Los “emigrantes” en tierra extraña tienden a agruparse en dos extremos: los del “en mi tierra es todo mucho mejor” y los fascinados por la novedad (“Londres es la mejor ciudad del mundo”, “Reino Unido es la caña”, etc). Seguramente el sector más numeroso es el intermedio, el de aquellos que reconocen muchas cosas positivas en la cultura de adopción, pero siguen prefiriendo algunos aspectos de su país de origen.
Yo me considero una persona de esta corriente intermedia, pero a veces, cuando profundizo en algunos temas con personas más informadas descubro que en algunos aspectos he escorado peligrosamente hacia alguno de estos polos extremos. Me pasó con el asunto de la forma de vestir de las inglesas. Estábamos charlando mi amiga V. y yo sobre la forma de vestir de las británicas y yo comenté eso tan manido de que me parecía muy liberador el que las inglesas entradas en carnes no se cortaran y llevaran camisetas cortas o minifaldas que mostraran sus michelines. Por terminar de ser “original” dije eso de “yo no lo haría, pero me parece muy bien que no tengan complejo”, comentario que el 90% de las españolas (y creo que también italianas y griegas) hacen después de decir lo muy liberador que les parece la aparente falta de complejo de las británicas rollizas (la estadística en hombres la desconozco). V, que es española, lleva en La Pérfida unos siete años y trabaja con inglesas e ingleses, no estaba en absoluto de acuerdo.
Según ella, es una cuestión de moda. Ahora está de moda ir con camiseta corta y todas van con camiseta corta de tirantes. No son libres en absoluto ya que son esclavas de lo que se lleva en cada momento. Según mi amiga, carecen completamente de estilo y criterio, de manera que se limitan a comprar lo último y a enfundarse en ello, quepan o no, les quede bien o les quede como una patada en el hígado, ya que el concepto quedar bien/quedar mal, favorecer o no, es un concepto que se aprende si uno crece en un país con cultura de saber vestir, cosa que la mayor parte de los ingleses no tiene.
Como prueba de su teoría, mi amiga comentó que no había más que mirar a la gente en el metro, especialmente a las mujeres, para ver que nadie tenía un estilo personal vistiendo. Yo comenté que por el contrario mi sensación era que en general había mucha variedad en la forma de vestir en Londres y que eso me gustaba (ya he mencionado en anteriores post que en mis regresos a España encontraba a la gente “visualmente previsible”, ciertamente mejor vestidos, pero como de uniforme). Que además me gustaba el hecho de que la gente no se fijara en cómo vistes, la sensación de tolerancia generalizada. Ella no estaba muy de acuerdo con ello.
En un primer momento esta teoría no me encajaba demasiado, pero tampoco tenía muchos argumentos para rebatirla, sobre todo porque ella había establecido tres o cuatro modelos tipo y sostenía que si uno se fijaba, la mayor parte de las mujeres se ajustaban a estos modelos tipo. Mi investigación había sido mucho menos exhaustiva, y de hecho, como no compro revistas de moda inglesas ni voy mucho de compras ignoro qué prescriben los creadores de tendencias en cada momento.
Después, la charla viró hacia la relación tía/tío en Inglaterra, al machismo, a la distribución de roles domésticos y demás. Yo había observado que…
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