Londres en la blogosfera

Hoy me gustarí­a recomendar algunos blogs sobre Londres. Hay un montón, en varios idiomas y desde distintas perspectivas. Más o menos profesionales o amateur, muy locales, más abiertos. El periódico Guardian, por ejemplo, tiene varios sobre cultura, viajes, y política. Muy profesionales (bien informados, buenas fotos, “to the point”, al grano) pero sin personalidad, en mi opinión.
Mi selección contiene un blog en inglés, uno en español y uno en francés, como en los chistes multiculturales.
El británico London Daily Photo contiene fotos de rincones de Londres, interesantes por ser peculiares, representativos, o poco conocidos. Publica una foto al día, y las fotos suelen ser muy buenas. Está integrado en una red internacional de Photoblogs. Pincha aquí
El blog en español se llama Un mundo perplejo. Comparte perplejidad con esta bitácora pero pone la extrañeza en el mundo y no en el cronista. Le interesa la vida cotidiana en UK, la alimentación, la televisión, el mundo del trabajo. Para verlo pincha aquí .
Finalmente, pero no por ello menos importante, está el blog de la profe canadiense. Caroline à  Londres recoge post (billets, se llaman, no sé si en quebecois o en francés también; se entiende bastante bien aunque tu francés no sea maravilloso) sobre política, historia y medios de comunicación de Gran Bretaña y sobre sus escapaditas a otros lugares de Europa. Véase aquí­
¿Conoces algún blog interesante sobre Londres? ¡Ponlo en un comentario!

Blackheath: césped con gomina

Blackheath es un barrio londinense que pertenece a otro planeta. Forma parte de la galaxia “Variaciones infinitas de Londres” o del sistema “Los ingleses cuando nos ponemos”. Lo más impresionante de esta zona al sur de Greenwich es una gran extensión de césped con tímida presencia de carreteras como cuerdas de una circunferencia o como nervios de una hoja muy verde y con una iglesia en medio de la nada: es como si el campo hubiera decidido quedarse allí, hacerse fuerte, pero no como un resquicio, sino como una fuerza bien asentada y aún poderosa. El poder telúrico del lugar se traduce de manera paradójica en un gran relax. La zona recibe el nombre de Blackheath Vale y es un sitio perfecto para ir de picnic o volar cometas. Habría que matizar esta idea de campo: en realidad, lo que hay allí es césped y extensión. No un bosque. Pero una extensión tan amplia en superficie y en geometría (es un espacio ligeramente curvo, cóncavo, como si estuviéramos presenciando las curvas del planeta tierra o pisando los contornos redondeados de la cabeza de un gigante acogedor y mullido) que se convierte en la escenificación de la naturaleza como reina suprema.
Ciudad a lo ancho, y con multitud de ambientes, Londres encierra muchos lugares parecidos a éste, pero éste es especialmente llamativo. La cosa no queda ahí, si paseas desde la estación de tren Blackheath tomando la calle en cuesta Lee Road, irás viendo tiendas monas y luego el Conservatorio, un edificio bastante mono también, con un mendigo de buena familia en el banco de la puerta y luego casas no muy altas y algo más tarde, si te metes a la izquierda por Manor Way descubrirás que el mundo se ha parado y que es posible traerse la campiña inglesa a la capital y ver coches que ruedan sobre una gravilla de juguete en lugar de sobre asfalto. Verás monísimos jardincitos en el frontal de las casas, con la prescriptiva gravilla en el suelo y aparcados formando el ángulo perfecto. Casas tipo chalet o tipo casa victoriana o georgiana. Extensa valla de madera y extenso césped. Muy de tarde en tarde pasa alguien corriendo -personas ‘normales’, no corredores de diseño- y con mayor frecuencia, pero escasa aún, algún coche, más o menos deportivo o más o menos 4×4.
Esta zona que tan quintaesencia de lo inglés parece, en el fondo no lo es: los jardines son más bien de estilo francés, aunque mejor no divulgarlo. Y a pesar de lo agradable que parece todo (la tranquilidad, los árboles, las extensiones de césped, los pájaros) el entorno no deja de tener algo necrófilo: como una melena cortada con absoluta precisión y perfectamente inmóvil bajo la gomina. Para pasear una tarde es magní¬fico, pero vivir allí, además de aburrido, sería vivir una mentira peligrosa.
A medio camino se nos atravesará Foxes Dale (el valle de los zorros: yo no iría por la noche), una calle de similares caracterí¬sticas a la que estamos recorriendo, y pronto aterrizaremos en Brooklands Park, calle sinuosa en la que la zona se pliega hacia un imprevisto derrotero protección oficial, pero a su manera, con casas en bloque, y visiblemente más baratas que los chalecitos, pero en ningún caso iguales a otras casas del estilo en otras zonas. Hemos llegado a la calle Blackheath Park y al girar a la izquierda estaremos retrocediendo hasta el punto de partida: Lee Road, y luego la estación. Si ahora tomas el sentido contrario, si caminas desde la estación dirección norte acabarás llegando al apetecible marco de Blackheath Vale. Antes habrás encontrado por el camino tiendas de ropa de diseño, alguna charity, restaurantes y cafés monos (el Rouge, de estilo francés, muy parecido a su primo de Greenwich, por ejemplo), un Costcutter (supermercado de barrio), una cervecería orgánica de aire minimalista y superfashion y después la iglesia y el césped enorme y curvo de Blackheath Vale.

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Dedicado a Leolo, porque le gustó la metáfora de la hoja atravesada por nervios y el aire general del texto. Y para ver si se anima a poner a algún comentario ;-))

El emperador está seco y desnudo

Es verano. Estoy en Londres. Paseo sobre un cadáver que se llama Regent’s Park. Se trata de un gran parque del centro de la capital de La Pérfida, antiguo terreno de caza de Enrique VIII. Tiene un zoo, grandes extensiones para practicar deportes, teatro al aire libre, cafés, restaurantes y un lago. Hoy hace treinta y ocho grados centí­grados o cien grados Fahrenheit y algunos hemos tenido la ocurrencia de venir al parque en busca de un cierto alivio bajo los árboles. Mientras recorro el lugar, que hoy por hoy y al menos en esta parte (Queen Mary’s Gardens) es un trazado de arena y césped quemado, con pequeñas isletas de flores solitarias, tengo la sensación de estar paseando sobre un cadáver que nadie reconoce como tal. Como si el emperador del cuento, en lugar de estar desnudo, estuviera muerto, pero todo el mundo se empeñara en actuar como si estuviera vivo. Los súbditos y los cortesanos han dejado una silla vací­a en la cabecera de la mesa de palacio y ríen las gracias que el emperador no ha hecho y responden a las preguntas que no ha realizado. Los niños corretean bajo el sol abrasador sobre la hierba muerta. Las familias se tumban sobre la superficie reseca y áspera como si fuera mullida y refrescante. Estamos demasiado ocupados fingiendo que el emperador está vestido, que el parque no es un cementerio y que el planeta está bajo control para reparar en lo que realmente sucede a nuestro alrededor.

Para ver un pase de modelos del emperador en pelota picada o en términos menos metafóricos, para contemplar cómo era Regent’s Park antes de convertirse en un paisaje lunar por efecto de la sequía, las restricciones de agua, y la ola de calor pincha aquí .