¡Cómo somos los humanos! Al oir el relato de lo que vengo haciendo estos días que estoy de vacaciones en París, alojada en casa de unos amigos, muchos de estos humanos se apresurarían a llamarme vaga, parada, “retra”, esnob, o como mucho hedonista desfasada.
Resulta que antes de lanzarme a conquistar París en este noviembre lluvioso nuestro me levanto tarde, me ducho y desayuno tranquilamente té Earl Grey con galletas Bon maman (es-pectaculares, en dos palabras que diría el otro), zumo de naranja si nos hemos acordado de comprarlo en el France Prix y si no una manzana royal gala (no podía ser de otra manera) y leo la prensa francesa o la guía de París, ventilo la habitación, arreglo la cama y a eso de las 12 me pongo en marcha. En el metro voy viendo los carteles y observando a la gente, leo todo lo que cae en mis manos y demás.
Sé que el relato de lo anterior pondría los pelos de punta a muchos viajeros ansiosos, pero yo les haría cambiar de opinión con las palabras mágicas “slow food” (comida lenta), un movimiento que goza de bastante difusión en Italia, Francia, e Inglaterra y enfatiza la importancia de saborear con detenimiento la comida, su preparación y su degustación y de saborear en fin cualquier cosa de la vida.
Y claro saborear con detenimiento las texturas de París, sus tonalidades y hechuras y todos sus matices da para mucho. Aquí nos quedamos de momento, saboreando este suculento momento previo al festín.
Continuará…
Oh la la! O qué cochina es la envidia, que diría aquel. Yo me apunto a eso del “slow travel”, o como se diga. ¡Disfruta, tú que puedes!
Se ha hecho lo que se ha podido por disfrutar. Más información en próximas entregas…
Me estoy poniendo verde…
Es decir, ecológica, claro… ¿no? 🙂