Animales, animales, animales

Una de las características que más sorprende de Londres es que al tiempo que una gran ciudad sea un ecosistema. Con sus parques, sus plantas, sus animales. Muchos y distintos. La parte buena podría ser las ardillas, para quien le gusten. La mala, las babosas que se arrastran por la calle, por las vallas de ladrillo, por todas partes. Las cornejas estarí­an en la parte neutra, a pesar de su molesto graznido. Y los zorros, bastante normales aquí­, estarí­an en el capí­tulo inesperado. La primera vez que te topas con un zorro te quedas extrañado y echas mano de tu memoria de documentales para tratar de asegurarte de si eso es un zorro, o un perro extraño y tratas también de recordar si los peligrosos eran los lobos. Los lobos son más imponentes, ¿no? Lo peligroso son los lobos, te dices. La gente de ciudad (de ciudad distinta a Londres) se sorprende esta primera vez. Después, una noche, a eso de las 7 y media de la noche, ves un zorro tumbado en el césped de la Council Estate (casas parecidas a la de Protección Oficial española, pero normalmente más lúgubres) en la que suele aparcar su ambulancia su conductor, está comiendo con mucho interés algo que hay en el suelo, te mira un momento (no sé por qué) y luego sigue a lo suyo, y piensas: es solo un perro impertinente.

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