sobre todo la acepción “frenético”). La mujer era lovely, pero había tardado en contestar, así­ que esta amiga estaba segura de que nos veríamos el día de la graduación ya que sin duda yo iba a conseguir mi ticket, aunque fuera en el tiempo de descuento.

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Procrastineison and selebreisons! (Parte II)

(La parte I está aquí­)

La empresa de alquiler de ropa académica, pese a ser muy antigua y prestigiosa (fundada en el siglo XVII) tenía algunas costumbres bárbaras como la de permitirse la groserí­a de preguntarte tus medidas sin preámbulo ninguno -y encima en pies y pulgadas, ¡que yo no tengo de eso, oiga!- y te volvía a advertir que si no procesabas tu petición con margen suficiente no te aseguraban la disponibilidad de las prendas. Pensé que eso no era tan grave, que en Londres habrí­a más “Cornejos” donde alquilar togas y birretes y que a lo mejor incluso eran más baratas, al ahorrarse el transporte. Incluso teníamos tiempo de buscar, porque llegábamos a Londres varios dí­as antes. Sea como fuere, me dije que lo fundamental era conseguir plaza en la ceremonia y que a partir de ahí ya veríamos.

Volví­ a leer la documentación de la facultad y ahí­ decía claramente que en el país del arreglá pero informal para casi todo, para las presentations sin embargo es compulsory ir vestido con esas peculiares ropas y que la empresa de marras era adjudicataria de mi facultad (official robemakers to…) y bla bla bla. En la documentación proporcionada te pedí­an que rellenaras los datos y adjuntaras un cheque en libras y lo mandaras todo a una dirección de Cambridge. Advertían en varios lugares que no se podía mandar cash y que la anticipación era la única forma de garantizarte tu trajecito.

Todo eran ventajas para mí, que vivo en España y he dejado morir mi cuenta inglesa, de la que por supuesto nunca he tenido chequera, y sobre todo teniendo en cuenta que si mandaba los datos por carta llegarí­a yo antes a Londres que la misiva.

A todo esto, tanto para sacar el billete de avión, como para indagar en la web de la empresa de ropas académicas tuve que lidiar con una conexión de Internet a pedales. Ya sabéis, lo tí­pico: cuando después de un buen rato ya has localizado el vuelo que te interesa y has quitado pacientemente todos los extras que te quería cargar Easyjet a poco que te descuidaras y has dado una última oportunidad a la persona que viaja contigo para que se asegure de que las fechas le vienen bien y has rellenado las casillas de tu nombre con tus múltiples nombres y apellidos que no caben en las casillas anglosajonas, pero que no debes resumir porque hay que escribirlos tal y como aparecen en la tarjeta de débito y has cruzado los dedos para que haya bastante saldo y cuando por fin estás a punto de formalizar el pago, la conexión se cae y aparece el cartelito: No se puede realizar la conexión o bien te sale esa bonita advertencia: Ha excedido el tiempo, pedazo de lento procrastinador y bla bla bla. Tras varios intentos heroicos al final no sé muy bien cómo conseguí comprar los billetes.

Me puse a redactar el emilio llorica-formal dirigido a la empresa de alquiler de togas…

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Procrastineison and selebreisons! (Parte I)

Culebrón tragicómico a vueltas con la procrastinación, el choque cultural y la mentalidad reventa

Qué mala es la procrastinación. Ya lo dice el refrán: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. El capítulo del Libro Gordo de Petete o de Barrio Sésamo que explicaba esto se ve que me lo salté (preferí­ no hacerlo o lo pospuse indefinidamente: la pescadilla que se muerde la cola). Y si no a los siguientes hechos me remito, señorí­a.

Que por marzo era por marzo, cuando hace “la” calor, cuando los trigos encañan decí­a el poema (el capí­tulo de Barrio Sésamo sobre el Romance del prisionero lo tengo muy fresco; la literatura siempre me ha tirado mucho. Ya sé que el poema decía “mayo”; en seguida se verá por qué he cambiado la cosa).

En el mes de marzo recibí­ un abultado sobre de Londres. Como no era la primera vez, a pesar de lo peliculera que soy, no me hice ilusiones pensando que serí­a un suculento soborno para que hiciera una crí­tica laudatoria de un libro mediocre ni un abultado fajo de billetes para que dejara de publicar fotos comprometidas de fulanito o menganita. No me hice ilusiones porque poco antes habí­a recibido por la misma ví­a una encuesta y un sobre del equivalente a la Hacienda inglesa. Un poco después recibí­ también una llamada de mi college para otra encuesta distinta.

Este sobre abultado vení­a lleno de bonitos impresos llenos de jerga burocrática en la lengua del Imperio. Abrí­ el sobre, ojeé el contenido y deduje que se referí­an básicamente a algo que iba a ocurrir en septiembre, la ceremonia de graduación del máster, y que si los analizaba cuidadosamente en ese momento conseguirí­a un bonito dolor de cabeza que no me servirí­a para nada y que más me valí­a volver al curro, cosa que me darí­a un dolor de cabeza mucho más productivo (por entonces, si no recuerdo mal, andaba yo trabajando con los vendedores de humo).

Vi por encima que habí­a muchas casillas para rellenar, impresos para solicitar que te hicieran una foto tan cursi como las del catálogo por el “módico” precio de nosecuantas libras, un papelito para solicitar el alquiler de un traje académico previo pago mediante un cheque en libras y varias fechas lí­mite que sonaban muy lejanas.

Intuitiva como soy, me asaltó una cierta mala conciencia anticipada y guardé aquel fajo de papeles en el primer cajón de mi escritorio, muy a mano, para al menos no tener que buscarlos frenéticamente en el último minuto.

Desde entonces he tropezado con el fajo varias ocasiones, buscando el pendrive, el atril o las diversas cosas que guardo en ese cajón, pero si he sentido la tentación de leerlo y lo he leí­do, se ve que no he retenido la principal información, a saber: que tení­a que decir si acudirí­a a la ceremonia antes del dí­a 2 de mayo, y que debí­a comunicar el número de invitados que me acompañarí­an, amén de pagar mediante cheque en libras veinte quids por barba (unos 35 euros, destinados a costear el refrigerio que nos darán ese dí­a; “quid” es la palabra de argot para libra, by the way).

Por no aburriros con el relato tanto como yo me aburrí­ con los impresos de marras, resumiré diciendo que a la vuelta de China, tras aclimatarme a un mundo con tenedores y cuchillos y gente que habla un idioma que entiendes, bebés que no van con el culo al aire y en el que más o menos hay libertad de prensa me puse a organizar el viaje a Londres.

Ni que decir tiene que saqué los billetes en plena paranoia social post incidente de Spanair (aunque curiosamente no vi que los precios de los billetes bajaran, sino que subí­an según se acercaban las fechas) y que cuando por fin decidí­ enfrentarme a los papeles malditos comprobé con horror que la fecha lí­mite para confirmar que ibas al acto de septiembre era el 2 de mayo y que a partir de entonces no sólo no te aseguraban plaza para la ceremonia de tu propia graduación, sino que además habí­a una penalización de 25 libras, es decir, más alta que el ticket en sí­.

Di por bien empleada la penalización, pensando que ciertamente estaba muy mal haberse saltado la fecha lí­mite (ruido de latigazos, plas plas), y lo consideré una especie de segunda oportunidad, una suerte de reventa en la que compensabas tu falta de diligencia rascándote el bolsillo (cómo nos gustan a los católicos las penitencias; entre los protestantes y anglicanos la forma más difundida de ponerle precio a su buena conciencia es mediante charities y fundaciones benéficas de todo tipo).

De manera que pensé que escribiendo un email educado, lleno de sentimiento y de condicionales (deberí­a haber, si hubiera… etc) y pagando ese precio extra conseguirí­a un modesto lugar para mí­ y otro no menos modesto para mi hermano. ¿Quién le negarí­a un par de asientos a una graduada arrepentida y que viene de lejos sólo para la ocasión? La cosa es que redacté el emilio de marras, lo mandé y me senté a esperar. De hecho, lo mandé a dos personas de la secretarí­a, para asegurarme de que le llegaba a la persona correcta. No me relajé exactamente, porque los impresos en papel cuché de los “academic robes” , los trajes académicos, también vení­an cargados de veneno antiprocrastinación.

La empresa de alquiler de ropa…

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Animales de piscina II

(Esta entrega es la segunda parte de este artículo).

Sea como fuere, tras mayor o menor número de obstáculos, más o menos desagradables, el dominguero localizará los lockers y meterá en ellos la percha con la ropa y la mochila. Al ir a cerrar la puerta, se dará cuenta de que para usar la llave necesita una moneda de 10 p. (10 céntimos de libra) para esta taquilla pequeña (20 p. si fuera la grande, pero esto el dominguero no lo sabe aún) así que torpemente y algo molest@ por perder tanto tiempo cogerá la mochila y buscará el monedero, para descubrir con horror que no tiene ninguna moneda del valor que indica la pegatina.

Pongamos que tiene la suerte de que haya una persona en las inmediaciones que le pueda dar cambio o que este dominguero sea más avispado que la media y se dé cuenta de que hay taquillas de otro precio. Supongámoslo más que nada para que este pobre sujeto no tenga que volver a deshacer sus pasos hasta la taquilla, en bañador, a través de oscuros y fríos pasillos victorianos y para que ya que su dolor de espalda tenga una mínima oportunidad de mejorar.

La cosa es que por mediación divina o del narrador -que en este ámbito vienen siendo intercambiables- nuestro personaje devuelve ropa y mochila a la taquilla y mete la moneda y gira la llave (al revés de cómo se harí­a en España, por cierto) y oye cómo la moneda cae, justo antes de acordarse de que no ha cogido ni el gorro ni la toalla, ni el resto de cosas. Los domingueros son así, se les escapa lo más elemental.

Así­ que tiene que volver a girar la llave en sentido inverso, descubrir que la moneda ha desaparecido y que necesitará otra, abrir la mochila, coger la toalla, el gorro, los tapones de oído y algo que se parezca a una moneda de 10 o 20 p. (se acuerda ahora absurdamente de que en Mortadelo y Filemón siempre habí­a algún personaje que pagaba con un botón en lugar de una moneda; a los domingueros les gustan las digresiones, va con su carácter).

Supongamos que es capaz de hacer esto con éxito y en un tiempo inferior a la hora de cierre del recinto. Lo siguiente será coger la llave del locker, con forma de pulsera, y colocarse los artefactos en sus sitios correspondientes, porque hasta el dominguero más tirado sabe que no es bueno ponerse los tapones de los oídos en los ojos, la llave en un oí­do y las gafas colgando del otro.

Los tapones tienden a ser difí­ciles de poner y tiene algo de prisa, así que se los mete un poco a la remanguillé (ignorando que de este modo, o bien le entrará agua, o perderá un tapón a la primera de cambio) y tampoco se esmera en que el gorro le cubra completamente el pelo ya que de todas formas allí­ el únic@ pringad@ con gorro será él o ella. La pulsera resulta un poco ancha para su muñeca, pero cree que la pérdida de hidrodinamismo subsiguiente se la puede permitir ahora que todaví­a no es un profesional.

Por fin está dispuesto para zambullirse en la piscina. Se ducha y elige una calle que está más tranquila que el resto. Ha visto un cartel que indica por dónde hay que nadar (ida por la derecha, vuelta por la izquierda) y se ha tirado al agua. El contacto con el agua y la ingravidez son agradables, pero como dominguer@ de pro le falta soltura y estos primeros momentos son de una evidente torpeza. Nada chapoteando un poco por el lado preceptivo y cuando empieza a disfrutar del agua surge una cabeza de alguna parte que trata de decirle algo. El dominguero no oye casi nada a causa de los tapones y con las gafas semiempañadas tampoco se puede decir que sea capaz de leerle los labios a esta británica británicamente enfadada.

Termina deduciendo que él (el ser dominguero) no debí­a estar allí, porque esta “lane” (calle) es para la clase de natación que va a empezar ahora y no para domingueros como él/ella (la británica no le ha llamado dominguer@, entre otras cosas porque no ha leido este post y no sabe que se halla frente a un dominguer@ de pura cepa, pero estaba implí­cito en el tono con el que ha dicho “you”).

Así­ que se disculpa mucho, sin demasiada convicción, es decir, al estilo inglés, y por algún procedimiento que afortunadamente no incluye tragar agua ni ir dando patadas a sus semejantes pero tampoco -no nos engañemos- bucear como una sirena, abandona la calle errónea y se dirige al otro extremo, a la zona de nado libre, señalada por la británica de enfado británico y no indicada por ningún cartel, en este país de carteles.

Aprovecha el cambio de escenario para echar un vistazo a la piscina y sus habitantes y comprueba que de los presentes sólo otra persona y el ser dominguero llevan gorro. Localiza también un reloj de pared enorme que le hace darse cuenta de lo tarde que es. Sólo le quedan cinco minutos para nadar. Se zambulle para empezar un largo pensando con optimismo que la próxima vez tardará mucho menos y que vendrá cargadit@ de monedas de 10 p. No sabe que el futuro inmediato viene cargado de personas que obstaculizan la calle y de secadores de pelo que funcionan sólo con monedas de 5p.

© 2015-2005; Elsinora Bonasera.
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Este post continúa aquí.

Filosofía del inglés para principiantes

El inglés es un idioma muy curioso. Casi siempre económico y muy gráfico. En otras ocasiones, por el contrario, el equivalente español es más directo y más corto, pero en general la lengua de Shakespeare va más al grano.

Algunas expresiones tienen una gracia especial, por ejemplo: “peace of mind“, que significa “tranquilidad” o “seguridad” pero cuya traducción literal sería “paz mental”. No sé si lo que me gusta es el sonido (como de canción de los Pet Shop Boys) o el punto místico del concepto de paz mental. La expresión aparece en lugares insospechados, por ejemplo en un mensajito de la biblioteca virtual de la facultad: acabas de devolver un libro y te dice que por tu “paz mental” vayas a tu archivo personal a comprobar que el libro se haya descontado de tus deudas: “for your peace of mind check if…”.

Otro término curioso es el adjetivo “misrepresented” una forma fina de decir que algo ha sido tergiversado, que los datos se han manipulado. Y claro, la “misrepresentation” y la “peace of mind” no se llevan bien. Las que sí­ son aliadas naturales son la “misrepresentation” y la “misleading information“o información engañosa. Lo que me gusta de la expresión “misleading information” es que es muy visual: te imaginas a la información metiéndose por una calle prohibida o a un guardia de tráfico dirigiendo a los conductores hacia un atasco monumental (acordaos de canciones como “follow the leader, leader“: el lí­der es el que marca el camino, el que dirige, tanto en sentido literal como metafórico).

En la Pérfida, por lo que se ve, está muy mal visto ir “maldirigiendo” al público. Hace unos meses hubo un gran problema en Inglaterra porque algunas cadenas de televisión daban “misleading information” sobre el coste de las llamadas de los espectadores (y cargaban más de lo anunciado) e incluso seguía admitiendo llamadas aunque la participación del concurso estuviera cerrada.

Que salga a la luz esa “misleading information” es muy malo para la “peace of mind” de los espectadores, los responsables de las cadenas y las empresas telefónicas. Ver la enorme repercusión que tuvo la noticia (recuerdo que en un telediario de la BBC un presentador destrozaba un televisor para ilustrar la enorme pérdida sufrida) me hizo darme cuenta de la enorme credibilidad de la caja tonta en Inglaterra, seguramente mayor que el de la prensa escrita: según una exposición sobre la prensa británica que vi en la British Library, Gran Bretaña es el paí­s que más periódicos lee y el que menor credibilidad les da; hay que tener en cuenta las enormes cifras de tirada de la prensa amarilla allí­.

Y también ocurre que la BBC ha actuado como un estándar de lo que una buena televisión podí­a hacer, de manera que el medio tiene más prestigio y credibilidad allí­ que en países como España. La cosa es que los recortes económicos de la BBC de los últimos años, algunos escándalos de gestión interna y la “misleading information” de otras cadenas tienen a los espectadores ingleses un poco “puzzled“, perplejos como a la autora de este blog, y con poca o ninguna “peace of mind”.

Otra expresión que me gusta mucho por su punto eufemístico es “disinclined to listen to” y después la cosa que se va a ignorar olímpicamente y sin cargo de conciencia. En los últimos meses del gobierno de Blair era frecuente leer o escuchar que se mostraba “disinclined to listen to the petitions” de la oposición, del pueblo y de su propio partido, vamos que pasaba de informar de lo que ocurrí­a en Irak, del escándalo de los tí­tulos a cambio de financiación y de otras cuantas fruslerí­as.

En un plano más reciente y más español, diremos que Rajoy se mostró “disinclined to listen to Gallardon’s petition” y entonces Gallardón a su vez se mostró “disinclined” a seguir siendo alcalde de Madrid. Dejo aquí­ la clase de inglés antes de que os sintáis “disinclined” a seguir leyendo. Para vuestra “peace of mind”, huid de las “misrepresentations” y de la “misleading information” y sobre todo, no olviden vitaminarse, y mineralisarse, como decía Superratón con su acento mexicano.

¿Se te ocurre algún caso curioso de alguien “disinclined” o de algo “misrepresented”? Deja tus sugerencias en la sección de comentarios (pinchando en “leave a passing comment”).