Inglaterra está dormida (Parte II)

Podía volver a casa en bus nocturno o caminando 40 minutos en medio del frío. Me decidí por el bus, hasta cuya parada me acompañó la guardiana. Me tocó esperar media hora al fresco -al fresco- es la expresión que utilizan aquí para las terrazas de los restaurantes, bares o cafés, pero este fresco era gélido; lo peor para mi catarro que aún daba sus últimos coletazos-, porque a partir de cierta hora sólo hay dos buses cada sesenta minutos. Beta, al ver aquel grupo variopinto y mal iluminado en la parada (seguro que ella no lo hubiera descrito así, aprensiva como es, pero esencialmente es lo que era), se había quedado muy inquieta, pensando si llegaría bien o no y me llamó un segundo después de despedirnos y un segundo antes de meterse en su cálida residencia para preguntarme si mi barrio era seguro y para pedirme que le hiciera una llamada perdida al llegar a casa. Me hizo gracia lo internacional de los procedimientos. Seguro que los de las compañías de móviles no pensaron que las llamadas perdidas se fueran a convertir en el morse o el esperanto del “he llegado bien, tranquilo”.
La gente de la parada era una mezcla de dormidos/borrachos/congelados. Con la variante respecto a Madrid de que los pandilleros no eran blancos, ni sudamericanos, ni siquiera árabes como en algunos barrios del Foro, sino negros que intercambiaban palabras y gestos rituales en una jerga completamente ajena a mi comprensión. Pero en los mismos términos, por lo demás, que en Madrid. Había un par de chavales en camisa de manga corta que según un documental de la BBC de días atrás debían tener alterada su percepción de la temperatura por el alcohol, pero ellos debían sentir que aquello era muy “cool” (y “cool” era un montón, fresco de verdad). Una tipa de mechas rubias y mirada mal enfocada se acercó al poste del bus con esa cara de “farola, haz el favor de estarte quieta” y leyó con mucha atención aquello, como si estuviera escrito en una clave que requiriera mucha concentración. Se sentó sobre un poyete de ladrillo, junto a otros tantos noctámbulos, y no dio mucha lata una vez que el chaval de al lado entendió que le estaba pidiendo fuego y se lo dio. Yo lo entendí a la primera. El inglés de los borrachos debe de tener algo especial.
El chaval del mechero compartía la chaqueta con su novia, como si de un edredón se tratara, con el resultado de que los dos parecían helados.
Pasaron unos cuantos buses, pero ninguno era el mío. Desesperación de numerosos grupos que tampoco habían sido agraciados, sobre todo de los que se habían despertado de su letargo al haber oído que se acercaba un autobús. Cuando llegó mi…
Continuará.

3 respuestas a «Inglaterra está dormida (Parte II)»

  1. Te veo de lo más crápula y trasnochadora, guapa.
    Que hasta pareces Imperio (“ná de potajes, ná de purés, las veinticuatro tomando tés”) Mucho cuidadito con las paradas de los buhos en la Pérfida. La primera vez que estuve yo por allí con mi prima, eran las tantas y se nos acercó un individuo llenito de tatuajes y malencarao que se dirigió a mi persona con un cordial “I want to fuck you”, que “mi no entender”, a quien respondí con una amplia sonrisa por si acaso, pero que fue amonestado cumplidamente por mi prima, que si hablaba y entendía a los de la Pérfida. A día de hoy, no se qué le dijo, pero salió raudo portando los tatuajes lejos de allí.
    Es la historia de “Parianea en London, versión paleta”.
    Estoy deseando saber que pasó cuando llegó tu autobús.
    Otro día, te contaré más cosas, porque hoy me está constando un montón escribir con el guante en la mano derecha. No tenga práctica y me cuesta mucho poner los acentos con el chisme este y me equivoco y corrijo cada dos por tres.
    Besos y más besos…

  2. Pues sí, buho + alcohol + británico = mala combinación. Te dicen cosas, vomitan, lo perfuman todo con el fish and chips o con los kebab grasientos… El secreto está en detectarlos rápido y evitarlos. ¡Retirada! A veces un@ no tiene ocasión o le pillan desprevenido. A mí de momento me ha funcionado, pero nunca se sabe…
    Te imagino con el guante sobre el teclado como el malo del Inspector Gadget, no sé por qué… Demasiada tele en la infancia, ¿quizá?

  3. ja, ja, ja …
    No es por perversión, que podría ser.
    Es por una puñetera alergia o lo que sea que me tiene la mano hecha un asco este verano. El último Tratamiento es vendaje oclusivo o como se diga (o sea crema con guante).
    Miles de besos.

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