Los demasiados libros o cuidado con lo que deseas

Al pasar junto a un kiosco de prensa del metro mis ojos de ratoncillo libroadicto interesado (últimamente) por el fitness detectaron la palabra Pilates en la portada de un libro. Me acerqué para ver de qué se trataba y descubrí que era un pack de dos libros por 1,95 euros. Uno era de Pilates y lo firmaba Mari Wilson (una tipa muy conocida en el mundillo) y el otro, de Yoga, concretamente “El gran libro de yoga” lo firmaba Ramiro Calle (una autoridad en su campo). Interesante y baratísimo.

Así que ni corta ni perezosa le pregunté a la kiosquera si el precio era el marcado, pensando que podía ser un error o que quizá tuviera que comprarme también alguna revista. Me miró muy sorprendida y dijo: No sabía que tuviera esos libros. Pero sí, el precio será el marcado. Intervino entonces una señora, clienta habitual a juzgar por su forma de comportarse: Yo tampoco sabía que tuvieras estos libros. ¿De dónde han salido?.

-Pues fíjate que ni yo misma me los he cogido para mí- contestó la dependienta, con cierta nota de lamento.
-Quizá haya más debajo de esta pila de libros-dije, pero la dependienta anduvo revolviendo en la caja y sólo aparecieron libros de vainica doble y de los uniformes de las guerras prusianas.

Me sentí un poco culpable de haber encontrado aquel tesoro que ambas mujeres tenían delante de sus narices sin saberlo (¡y por menos de 2 euros!) porque en realidad a mí sólo me interesaba el de Pilates. Libros de yoga ya tengo un par y ni siquiera me los he leído completos, pero al fin y al cabo Ramiro Calle es una autoridad en la materia y tal y Pascual. Y además yo no tengo la culpa de tener buena vista (ya sabemos que mi oído últimamente no ha estado muy fino, sino más bien orondo y esférico). Le dije a mi Pepito Grillo particular que yo lo había visto primero y extendí mi billete de 5 euros desafiante como si fuera la hoja de un cuchillo, intentando aprovechar el factor sorpresa como los buenos estrategas, temiendo que de no hacerlo la dueña decidiera interceptar el lote de libros para ella misma o para su clienta habitual.

El truco del billete funcionó: la dependienta me devolvió la vuelta y me marché de allí sintiéndome poco generosa y nada zen (la clienta había dicho que el yoga le vendría bien, que estaba bastante estresada; podía haberle regalado el libro de Ramiro Calle. Por otra parte no conozco a muchas personas estresadas que se dediquen a charlar tranquilamente con los brazos en jarras con sus kiosqueras, sin comprar nada y con el rostro relajado, un viernes en horario laboral), pero con mis libros bajo el brazo.

Una vez llegué al curro con mis tesoros pensé que acarrear los dos libros a casa sería mucho peso y que mejor los separaba y cogía uno. ¿Pero cuál? Al quitar el plástico que los envolvía y en el que venía la etiqueta con el precio vi un catálogo de la revista Mente Cuerpo, que es quien edita estos libros. Aparecía una serie de títulos sobre temas tipo masaje, reflexoterapia, y cosas así de próxima publicación y el formato era muy parecido al de mis libros, por lo que era probable que pertenecieran a esa colección. Y según aquella publicidad cada libro de nueva publicación se iba a vender a 5,95€.

Definitivamente todo era muy raro. ¿Serían mis libros saldos no vendidos en su momento y de ahí el buen precio? Comprobé que la fecha de la etiqueta con el código de barras y demás era actual. No entendía nada, pero en fin, tampoco soy la inspectora de precios del universo, así que me puse a decidir qué libro cogía. Ojeé el índice del volumen de Pilates, y el contenido me pareció bien estructurado, pero muy parecido al de otros libros que ya he leído. La mayor parte del libro de Ramiro Calle lo ocupaban los dibujitos de las posturas y en esta fase de mi vida no me apetece ponerme cabeza abajo (y menos con los oídos aún regularcillos), sino en todo caso conocer la filosofía en la que se basa el yoga y hacer algunos ejercicios de respiración y de eso el libro traía poco.

Así que, en realidad, ninguno de los dos libros me resultaba tan necesario como para volver a casa tan cargada. Podía muy bien esperar al lunes para tener conmigo cualquiera de los libros. Y de hecho, me dije, podía muy bien esperar eternamente sin ningún problema o incluso no leer nunca ninguno de los dos.

Cómo somos los humanos, especialmente los libroadictos. Eso sí, apuesto lo que queráis a que si le llevara el libro del yoga a la kioskera para que se lo dé a la clienta habitual, ésta tardaría cinco minutos en darse cuenta de que ese libro es muy complicado, con sus filosofías raras y sus nombres ilegibles y que para su estrés mejor se toma una tila o pide cita para un masaje.

Me gustas cuando hablas

Siempre me ha dado mucha curiosidad la cita que encabeza el diario español “El Mundo”. Como sabeis muchos de vosotros, cada dí­a hay una nueva frase presidiendo la portada de la edición en papel del periódico. La del diario de hoy por ejemplo, dice: “Nuestra conducta es la única prueba de la sinceridad de nuestro corazón” (Charles Wilson).

La rana Gustavo ilustra el proverbio "No oír, no ver, no hablar"

Muchas son proverbios de pensadores clásicos y son lo bastante abiertas para tener una aplicación general y otra coyuntural, válida para algún hecho de la actualidad. Siempre me he preguntado quién las elige, con cuánta antelación y qué pautas le da Pedro J. para que lo haga.

(Y también, rebelde y fabuladora como soy, he imaginado revueltas imaginarias del pobre currito contra su jefe y veladas alusiones a sus debilidades por medio de las frases; posibles dobles lecturas que dispararan justo contra quien pensaba estar apretando el gatillo. Hasta ahora no he tenido oportunidad de analizar pormenorizadamente las frases y detectar algún indicio de lo que sospecho posible, pero no descarto investigarlo en el futuro :-).

Así­ que hoy voy a hacer algo parecido, pero a mi manera.

Ahí va la frase:

Me gustas cuando hablas porque estás como presente

Elsinora Bonasera, jugando con un famoso verso de Pablo Neruda

¿Alguien tiene alguna teorí­a sobre el significado de esta frase?… Estoy deseando leerlas.
También cabe conjeturar sobre el significado de la cita de Charles Wilson sobre la sinceridad del corazón.

¿Va, como parece a primera vista, contra Zapatero y su polí­tica económica, o contra Zapatero y la postura de su partido respecto al transfuguismo en Benidorm o contra el PSOE y cualquier cosa imaginable o tiene un objetivo diferente?

Andamios, filtros y paradojas

Tengo tres imágenes en la retina.

La primera es de un andamio ascendiendo por la fachada de mi casa, los tubos metálicos y el entramado de tablas trepando desde el suelo hasta el último piso y demorándose en el mío.

Edificio con andamio

La segunda es del antivirus de mi ordenador bloqueado. Y diréis: ¿eso cómo se visualiza? Pues muy fácil -qué haríamos sin la sinestesia- mediante una imagen sonora: un sonido como el que ponen en los concursos de la tele cuando el concursante falla o el sonido de derrota en los videojuegos; el sonido despierta una serie de ecos de pantallas que se bloquean, programas que se cierran en banda y procesadores que van a dos por hora.

Y por fin la tercera imagen es la del primer día de clase de Pilates, otra alumna y yo solas para una clase de 15 personas, mirando perplejas el reloj de la pared que siempre marcaba las 3 menos cuarto por más que ya eran las 3 y cinco y allí que no aparecía ni profesor ni compañeros, ni monitor sustituto.

Reloj en la arena

Al rato irrumpe en la sala el profesor contando que la moto se le había quedado sin batería después de todo el verano sin usarla y que ha tenido que venir en coche, pero que en coche tarda mucho más y que además él pensaba que no empezábamos hasta mediados de septiembre (me digo: este hombre cada vez parece más una mujer, menuda locuacidad).

Y en cuanto deja de protestar por los elementos que se le han vuelto en contra y se tumba frente al espejo para empezar la clase, abre las piernas, se oye un rasguido y comenta que el pantalón corto se le acaba de romper (la imagen es de algo vagamente de color claro por debajo del pantalón oscuro; cuatro imágenes en total, pues).

Antes de las imágenes tuve una sensación, una cierta tensión absurda ante la perspectiva de volver a Pilates después de dos meses de vacaciones y una cierta tensión por la claustrofobia de tener la fachada de casa cubierta de andamios y unos tipos mirándome al otro lado del cristal del balcón y la casa cerrada a cal y canto en medio del calor por lo que pueda pasar y una cierta tensión porque el miniportátil se enciende cuando quiere y cuando no no da señales de vida y el PC normal a veces va realmente a pedales y así no hay quién se libre del carapantallismo-sentada-en-la-mesa-de-trabajo, con lo malo que esto es para la espalda.

Fachadas transparentes

Pero en fin, el profe parlanchín del pantalón roto sale al paso con cierta gracia, usamos mi reloj como referencia para evitar meternos en un no lugar-no tiempo de clase de Pilates eterna y aunque resulta evidente que debo trabajar mis abdominales, en los estiramientos me doy cuenta de que el verano no me ha anquilosado apenas y me digo que en este mundo lleno de goteras y andamios y filtros que no funcionan como deben la flexibilidad es lo único que nos queda y que en lugar de renovar aquel antivirus tan heurístico lleno de tuercas, y que tantos problemas me dio, voy a comprar uno nuevo, más humano, con un dibujo de un simpático oso de piel blanca y negra o de unas cuantas estructuras celulares de esas con una cierta geometría y una enorme capacidad de crecer y adaptarse.

Y bueno, puede que suene extraño, pero cuando termino de desinstalar el antivirus antiguo de las tuercas e instalo completamente el Panda 2010 tengo la sensación de que el osito blanco y negro me guiña el ojo desde su icono en el Escritorio.

El reloj del ordenador marca las 3 menos cuarto.

Quizá sea por eso.

La frontera entre lo sublime y lo ridí­culo

Veo en El Paí­s la noticia de una modelo que fue arrestada por posar desnuda en la sala de armas del Met (el muy respetable Museo Metropolitan de Nueva York) para el fotógrafo Zach Hyman y al empezar a leer la noticia pienso que hay algo refrescante en la propuesta.

Al parecer, Hyman ya habí­a fotografiado a modelos desnudos en otros espacios representativos de la Gran Manzana neoryorquina como el Metro o Times Square para su exposición titulada Decent Exposure en la que reflexionaba sobre el desnudo en el espacio público y trataba de reflejar las reacciones de los espectadores. La cosa es que fotógrafo y modelo entraron en el museo acompañados por un cámara de la cadena NBC, de forma que la escena quedó inmortalizada y se puede ver en una entrega del programa Just Enough (en inglés), pero bastante distorsionada por aquello de la prohibición de mostrar desnudos en los medios norteamericanos.

La idea del fotógrafo, que desde un punto de vista metafórico o literario resulta sugerente (la piel desnuda delante de esas armaduras medievales brillantes, protegidas bajo sus vitrinas o junto a los desnudos de las esculturas clásicas), me parece que termina quedando convertida en una provocación tonta, de niño que enseña el culo a las niñas de un colegio de monjas, pero encima hace todo un montaje para no tener problemas y para darle un barniz de experimento sociológico. Basta con ver el vídeo: fotógrafo y modelo entrando en el museo de la mano como si fueran una pareja… y luego en la Sala de Armas del museo el tipo de rodillas sacando fotos y una especie de gota borrosa gigante bajo la que se adivina el cuerpo desnudo de la modelo.

Aunque la noticia se daba en una sección llamada “Just Enough” que vendrí­a ser algo como “¡Demasiado!” (el reportaje del tal Kent Jones está muy bien hecho, por cierto; los elementos y el orden elegidos son los idóneos; habrá que seguirle la pista al The Rachel Maddow Show de la NBC) yo creo que deberí­a llamarse “Hardly Enough” o “Apenas suficiente” o en plan ya un poco más castizo, “La hora del quiero y no puedo”.

Por supuesto, cabe decir que esas limitaciones tienen que ver con la normativa de los medios de comunicación de un paí­s tan puritano como los Estados Unidos, pero eso ya lo sabí­a Hyman, consciente de la que se montó con el “incidente” del pecho de Janet Jackson en la Superbowl de 2004.

Gusanos gigantes, supernaranjas y padres que intentan ligar con su hija en el funeral de su exmujer

Los investigadores del CSIC han descubierto huellas de gusanos gigantes de hace 4700 años en el Parque Nacional de Cabañeros, debajo de lo que entonces era un fondo marino. Los bichos en cuestión se estima que medían  un metro de largo y unos quince centímetros de ancho. Un poco más al Este, en la comunidad valenciana, un industrioso agricultor ha descubierto una variedad de naranja producto de una mutación espontánea entre naranja y clementina que produce frutos gigantes, sin pipas y muy dulces y que además florece fuera de temporada. Parece que el agricultor quiso certificar su hallazgo por las ví­as oficiales autonómicas con idea de repartir después las licencias del nuevo cultivo entre pequeños agricultores y que desde entonces le están haciendo la vida imposible, le envenenan el árbol y a sus animales y a él le narcotizan y le meten cosas por un ojo… 

Naranja partida

Alvaro Sanchis Sisternes -así se llama el sufrido “descubridor”- cree que detrás de la guerra sucia se encuentra alguna gran empresa del sector cítrico, o en otras palabras, algún ácido empresario sin escrúpulos. Visto lo visto (por el ojo bueno), el industrioso agricultor ha decidido cruzar el charco con su “invento” y registrar el invento en el otro extremo del fondo marino atlántico, es decir en Estados Unidos.

Y hablando de Estados Unidos, las noticias que vienen de allí­ -serpientes o gusanos de verano- son una marea que no cesa. Cuando no nos llega una noticia de Michael Jackson nos obsequian con otra aún más sorprendente como la que refiere una escena en la que el actor Ryan O’Neal (el chico de Love Story) trata de ligar con su propia hija en el funeral de su exmujer Farrah Fawcett. Cierto que hacía décadas que la actriz, llamada Tatum (casi como el colutorio verde) y Ryan que tiene casi 70 años no se veí­an (el actor tiene cuatro hijos, de tres mujeres y sólo se habla con uno), pero de ahí­ a ir ligando con la primera rubia que se te cruza en el funeral de tu exmujer…

Según el artí­culo de El País, además, Ryan llamó a esta hija “puta” porque en un libro contaba que sus padres consumí­an drogas y que su padre la maltrataba fí­sica y psicológicamente. Con una infancia así­ tampoco extraña mucho que a ella la detuvieran en Nueva York cuando trataba de comprar crack y cocaí­na en la calle. Pero para dejar las cosas en su sitio hay que decir que Tatum O’Neal ganó en 1974 un Oscar a la mejor actriz de reparto por su interpretación en “Luna de papel”.

Y, bueno, si viste “El doctor T y las mujeres“, la peli en la que un sonriente Richard Gere hace de ginecólogo adinerado y cortés y Farrah Fawcett de su mujer, víctima de una extraña enfermedad producto de la excesiva paz familiar y de una vida regalada (o “de un amor inmerecido”, como dice Sergi Sánchez en su completa crítica), no podrás dejar de considerar que Robert Altman, director de la peli, o la guionista Anne Rapp conocían al dedillo la trayectoria de Fawcett y O’Neal y que su sentido del humor (o su retranca) era tan larga como los gusanos antediluvianos de Cabañeros, quizá porque el cineasta y la guionista llevan años alimentándose con sus propias supernaranjas cultivadas secretamente en Orange County, la Valencia californiana, gracias al silencioso tráfico de gusanos gigantes bajo el fondo marino del Atlántico portador de semillas y claro esas naranjas recargan tu vitamina C, pero también tu acidez, por muy dulces que las considere su “descubridor”.