El cura y la Diablo

Como decíamos aquí, tanto la exposición pública de sus deposiciones como ser retratado en ropa interior no ha alterado al padre Brian. Pero habrá algo que rompa sus defensas.
Y será algo, aparentemente, más inocuo. La misionera del siglo veintiuno, quien en lugar de llevar el rosario luce en el cuello la tabla calórica, ha arrastrado al pobre hombre a un salón, probablemente el salón parroquial. Vemos una mesa que podría ser para un banquete si su contenido no fuera repulsivo: montañas de donuts, no sé cuántas tazas de té con leche, tres pizzas, varios platos de “fish & chips” con mayonesa y ketchup, un plato con una montaña de sal (el tipo tiene la tensión alta), un plato con mermelada, un puñado de galletas de chocolate, tres tartas, amontonadas. La misionera le está confesando pero al revés: es ella la que le dice los pecados alimentarios que el cura comete: esto es lo que comes en una semana, querido padre Brian, demasiado azúcar, demasiada sal, demasiada grasa. Eres hipertenso, tuviste un ataque al corazón, arderás en el infierno de los que pecan contra la salud cardiovascular.
Cuando la rubia hipertiroidea acaba de leerle la cartilla (sanitaria), Father Brian vuelve a decir “Oh my Word” mientras mira fijamente el contenido de la mesa, pero esta vez con lágrimas en los ojos. Yo también me emociono. Comer eso siendo enfermo coronario es vivir muy peligrosamente, y el suicidio es un grave pecado para un cura católico (parece católico, con su alzacuellos y tal, pero cualquiera sabe, La Pérfida es un sitio muy raro). La misionera le convierte a la nueva fe y le lee los nuevos mandamientos: comerás fruta y verdura, reducirás la grasa, el azúcar y la sal, y harías ejercicio suave de forma regular.
El ejercicio puede consistir en bailar, caminar o montar en bici, le explica. A lo del baile durante media hora al día el pobre padre Brian dice que va a ser que no y confiesa que la alternativa de caminar otro tanto a diario le da un poquito la muerte (no lo dice así, pero hay que leer entre líneas: un cura que se deja grabar en calzones ha de tener forzosamente un espíritu muy juvenil o muy “underground”). De modo que la parte del ejercicio ha sido muy insatisfactoria, porque el cura, en la duda o ante la falta de alternativas, no ha hecho nada. Pero la rubia sabionda tiene recursos para todo. Le prohíbe usar el coche -le quita las llaves: la gramática de estos programas obliga a que todo sea visible- y le regala al cura una bici verde supermoderna llamada nada menos que Diablo (así, en español), con la que tendría que desplazarse. Menuda guasa la de los guionistas ingleses: regalarle al cura una Diablo.
Vemos a Father Brian con la ropa antigua, lo grande que le queda y después con ropa nueva muy elegante y varias tallas más pequeña. Hace muy raro ver a un sacerdote vestido como si se fuera a casar, pero ahí está él. Comenta con una gran sonrisa que hacía tiempo que no podía ponerse zapatos de ese tipo, porque tenía los pies muy hinchados.
Un nuevo miembro más para la secta de los bien alimentados. Nos alegramos por él.

Este post es la tercera y última parte de una serie de tres artículos:

Somos lo que comemos o el cura que comía demasiado
No escondas tus slip
El cura y la Diablo

4 respuestas a «El cura y la Diablo»

  1. El padre Brian ha hecho que me retuerza literalmente.Estoy a punto de llorar.
    Ãœltimamente consumo literatura escuálida tipo “El universo Atkins” o “Los grupos sanguíneos y la alimentación” y me debato entre darle a la proteína pura y dura o decidirme de una vez por todas a apartar de mi dieta alimentos tan malignos como los filetes, la merluza o los “porotos tamarindo”, que no sé cómo son, pero tiemblo sólo de pensar lo mal que le sentarían a mis temblorosas células del grupo A.
    Lo dicho, menos Arzak y más british television es lo que me hace falta para perder unas pounds.
    Miles de besos, guapa.
    Me encanta saber de ti

  2. En ese universo de literatura escuálida, entre lo más recomendable está “La dieta de la no dieta”, escrita por varios especialistas británicos (que enfoca el asunto desde un punto de vista de los comportamientos globales y te sugiere tener hábitos flexibles) y los numerosos títulos de la Dieta de la Zona de Barry Sears. El primero es más divertido, los de Sears parecen bastante eficaces.
    Beeesos.

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