Degustación inglesa el dí­a de San Jorge

Tiene narices la cosa, como dice una amiga. La mejor stout  inglesa que he probado me la han servido en Madrid. No soy muy cervecera y en todo caso me va más la lager, de manera que en Londres, después de probar un poco allí y allá, lo que solía pedir en los pubs era una half pint of Stella (la mitad de las veces me la traían entera en lugar de half, pero en fin). Alguna stout probé: esas cervezas densas, oscuras y con sabor a posos de café revenidos que uno pensaría deben tener propiedades medicinales porque si no “de qué” iba a tomarse uno/a semejante brebaje por voluntad propia. (Más info sobre la historia y las variedades de cerveza stout, en inglés, aquí).

La cosa es que el jueves pasado, día de San Jorge patrón de La Pérfida, en el madrileño Bristol Bar comenzaron nuestra cena temática con una Samuel Smith, the Famous Taddy Porter de Yorkshire, una stout que resultó estar a la temperatura justa y tener el sabor con el punto justo de amargura y densidad (con personalidad y cuerpo pero sin llegar a amargar, me pareció; opiniones de degustadores probablemente más entendidos, en inglés aquí , además de la foto de la botella) maridados con unos Mini Fish Pie, Port & Stilton Toasts & Mini Cornish Pasties, que la carta que nos dieron traducía como “tartaletas de pescado, tostas melba cubiertas de queso stilton & pera al oporto y miniempanadas de ‘Cornwall'” (es decir, de Cornualles). El camarero nos contó la historia de las Cornish pasties, que yo ya conocía en parte y que consiste en que esas empanadas se idearon para que los mineros con manos sucias por la faena pudieran comer sin perder mucho tiempo y que una parte del borde era más grueso y tenía huecos para los dedos (parte que luego se tiraba por estar sucia) y que la característica de elaboración es que el relleno no se cocina previamente como ocurre con las empanadas españolas.

Así que la parte sólida de los “aperitifs” fue correcta pero no memorable (y además casi todo llevaba apio, aunque no supiera a apio), pero la cerveza que se elabora de forma tradicional sobre una especie de bañeras de piedra -según nos explicó el camarero/lecturer- en la zona del condado de York y que sólo se comercializa embotellada ya que no hay producción suficiente para barriles, realmente tenía su punto.

Después llegó la hora del “starter” o primer plato que no fue otro que “Kedgeree Smokies with Poached Quail Eggs”, es decir, “trucha ahumada con huevo de codorniz escalfado sobre arroz”. El arroz, por cierto, era Basmati (esa variedad tan británica) y estaba ligeramente sazonado con canela. Un plato correcto, siempre que uno se asegurara de incluir un trozo de trucha ahumada porque el atractivo del plato era el contraste entre lo salado y lo dulce. El maridaje esta vez fue con un vino blanco, un Denbies Surrey Gold 2006 producido en Surrey con uva Muller/Bacchus/Ortega, que resultaba rico y que según la camarera/lecturer que nos habló esta vez (una rubia, natural de Bristol; nótese cómo cambia el significado de esta frase si la coma se pone detrás de “natural”) es el blanco más consumido en Inglaterra (cosa que me extraña, pero en fin).

A estas alturas ya nos tocaba atacar el “main” o segundo plato, que consistió en una ”Roast Breast of Partridge & Harvey’s Bristol Cream”, es decir, Pechuga de perdiz asada con salsa de Harvey’s Bristol Sherry, según la carta bilingüe. La base de la pechuga era mash potato y una salsa oscura que sabía al típico gravy cubría la carne. El maridaje esta vez era con un tinto muy peculiar, criado en South Devon. Se llamaba Beenleigh Red y la uva empleada es una mezcla de Carbernet Sauvignon y Merlot. El suelo y el clima suelo y el clima también tenían algunas características especiales (similares a los de Burdeos: veranos templados y suelos arcillosos ricos en calcio) que le daban un sabor peculiar y bastante poso al vino, servido en la típica botella de boca y base anchas. Lo curioso era que el vino olía mucho a tierra y que su sabor iba variando según se oxidaba. A mí, que soy de blanco, me resultaba demasiado acre/astringente, pero reconozco que tenía un sabor peculiar. (Investigando para rematar el post y cubrir mis muchas lagunas en materia de vino he descubierto que el Beenleigh fue declarado Tinto inglés del año durante cinco años consecutivos y que quien produce los vinos es el Sharpham Trust, que comprende entre otras cosas el Sharpham college, una comunidad budista que acoge a doce discípulos. Más información aquí, en inglés; impresionante la capacidad de los británicos para concebir y emprender proyectos de todo tipo).

El dessert consistió en un Sixteen Century Trifle, que es un postre tradicional inglés a base de bizcocho borracho, trozos de fruta y cream. En este caso llevaba gajos de mandarina. El maridaje fue con un espumoso producido en Kent por la mayor bodega inglesa y de nombre Chapel Downb Brut NV, elaborado con una mezcla de uvas Rivaner/Reichensteiner/Pinot Noir (para saber más pincha aquí y aquí. Al parecer las características del lugar son semejantes a las de la región de Champaña. Sea como fuere, el sparkling wine en cuestión tenía un sabor sutil y ligero, un color bonito, y una interminable capacidad para formar largos hilos de burbujas que resultaba hipnótico contemplar (o bien sería el efecto de las bebidas alcohólicas anteriores :-).
Y esto fue todo, amigos. Al parecer, en cuestión de vinos, los ingleses han decidido imitar el afán de imitación de japoneses y chinos en otras ramas del comercio e ir tratando de replicar las condiciones de los blancos alemanes, los tintos y los espumosos franceses.

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Para los amantes de la cerveza y de las anécdotas cabe contar que la Samuel Smith es la fábrica de cerveza más antigua de Yorkshire, más concretamente de Tadcaster, de ahí el adjetivo taddy delante de porter; a su vez, porter  es la denominación de un tipo de cerveza londinense que hace siglos era muy popular entre los empleados de los puertos y los ferrocarriles es decir entre porters mozos de estación, mozos de cuerda, porteros. Al parecer este tipo de cerveza pasó de moda y ahora está siendo relanzada por fabricantes norteamericanos. Las fábricas Samuel Smith y la más conocida John Smith parten del mismo tronco y sus dueños eran primos. La historia de cómo se crearon ambas es un verdadero culebrón que se puede leer aquí.

En todo caso, la empresa John Smith la ha comprado Heineken mientras que la Sam Smith sigue siendo independiente.

Feliz 23 de abril

Hoy 23 de abril se celebran un montón de cosas (en español aquí ) en diversos sitios de la aldea global, aplicando un mayor o menor rigor histórico. Lo más conocido es la festividad de San Jorge/San Jordi/St. Georges y el nacimiento y muerte de William Shakespeare y el bautismo y muerte de Miguel de Cervantes.

Hay controversia en el caso de los escritores, por varias razones, entre ellas que en aquella época en la Pérfida se seguía usando el calendario juliano que tiene un desfase de diez días respecto al gregoriano, de forma que parece que el inglés murió diez días después de que lo hiciera El Manco de Lepanto o El Inca Garcilaso. Pero también se celebran efemérides menos conocidas como la primera representación de la obra de El Bardo titulada “Las alegres comadres de Windsor” ante Isabel I, que lanzo desde aquí como un guiño para una amiga que no sé si me lee últimamente, el cambio de fórmula de la Cocacola por la New Coke (de la que luego se dio marcha atrás por el rechazo general), así que me gustaría desearos feliz día del libro, de San Jordi, de William Shakespeare, de “San” Cervantes o lo que se prefiera.

Por aquí (Casa Elsie, por abreviar) tenemos pocas rosas (en tres dimensiones, en versión foto unas cuantas, procedentes en su mayoría de “mi” antiguo jardín londinense en Villa Elsinora) y muchos, pero muchos libros, en idiomas diversos y además hoy hacen un descuento del 10% en las librerías de Madrid -cosa que constituye una amenaza real de que mis muchos libros se incrementen hasta convertirse en demasiados (no puedor, no puedor)- y también hay una serie de actos literarios por todo El Foro (Noche de los libros ). Y bueno, respecto al tema Cocacola, aquí tenemos alguna botella de 2 litros de la clásica y ninguna lata de la Light, porque las carga el diablo y en cuanto te descuidas se te cae sobre el teclado del portátil y a punto estás de quedarte sin ordenador.

Como es el día de la fiesta nacional inglesa (por aquello de que San Jorge es el patrón de La Pérfida, aquí en inglés, y aquí en español), esta noche, unos amigos y yo nos vamos a sumar a la cena inglesa que organiza el Bristol Bar Wines & Spirits (calle Almirante 20), un sitio que no me termina de gustar porque lo veo muy posh (en esa calle no es de extrañar), pero en fin qué le vamos a hacer, cómo iba a resistirme al reclamo de “degusta la gastronomía típicamente inglesa y riégala con los caldos más ‘pérfidos'” cuando tras dos años viviendo entre británicos el único caldo típico inglés que se me ocurre es o bien el gravy de la carne o bien los tintos chilenos. Si descubro que semejantes cosas existen, ya os informaré.

Yo aprendo inglés porque estudio en inglés

O Las patas de la niña, las piernas de la mesa.

Mi queridísima Esperancita sigue con su empeño de que en Madrid las generaciones futuras hablen inglés por los codos, empeño loable, pero que tiene problemas de ejecución importantes, de los que se podría hablar largo y tendido, pero hoy sólo quiero tocar un aspecto.

La cuestión es que para extender el uso del inglés ha puesto en marcha su iniciativa de colegios bilingües concertados, en los que la mayor parte de las clases (salvo Lengua y Matemáticas) se imparten en inglés. De forma complementaria, también ha fomentado un acuerdo de La Otra, el segundo canal digital de la Comunidad con algunas productoras audiovisuales, para que emitan dibujos animados en inglés en horario infantil.

Pizarra negra con texto en inglés

Nada que objetar sobre eso, pero la cosa es que recientemente la campaña de los colegios bilingües ha arreciado y nos han empapelado el metro y otros lugares con un cartel muy mono, de una niña muy mona, morena y con ojos almendrados que nos comunica lo siguiente en un texto de cuerpo 60: “I learn English because I study in English” y debajo, y aquí viene lo sangrante: “Yo aprendo inglés porque estudio en inglés”. Acabáramos, ahora va a resultar que en español el pronombre siempre acompaña a los verbos en forma personal.

Yo me llamo Elsinora, ¿cómo te llamas tú? Yo llamo por lo del anuncio. ¿Tú tienes cambio para la máquina? ¿Cuántas hijas tienes tú? Si estas frases no te suenan marcianas, entonces es que TÚ tienes un problema. Te lo digo YO. Sólo espero que a los niños que se eduquen en esos centros nunca dejen de parecerles de otra galaxia.

La versión audiovisual del anuncio (que no he podido localizar en Internet para enlazarla, sorry), está más lograda: salen diversos niños pronunciando frases a medias que el siguiente completa. Hay variedad visual, racial, de edades y de acentos. Los hay con un inglés perfecto y otros con uno “apañado”, y claro a estas alturas de la película, con lo que hemos oído y leído, un@ puede preguntarse cuántos de estos niños realmente estudian en un colegio bilingüe concertado madrileño. No me extrañaría nada que pasara como con la campaña aquella para promocionar el turismo en la Costa Brava que usaba una fotografía de una playa espectacular ¡del Caribe!

Ha sido niña

La gestación y el esfuerzo de los últimos meses ha dado su fruto: he traí­do al mundo una rechoncha y saludable bebita de 1,20 megas (las 0,50 megas que faltan eran de placenta) y 470 páginas, de nacionalidad española pero con ancestros de la Pérfida.

Algunos dicen que la niña es rara y tiene los genes un poco confusos, que no se sabe si habla en español o en espanglish, si usa libras o euros, si salió a la tí­a o a la madre, pero en fin, espero que su sistema inmunitario y sus caracterí­sticas se vayan desarrollando con el tiempo. Y que en futuras gestaciones pueda aplicar lo aprendido en ésta.

Pues eso, que aunque mi nena/novela sea un poco in vitro al tratarse de una traducción y no de una obra original, también tiene su corazoncito y también merece una fiesta, ¿no os parece?

De momento le estamos haciendo reconocimientos y pruebas a ver si lo tiene todo en su sitio y funcionando bien, para arreglar lo que no vaya del todo bien ahora que aún estamos a tiempo.

El abismo entre las cifras y las letras

Disección de una novela incompleta desde fuera hacia adentro. La primera capa, llamada “menú contextual”, dice: Tamaño: 1, 67 MB; y el documento Word tiene 448 páginas (so far); el recuento de huesos y vísceras arroja diez mil líneas y ciento diez mil palabras. El tiempo de edición, si hemos de creer al dispositivo, señala 10.287 minutos.

En realidad, el documento existe desde hace cinco meses, pero lógicamente durante ese tiempo no me he limitado a editar ese documento, por no mencionar las veces que el documento ha estado abierto sin que yo trabajase en él.

Revisando un manuscrito
Lorenzo Cafaro – Pixabay

El documento en cuestión es una novela traducida al español, a la que sólo le faltan 32 páginas para estar concluida. La distancia entre esa cifra fría de 1,67 megas y todo lo que esconde de trabajo, aprendizaje y experiencias resulta abismal. También lo es el salto entre esas 1,67 megas y el resultado final: una novela completa (cuando lo esté), traducida del inglés, con sus logros y sus errores.

Aún más extraño resulta pensar en las propias cifras de la autora del texto original, su número de líneas y de palabras y su estadística de horas, contrastadas o comparadas con el resultado final.

Pelota de cuero
Free-Photos – Pixabay

Consultar esos datos en busca de la esencia del proceso es como jugar al frontón contra una pared que te devuelve la pelota siempre, pero de forma sorda y opaca, sin darte la oportunidad de averiguar en qué lugar preciso golpeó tu disparo, de qué estaba hecha la superficie golpeada y de qué forma exactamente le afectó el impacto (y probablemente lo más importante: cuál es el secreto para que las pelotas sigan alcanzando el objetivo).

Sin embargo, la relación entre el original y el texto traducido me resulta menos extraña. Ambos textos tienen un claro parentesco, un cierto aire de familia. Son novelas primas, de las que comparten el maquillaje o la crema hidratante. O quizá una es la madre y otra la hija.

Supongo que si yo fuera la autora del original y entrase en contacto con la traducción seguramente la relación no me resultara tan natural. Sería un poco como descubrir una hija postiza, o una prima extranjera que no sabías que existiera. La recién llegada podría convertirse en alguien querido o bien en un intruso molesto.

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Nota. Para los que sean de letras-letras y no controlen mucho de Word he aquí la siguiente chuleta de ayuda.
Para contar palabras, caracteres o líneas: elegir Menú Herramientas-Contar palabras.
Para ver datos y estadísticas sobre un documento concreto: seleccionar Menú Archivo-Propiedades.