Casualidades

El otro día, después de salir de la peluquería con un nuevo aspecto, decidí desayunar en un bar en el que nunca había entrado pese a haber pasado por delante durante años. El interior del local me pareció raramente acogedor y familiar. Tenían puesto Telemadrid y me quedé pensando que aquella cadena cuadraba con el barrio y me imaginé por un momento que en Chamberí, feudo del PP, en todos los bares se viera Telemadrid, como si en realidad todos los bares fueran manifestaciones de una misma corriente subterránea.

Se trataba de un programa magazine, de los que tienen de todo un poco, y en ese momento aparecía una piscina enorme, de un azul claro incitante, y la locutora decía que era la más grande de Europa o así. Y venga a hablar de lo estupendas que eran las instalaciones y venga a no decir de qué lugar se trataba. Entrevistaron a dos abueletes yeyé en bañador y tripa morena y de algún modo, pese a los esfuerzos constantes de los periodistas e infografistas del programa por evitar nombrar el lugar desde el que estaban transmitiendo y que tan paradisiaco decían que era, me enteré de que se trataba del club Puerta de Hierro.

 

Macaco con espejo
Andre Mouton – Pixabay

Cuando andábamos en estas entré en el bar una señora de cincuenta y muchos, simpática y gordota. Los camareros bromearon con ella y luego se puso a ver la tele. Pregunté que dónde estaba esa piscina, y como los camareros contestaron que no sabían, comenté que me parecía que era la Puerta de Hierro, a lo que repuso: “pues a lo mejor vemos a Miguel”. “Mira, sí, Miguel”. Los camareros se pusieron a mirar y efectivamente, ahí estaba su nieto (o bien todos fingían de forma muy convincente). “Ayer lloraba porque era el primer día y no se quería quedar en el campamento de verano”, dice ella. “Pues se ve que ya no llora”, contesta el camarero latinoamericano.

“En este campamento hacen de todo: tiro con arco, golf, baloncesto, natación”. Qué bien contestó el camarero sin demasiado entusiasmo, mientras yo me acordaba de que justo por estas fechas un verano mi madre nos llevé a mis hermanos y a mí a un campamento urbano en Vallehermoso, con atletismo, natación y deportes diversos. El Vallehermoso está justo en frente de este bar, así que me pareció lógico intervenir en la conversación. “Esos campamentos están muy bien. Yo fui a uno de pequeña, justo aquí en frente, en el Vallehermoso, que ahora está de obras”.

-Mi hija, la madre de Miguel, también fue a alguno, déjame recordar. Tendrá tu edad.

Pagué mi consumición y me fui antes de que saltara a la luz algún oscuro parentesco o relación entre mí, aquella hija suya de mi edad o alguno de los abueletes yeyé, parentesco que años de evitar entrar en un sitio y un cambio de look en la peluquería no serían capaces de ocultar esta vez.

Madrid es un pañuelo y a las televisiones locales de los bares a veces las carga el diablo…

2 respuestas a «Casualidades»

  1. Respecto a lo del tamaño de Madrid, lo que nos pasa es que vamos demasiado deprisa para darnos cuenta de que conocemos a tal y a cual, que con no sé quién coincidimos el otro día etc…

Los comentarios están cerrados.